sábado, 5 de diciembre de 2009

Y A N (O B A M A) S

La salud de los enfermos....



Ya n(o va ma)s...el grone se desinflo,mucho blablabla,como ZP,pero nadaie quiere poner las castañas en el fuego.


Opuestos. Miles de personas marcharon contra la reforma planteada por Obama.
26-11-2009 / Obama logró una reforma “conservadora” del sistema sanitario. El millonario lobby de aseguradoras, farmacéuticos y de la derecha contra el cambio propuesto por el presidente demócrata impidió que la cobertura médica fuese universal y gratuita.
Por Alfredo Grieco y Bavio

Que Barack Obama fuera el primer presidente negro en la Casa Blanca tuvo entre sus consecuencias otro acontecimiento hasta entonces desconocido en la historia norteamericana: la derecha salió a las calles, organizó protestas multitudinarias, e incluso viajó a Washington en una versión blanca de la gran marcha de Martin Luther King. Cualquier otro país del mundo estaría feliz porque los planes de salud pública aumentaran su cobertura. Sólo en Estados Unidos puede concebirse que la reacción ante una propuesta de mejor atención médica universal fuera acusar al gobierno de intervencionismo, llenar las ciudades de carteles denunciando el “obamanismo” (algo así como un comunismo bien oscuro), y defender la posibilidad de morir libremente y en manos privadas. Estos movimientos de masas blancas iracundas no fueron siempre espontáneos. Muchas veces se vieron alentados, y aun financiados, por aseguradoras y farmacéuticas. Tampoco gusta a los norteamericanos gastar, y a los más ricos disgustaba notablemente una suba de los impuestos cuyo solo fin era que los más pobres contaran con una mejor atención que la que podían pagarse. Obama tuvo que resignarse a que su partido demócrata y los opositores republicanos votaran en el Congreso una reforma sanitaria conservadora, que excluyó lo que antes era su ilusión más importante: un servicio público de salud por el que todos pudieran optar.

Tal vez el rasgo que más distancie a Estados Unidos de los restantes países desarrollados sea la ausencia de atención sanitaria gratuita y universal. Los costos médicos son los más altos del mundo. El efecto inevitable es que el negocio de la salud, en todos sus rubros, sea uno de los más prósperos.

Los ciudadanos norteamericanos –para los migrantes el panorama es todavía más sombrío– enfrentan en sus vidas una pesadilla que no sueña el resto del planeta: la quiebra por causa de enfermedad. O con otras palabras: la bancarrota médica. Esto quiere decir que “te embargan por deudas sanitarias, porque los honorarios del médico, las facturas de los análisis y los gastos de hospitalización se han acumulado. Entonces interviene el oficial de justicia y te lo quitan todo: por si fuera poco estar enfermo, quizá moribundo, te quitan la casa, el coche, los muebles, te dejan en la calle, te impiden mandar a tus hijos a la universidad. Es una salvajada. Las bancarrotas médicas no son un fenómeno marginal, pues el 62% de todas las quiebras declaradas por los tribunales norteamericanos corresponde a deudas médicas, y todos los años un millón de personas va a la quiebra por esta clase de deudas”. De esta manera definió la situación al diario italiano Il Manifesto el doctor Quentin Young, de Chicago. A sus 86 años, es una figura histórica entre los militantes por la reforma de la salud en Estados Unidos y durante años hizo campaña con ese joven político de Illinois que era Obama.

Aunque las manifestaciones callejeras de la derecha norteamericana sean un fenómeno nuevo e inquietante, resultan marginales. Más importante es el poder de quienes las alientan. Las aseguradoras (el equivalente en Estados Unidos de las prepagas) disponen de una enorme capacidad de lobby. Del presidente de la comisión del Senado que se ocupó de evaluar la reforma sanitaria, el senador demócrata Max Baucus, del estado de Montana, se dice que cobró millones de estas empresas, que impulsaron y sostuvieron su carrera política. Si el Estado federal ofreciera un plan de salud propio, que racionalizara los recursos, los costos bajarían, y con ellos las ganancias de hospitales y médicos privados y farmacéuticas, y de todos quienes viven del sector salud.

El déficit público de Estados Unidos corresponde al 41% de su PBI. Es el más grande del mundo, y en la década siguiente podría duplicarse. El envejecimiento de la población promete aumentarlo, a menos que también se aumenten los impuestos. Tres fuentes mayores en el drenaje de fondos son la Seguridad Social (el sistema de jubilaciones y pensiones), Medicare (la atención médica gratuita para los mayores de 65 años y para los discapacitados) y Medicaid (la atención médica para pobres y desempleados). El sistema Medicaid es de segunda calidad, aunque es mejor que nada. Medicare, en cambio, es muy bueno. Si pudo ponerse en funcionamiento, fue porque convenía a las aseguradoras: los viejos sufren demasiadas enfermedades, para no hablar de los minusválidos, y las empresas salían ganando pasándole al Estado esta carga.

Para los más radicales, a Obama le faltó el coraje de proclamar, o reclamar, un Medicare para todos. La propaganda republicana había difundido que el presidente negro les sacaría el dinero a los viejos para atender a los pobres. La base de las socialdemocracias europeas y aun de Japón es que los ricos pagan más impuestos y así puede atenderse a los pobres –o a los menos ricos–, y de esa manera la distancia social entre los que están más arriba y más abajo disminuye. Barack Obama entendió cuán difícil era que este programa entusiasmara a los representantes del pueblo norteamericano que votan leyes en el Congreso.