domingo, 31 de enero de 2010

Moisès Broggi: «En la vejez ves que el cuerpo no es nada»

Acumula en sus 102 años una incontestable sabiduría que comparte con generosidad. Mañana se abre en Sant Joan Despí el hospital comarcal que lleva su nombre. Y le complace.

Moisès Broggi. Foto: JULIO CARBÓ
Moisès Broggi. Foto: JULIO CARBÓ
NÚRIA NAVARRO

Dicen que la longevidad es la recompensa de la virtud. Y quizá sea cierto. Al menos en el caso del doctor Moisès Broggi (Barcelona, 1908). Empezó como cirujano del Clínic en la República, operó en el frente durante la guerra civil, fue depurado y, sin dar tiempo a la autocompasión, se hizo cargo del Hospital Militar con una entrega que no abandonó hasta los 85 años. Hoy tiene unos 102 luminosos, como solo lo logran los que han hecho la digestión de lo vivido. Lo confirma su mirada.
–Un hospital lleva su nombre. ¿Alguna otra ilusión pendiente?
–Que el hombre aprenda a vivir con los otros hombres.

–Lo dice quien ha vivido todas las guerras desde la del 14.
–Pero el hombre continúa igual, dominado por las pasiones. Debería de mirar más por los otros. Y luego está la demografía... Muchos problemas del presente ya los vi en el pasado, solo que ahora se agravan porque somos muchos. Si esto sigue así, será insostenible. Aunque ya no lo veré.

–Usted no tiene final.
–Yo ya no tengo futuro.

–De momento se acaba de apuntar a Reagrupament.
–Siempre he sido muy del país, yo. Catalunya y España es un matrimonio que no se lleva bien, que nunca se ha entendido, así que lo mejor que pueden hacer es separarse amistosamente.

–Hace una apuesta política, y persevera en la escritura.
–Ahora estoy escribiendo las Reflexions d’un vell centenari.

–Regálenos una, doctor.
–En la vida nos preocupamos por cosas que no tienen valor. Todo es fugaz. No vale la pena preocuparse.
–Ojalá eso fuera tan fácil.
–El afán por la riqueza y el poder produce angustia. Pero la materia viva busca la supervivencia y la reproducción. La vida sigue pese a todo.

–Pese a todos nosotros.
–Así es. El sentido de la vida es que hay una fuerza que lo dirige todo. Del mismo modo que el universo funciona como un reloj, la vida también. Porque la vida no comienza y acaba; es una continuidad de formas cambiantes. El genoma viene de nuestros antepasados y lo pasamos a nuestros hijos. Se transforma, pero seguirá siendo.

–Hablaba de una fuerza que lo dirige todo...
–¡Ese es el misterio! Los antiguos le llamaban el «espíritu universal». «La fuerza que mueve las estrellas es la misma que hace palpitar al corazón del hombre», aseguraban.

–¿...?
–Estudios orientales dicen que la persona tiene tres planos: el material, el mental y el espiritual. La ciencia comprende el material. El mental es producto del cerebro, que es material pero también espiritual, porque maneja el pensamiento, el lenguaje, la imaginación.

–Así es.
–Pues en la parte mental se crea la idea del yo, que puede tender a lo material –el joven piensa que el yo es un cuerpo bello–, pero también a lo espiritual, que es la fuerza que hace que la vida tenga un ritmo. Si el yo se fijará en la parte espiritual, que es la que conecta con el universo, habría escapatoria... El espíritu continúa, porque forma parte del «espíritu universal». Yo antes pensaba que el cuerpo era todo y ahora, en la vejez, veo que no es nada.

–Pues hasta los 85 años se encargó de ‘repararlo’.
–La medicina es la lucha contra el sufrimiento y la enfermedad. Es muy necesaria.

–No lo era apuntarse a las Brigadas Internacionales y lo hizo.
–Hice lo que debía hacer.

–El «valeroso médico» de Por quién doblan las campanas es usted.
–Coincidí con Hemingway en la batalla de Navacerrada. Yo estaba en el frente operando... Mire, en la vida el 20% depende de las características de uno y el 80%, de las circunstancias. Yo he tenido suerte, por la gente que he encontrado y por lo que me ha venido.

–No siempre todo bueno. Lo depuraron tras acabar la guerra.
–Pero en el tribunal militar sumarísimo me salvé precisamente por los amigos que tenía en el otro bando... Yo había sacado de la prisión a la hermana del presidente de aquel tribunal. A mí me han pasado muchas veces ese tipo de cosas.

–Tiene un ángel de la guarda, dice.

–Sí. Pero las cosas son muy diferentes cuando las vives que cuando las recuerdas. Los viejos tenemos mucho pasado y, al revisarlo, nos damos cuenta de que hubo momentos felices que no lo parecían tanto mientras los vivías.

–La longevidad es la recompensa de la virtud.
–De no tener miedo a la muerte.

–¿No le teme ni un poquito?
–No. Además la vejez es una buena preparación. Te vas fundiendo... hasta que todo se va a paseo.

–¿Por qué querría ser recordado?
–Por ser una buena persona.