domingo, 23 de enero de 2011

COJER,FOLLAR,FIFAR,TREPAR.....(El coito,bahhhh)

El cerebro femenino

Por: Paloma Bravo

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(Es Mafalda y, como siempre, está pensando).

Teoría para el domingo:

"Las hormonas pueden determinar qué le interesa hacer al cerebro. Ayudan a guiar las conductas alimenticias, sociales, sexuales y agresivas. Puede influir en el gusto por la conversación, el flirteo, las fiestas (como anfitrión o invitado), la programación de citas de juegos infantiles, el envío de notas de agradecimiento, las caricias, la preocupación por no herir sentimientos ajenos, la competición, la masturbación y la iniciación sexual".

Todo esto no lo digo yo, sino una doctora en Medicina y licenciada en Neurobiología por Yale y Berkeley, neuropsiquiatra por la Universidad de San Francisco y exmiembro del claustro de la Harvard Medical School, autora de "El cerebro femenino".

Se llama Louann Brizendine y garantiza algo que algunos ya juraban: que las mujeres jamás olvidan una discusión (aquí en una entrevista con Punset).

En realidad, lo que explica, y muy bien, es que el cerebro del hombre y de la mujer se diferencian en nada menos que un 1% de su código genético y que las hormonas (en sus distintas fases, fetal, niñez, pubertad, etc., hasta llegar a la menopausia) causan cambios concretos en el cerebro de las mujeres y en la forma en que se enfrentan a la realidad.

Dice, lo que ya sabemos.

Por ejemplo, que hay menos mujeres científicas.

La diferencia es que ella lo argumenta: no porque su cerebro esté menos preparado, sino porque "en cuanto el estrógeno inunda el cerebro femenino" (o sea, en la adolescencia que es cuando eligen dirección académica y profesional), "las mujeres empiezan a concentrarse intensamente en sus emociones y en la comunicación (...), empiezan a perder interés en empeños que requieran más trabajo solitario y menos interacción con los demás".

Y no es malo ni machista reconocer que "el cerebro femenino tiene muchas aptitudes únicas: sobresaliente agilidad mental, habilidad para involucrarse profundamente en la amistad, capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a emociones y estados de ánimo, destreza para desactivar conflictos...".

Dicho así, es previsible y aburrido, poco polémico.

Pero avanza el libro y resulta que la tía también afirma que tenían razón nuestras madres (no será la mía), que acostarse en la primera cita no es lo más adecuado y que sólo trae problemas:

"El acto de abrazar o acariciar libera oxitocina en el cerebro, sobre todo entre las hembras, y probablemente genera la tendencia a confiar en el varón a quien abrazan. También aumenta la probabilidad de que creas todo lo que él te cuente, sea lo que sea..."

(...)

"...En otras palabras, si circulan por tu cerebro niveles elevados de oxitocina y dopamina, tu juicio está dañado. Dichas hormonas cierran la mente escéptica".

Si yo lo entiendo bien, el peligro no es el que nos han contado (no sé si las madres, quizá sí las abuelas), que te consideren facilona y que pasen de ti; sino que pierdes el criterio. En mi caso, me ocurre en la primera cita, en la segunda y hasta en la vigésima: nací sin criterio.

Pero, vamos, aquí lo dejo. Abierto a discusión y como aperitivo de este libro que acabo de descubrir.

P.D.: Voy con un poquito de retraso, la verdad, porque el libro es del 2006 y a mí me lo ha recomendado ahora el osteópata que me ha salvado la vida y me ha devuelto la movilidad.



¿Porqué decimos amor cuando queremos decir lo que dice el título?
Esto lo dice Alf