martes, 26 de julio de 2011

Ellas quieren sexo; ellos, 'mimitos'

| Raúl Arias.

| Raúl Arias.

  • Las caricias son más valoradas por los hombres que por las mujeres
  • Ellas disfrutan más del sexo cuando llevan años de relación estable

A Blanca, ama de casa, lo que más le gusta en el mundo es el sexo con su pareja. "Me encanta su cuerpo, su olor, le sigo viendo atractivo después de 16 años en común, y consigue excitarme con una mirada. En mi caso, la experiencia sí es un grado. Me encanta comprarme ropa interior pensando en él y provocarle. Con el tiempo me he vuelto más desinhibida y tengo una vida sexual auténtica... Con el tiempo, también, todas mis fantasías han dejado de serlo y se han convertido en una realidad cotidiana, sencilla y poderosa. Mi marido suele decir que no resiste 'dos asaltos', pero me cuesta tan poco volver a ponerle en marcha, que casi lo tomo como un juego. Para mí el sexo es un terreno en el que me siento fuerte, segura y plena. Lo que no me gusta tanto es meter la ternura en la cama. Para eso hay otros momentos... El sexo es sexo", afirma categórica.

No opina de la misma forma Alfredo (nombre ficticio, como el del testimonio anterior), de 46 años y de profesión liberal. "Para mí, el sexo es importante y le concedo valor en la relación de pareja. Me gusta que ella tome la iniciativa algunas veces, pues me hace pensar que para ella también es valorable. Además, así eleva mi autoestima. Creo que es una demostración de amor. Me gusta el sexo, pero valoro casi más las caricias y los abrazos de mi mujer. A veces necesito demostraciones extremas de ternura".

Y es que las cosas no siempre son lo que parecen. Porque ellas están más satisfechas con el sexo y ellos, con su felicidad en pareja. En contra de los viejos estereotipos, curiosamente, los abrazos, las caricias y los besos son ingredientes importantes para la complacencia de una relación estable, pero esta sensibilidad tiene más valor para los hombres que para las mujeres. Es más, los que reciben mimos son hasta tres veces más felices que los que tienen parejas más 'secas'. En definitiva: ellas quieren sexo; ellos, arrumacos, al menos pasados los 40.

Datos curiosos y sorprendentes como éstos son los que se desprenden de un nuevo estudio internacional que analiza la relación marital y la satisfacción con el sexo en parejas con convivencias largas: una media de 25 años.

Resultados reveladores

Julia Heiman, directora del Instituto Kinsey de Investigación en Sexo, Género y Reproducción de la Universidad de Indiana (EEUU), es la autora principal de la investigación. En declaraciones a ELMUNDO.es asevera: "Este trabajo plantea nuevas preguntas sobre qué hace a las personas estar satisfechas con su relación y el papel que juega el sexo. Nos dimos cuenta de que, contrariamente a lo que siempre hemos creído, ellos comunican sentirse más felices con su pareja si ésta es cariñosa mientras que ellas expresan estar más contentas con su vida sexual".

Es más, el estudio "documenta que conforme pasan los años, y no al principio del matrimonio, es cuando las esposas disfrutan más en la cama. Y, posiblemente, se deba a que sus expectativas cambian o su vida se modifica a medida que los hijos crecen. También porque conocen mejor su sexualidad", agrega la experta.

Matrimonios de cinco países (Brasil, Alemania, Japón, EEUU y España), han participado en el trabajo que ha visto la luz en el último 'Archives of Sexual Behavior'. En total: 1.009 parejas (200 nacionales, residentes en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Vigo).

Javier Gómez-Zapiain es del Departamento Personalidad, Evaluación y Tratamientos psicológicos de la Universidad del País Vasco y lidera la investigación de la interacción entre el deseo sexual y la vinculación afectiva en nuestro país. "Julia Heiman es una científica que goza de un gran reconocimiento internacional. Para mí es una satisfacción que, desde un marco teórico diferente al que nosotros estudiamos, llegue a conclusiones muy parecidas a las nuestras. En su estudio subyace la importancia de la vinculación afectiva en su interacción con el deseo sexual, entendido este como una emoción".

Insiste este experto en que "para lograr el bienestar, todo ser humano necesita satisfacer sus necesidades más básicas. Sin duda la más importante es la seguridad que ofrece el vínculo afectivo. La persona con la que nos vinculamos cumple dos funciones respecto a uno mismo: ser una base de seguridad y un puerto de refugio en situaciones de precariedad emocional, física, psíquica... A lo largo de la vida necesitamos gestionar adecuadamente las necesidades afectivas, sentirnos queridos y tener a quien querer y las necesidades eróticas, satisfacción de la necesidad de placer sexual. La importancia y la prioridad de estas necesidades cambian con la edad. En términos de supervivencia, es decir, de estabilidad emocional, en ocasiones, el deseo sexual se pone al servicio de otras necesidades, por ejemplo las eróticas, y viceversa".

Cree, por todo ello que "el estudio de Heiman subraya esta realidad. Las mujeres pueden sentirse muy satisfechas por el sexo, no tanto por el rendimiento sexual, como por la calidad de la experiencia emocional en torno a la actividad erótica. Los hombres, por otro lado, podrían desmitificar el rendimiento sexual, haciendo de éste algo más realista y dotándole de un significado más próximo a las necesidades de seguridad emocional".

Miren Larrazábal, presidenta de la Federación de Sociedades de Sexología y psicóloga clínica, defiende la curiosidad de los datos recién aportados por el Instituto Kinsey. "Son llamativos y, realmente, me han sorprendido. En las parejas se constata que está funcionando el sistema de apego (los vínculos de pareja implican la interacción entre tres sistemas; el de apego, el sexual y el de cuidados, tal y como han demostrado las investigaciones de Gómez-Zapiain). El sistema sexual interfiere con el de apego y viceversa. Porque cuando en una relación uno de los dos no está satisfecho con el sexo, entonces empiezan los problemas. Si el matrimonio es largo, la pasión surge de la intimidad. Los matrimonios duraderos suelen tener una sexualidad de calidad".

Buscar el placer

Sobre todo si, como dice Rosario Castaño, sexóloga de la Unidad de Disfunción Sexual, del Instituto Palacios de Salud y Medicina de la Mujer, y coordinadora del Grupo de Sexualidad de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, "ninguno de los dos miembros renuncia a nada y se mantiene la espontaneidad en los encuentros sexuales. Es así cuando también se preserva el deseo. Incluso puede enriquecerse, porque la mujer conoce mejor su cuerpo y toma la responsabilidad de su propio placer y su excitación".

Pero en el caso contrario, cuando "uno de los dos siente que el otro toma el control y sólo conecta con sus propias necesidades, sin tener en cuenta a la pareja, el sexo deja de ser algo lleno de matices, sabores y colores y se convierte en algo aburrido y mecánico".

Tópicos

Defiende, también, la coherencia de los datos de la nueva investigación. "Que a la mujer no le guste el sexo tanto como al hombre es un auténtico topicazo. El problema es que cultural y socialmente todavía existen muchas barreras. Que un hombre se entregue no es reprochable, no está mal visto y cuando quiere sexo lo busca sin descanso. Sin embargo, todavía ellas piensan que demandarlo está mal visto. Aún no hemos conseguido la igualdad en la intimidad de la pareja".

El nuevo estudio, el primero en examinar los parámetros sexuales y la relación de las parejas de mediana edad o mayores (los varones tenían una media de 55 años y las féminas de 52) con hijos (un 99% tenía descendencia), se llevó a cabo con encuestas.

Un total de 125 preguntas sobre satisfacción en las relaciones sexuales, el estado de salud, la frecuencia en el contacto íntimo (caricias, abrazos, besos...), importancia del orgasmo, felicidad en la pareja, frecuencia del sexo, entre otras cuestiones. "Los esfuerzos en la investigación para entender el papel de la sexualidad en la vida de los humanos rara vez involucran relaciones de parejas intactas a lo largo de los años. Se menciona constantemente en los trabajos realizados comentarios sobre el divorcio, pero es importante señalar que, aunque las tasas son altas, por ejemplo en Estados Unidos, las parejas tienden a permanecer casadas (más del 50% de ellas), una cifra que asciende al 90% en España", comenta la doctora Heiman.

Contribuye con su investigación a aumentar también la evidencia científica de que la salud física y mental en los hombres y las mujeres de mediana edad marca la diferencia entre tener o no buen sexo. "Estar en buena forma eleva la funcionalidad y la frecuencia sexual. Los dos miembros necesitan de sexo habitual para manifestarse satisfechos. Ellos requieren, además, que sus parejas alcancen el orgasmo para sentirse bien en la cama".

Los más satisfechos

Otro dato llamativo: "Aquéllos que han tenido más parejas a lo largo de su vida son los que menos gozan de su vida erótica", documentan las conclusiones. A la luz también se exponen las diferencias entre países. Así, los varones japoneses y las mujeres niponas y brasileñas son los que más gozan del sexo.

"No sé por qué existen estas diferencias, pero ahora sí conocemos que la complacencia con la vida sexual o con la vida en pareja son hasta cierto grado dos cosas independientes y con distinto impacto de género. Y los años de una relación son útiles como marco inicial para comenzar a examinar con mayor profundidad, cómo variables como el sexo y la convivencia interactúan en las distintas etapas de la vida", determina Julia Heiman.

Ningún estudio "da una respuesta definitiva sobre las claves de la excitación y el deseo, pero está claro que hay mitos que van cayendo como el hecho de que los hombres sólo quieren sexo y las mujeres, únicamente amor. Una relación de larga duración no significa menos sexo y menos placentero", determina la psicóloga Castaño

Su cerebro se encoge con la edad

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Cerebro humano

El cerebro de los humanos es tres veces más grande que el de los chimpancés.

El cerebro de los humanos se encoge con la edad, algo que no sucede con el de nuestro familiar más cercano, el chimpancé, según un estudio de científicos estadounidenses.

La investigación, publicada en el Proceedings of the National Academy of Sciences paper, sugiere que el período evolutivo que separa a los humanos de los chimpancés (que se estima entre 5 y 8 millones de años) explican la diferencia en cómo ambas especies envejecen.

Investigaciones previas habían determinado que en la medida en que envejecemos nuestros cerebros comienzan a ser más ligeros.

Según explica Jennifer Carpenter, corresponsal de temas científicos de la BBC, a la edad de 80 años, el cerebro promedio humano ha perdido un 15% de su peso original.

Quienes sufren de enfermedades como Alzheimer experimentan incluso mayor reducción del cerebro.

Esto está asociado a un declive en la delicada estructura de las neuronas y las conexiones entre ellas.

La corresponsal de la BBC señala que en la medida en que se deteriora la estructura del cerebro, también hay una pérdida de la habilidad para procesar pensamientos, memorizar y enviar señales a otras partes del cuerpo.

También se sabe que ciertas áreas del cerebro sufren mayor deterioro; la corteza cerebral, importante para procesar y analizar, se encoge más que el cerebelo, que se encarga del control motriz.

Las razones

"(El estudio) ofrece muy buenas evidencias de que el patrón de envejecimiento del cerebro en los humanos es bastante diferente del de otros animales."

Tom Preuss, neurocientista

Pero hasta ahora los científicos no habían entendido por qué el cerebro humano experimenta esta constante pérdida de materia gris.

El hecho de que los chimpancés no sufren este mismo deterioro, ha llevado a muchos a preguntarse de si se trata de una característica única de los humanos.

El equipo de neurocientistas, antropólogos y expertos en primates trató de dar una respuesta a esta pregunta.

El equipo comparó resonancias magnéticas de más de 80 humanos saludables entre 22 y 88 años con los de un número similar de chimpancés criados en cautiverio.

Los resultados del estudio indican que el cerebro de los chimpancés no se deteriora con la edad.

El antropólogo Chet Sherwood, de la Universidad George Washington en Estados Unidos, quien lideró el estudio señaló que en sentido evolutivo los humanos viven más tiempo para compensar por nuestros cerebros más grandes.

En ese sentido, vivir más tiempo es una adaptación al hecho de que contamos con cerebros más grandes.

Los humanos tienen una vida mucho más larga que cualquier otro primate y sus cerebros son tres veces más grandes que los del chimpancé.

Ayudar a familiares

Chimpancés

Los chimpancés son mucho menos vulnerables a enfermedades vinculadas a la edad.

Según Sherwood, este tiempo extra de vida de los abuelos tiene como función, en términos de la evolución humana, liberar a los padres de ser los únicos responsables de criar a infantes energéticos que tienen cerebros mayores.

Envejecer, según esto, es una manifestación visible del estrés de vivir más tiempo para darle una mano a los familiares.

"(El estudio) ofrece muy buenas evidencias de que el patrón de envejecimiento del cerebro en los humanos es bastante diferente del de otros animales", comentó el neurocientista Tom Preuss, de la Universidad Emory en Atlanta, que no participó de la investigación.

La investigación determinó también que los humanos son más vulnerables que los chimpancés a las enfermedades vinculadas a la edad precisamente porque viven más tiempo.

El profesor Preuss señaló que estas diferencias no llevan a que otros animales no puedan ser modelos para el estudio de enfermedades vinculadas a la edad.

Por el contrario, estas diferencias podrían explicar por qué los humanos sufren más que otras especies.