sábado, 3 de diciembre de 2011

SABES PONERLA CALENTITA ?

Pareja

Mujer y sexualidad: ¿existe una estimulación adecuada?

Durante siglos, el placer femenino estuvo arrinconado, silenciado, ignorado. Hoy, legitimado socialmente y hasta amparado por la ley de educación sexual, busca destino. La licenciada Diana Resnicoff nos habla de las diferencias fisiológicas y psico-emocionales del hombre y la mujer y comparte consejos para reencontrarnos con nuestro cuerpo y disfrutarlo.

Cada tanto surgen controversias sobre lo que las mujeres "deben sentir" o "dejar de sentir". ¿Existe algún punto mágico aún no descubierto que provoque placer? ¿Es posible desarrollar mayor sensibilidad vaginal? ¿Es lícito que algunas mujeres prefieran recibir caricias a ser penetradas?.

Vale la pena preguntarnos si la sexualidad masculina es también sometida a tantas preguntas. Y respondernos: no, en absoluto. La calidad del orgasmo de un hombre no se cuestiona. Con la mujer, en cambio, los diferentes medios de comunicación, al igual que ciertos libros, insisten en calificar, cuantificar, criticar y hasta proscribir lo que las mujeres sienten. Y, en tanto, las mujeres, preocupadas por demás en cumplir o adherir a lo “normal”, dejan de lado o estigmatizan sus propios ritmos, sensaciones y tiempos.


Hombre, mujer, dos mundos

Una condición previa necesaria para iniciar cualquier actividad sexual es la excitación que aparece en una mujer cuando se siente sexualmente atraída. Los tipos de caricia –suave, áspera, cosquilleante, incitante- y las zonas que responden y provocan la atracción son variados y diferentes en cada mujer y en diferentes momentos de la vida.

Caricias, besos, miradas, mimos y un contacto corporal directo nos excitan sexualmente. También pueden despertarnos sensaciones eróticas, las fantasías, el recuerdo de ciertas imágenes placenteras de otros momentos vividos o de alguna lectura o película... Casi siempre, son varios factores los que se combinan para encendernos.

La presencia de un hombre, su comportamiento, o quizá rozar sus manos son puntos “disparadores” de esas imágenes placenteras, casi siempre tan fugaces que las mujeres dicen no recordarlas. Directamente se manifiestan atraídas, excitadas eróticamente y deseosas de mantener una relación sexual.

Una de las diferencias fundamentales entre el varón y la mujer es que mientras el primero se excita principalmente con estímulos visuales, la mujer requiere esencialmente de los táctiles. Además, la mujer suele excitarse más lentamente que el hombre. De hecho, el estado de excitación se intensifica cuando, en una atmósfera de intimidad, los cuerpos se rozan o se estimulan ciertas zonas muy sensibles. No siempre sucede con los cuerpos desnudos, a pesar que el contacto “piel a piel” proporciona estímulos directos y muy fuertes.

Hay numerosas mujeres, y también hombres, que necesitan un prolongado tiempo de excitación estando vestidos o con un poco menos de ropa, pero no desnudos totalmente. Desvestirse rápidamente por suponer que ello incrementará al máximo la excitación sexual no siempre es efectivo.

Casi todas las mujeres necesitan este período previo de excitación durante el cual se dan la mayor parte de los juegos amorosos. Para poder disponerse a gozar plenamente de las sensaciones eróticas, se debe estar seguro de no ser interrumpido, espiado, distraído. Las mujeres necesitamos estar relajadas lo más que podamos.


La etapa de excitación, clave en la fisiología de la respuesta sexual femenina

La etapa de excitación es un momento clave porque durante la misma se producen todos los cambios fisiológicos previos al orgasmo. Nuestras estructuras sexuales se expanden y se congestionan más que las masculinas; la única diferencia en esta etapa es que la erección del hombre ocurre fuera del cuerpo y, en consecuencia, es visible; la nuestra, en cambio, sucede bajo los labios vaginales.

En la mujer esta etapa se caracteriza por la aparición de un exudado más o menos espeso en las paredes vaginales, capaz de lubricarla y facilitar así la posible penetración. Esta sensación de humedad suele ser agradable y es acompañada de una suave relajación de los músculos que rodean la entrada vaginal. Es una señal específica de estar respondiendo en forma efectiva a los estímulos eróticos.

Simultáneamente, se produce la erección de los pezones, la dilatación de las areolas, el aumento del clítoris; los labios mayores se apartan del orificio vaginal y los menores aumentan de tamaño. El tercio externo de la vagina se llena cada vez más de sangre, aumenta la lubricación vaginal y se congestiona de manera tal que reduce su diámetro en casi un 30%; sus paredes, congestionadas, constituyen la plataforma orgásmica, cuya existencia es señal de orgasmo inminente.

Se trata de un período de intenso goce durante el cual su cavidad pélvica se llena de toda la sangre necesaria para alcanzar luego un orgasmo satisfactorio. Hacia el final de la fase, se producen contracciones uterinas y la retracción del clítoris, que se esconde dentro del prepucio.

Si la estimulación deja de ser placentera, la excitación desciende y desaparece. A veces, un dolor mínimo, una palabra fuera de lugar, una caricia brusca, nos saca totalmente de clima, debiendo transcurrir un cierto período para que la respuesta placentera vuelva a aparecer. Y esto es así por razones fisiológicas, porque somos diferentes a los hombres, que pueden permanecer excitados aunque la estimulación manual cese.

La penetración debe intentarse cuando la mujer alcanza límites muy altos de excitación, cuando su vagina está lubricada y dilatada. De lo contrario, puede llegar a ser dolorosa, decreciendo su interés sexual.

Todos estos fenómenos suceden por autoestimulación o por estimulación manual u oral del compañero. Una característica importante de la excitación femenina es la necesidad de recibir estimulación continua, incluso durante el orgasmo, para lo cual sólo nosotras podemos saber qué necesitamos. Nuestro cuerpo es la guía infalible y nosotras somos “las expertas” del mismo. Por eso es necesario que seamos nosotras quienes informemos a nuestra pareja, verbal u oralmente, qué cosas nos gustan y cuáles nos disgustan.

Pensemos que la gran mayoría de los hombres no están informados sobre cómo son los genitales femeninos; más aún, la gran mayoría nunca los vio. Un buen punto de partida podría ser describirle tus genitales, explicándole la sensibilidad de las diferentes estructuras. No hay que olvidar indicarles cuáles son tus zonas más sensibles, incluso guiando su mano con la tuya para que de este modo sepa cómo te gusta exactamente ser acariciada y qué grado de presión preferís. Así, de modo tranquilo y jugando, tu pareja aprenderá un montón de cosas sobre tus necesidades. Y ambos la pasarán genial.


Lic. Diana M. Resnicoff. Psicóloga clínica. Sexóloga clínica.

¿ELLAS MIRAN EL TAMAÑO?

Intimidad

¿Las mujeres también “se miden”?

Mucho se habla de las medidas de los hombres, pero poco de las nuestras. ¿Existe un tamaño estándar? ¿Repercute en el encuentro sexual? ¿Cambia con el paso de los años? Lo debatimos con un sexólogo y una ginecóloga.

En los últimos días, Entremujeres profundizó en un tema que obsesiona a muchos hombres. Nuestra encuesta demostró que para el 73% de las mujeres "el tamaño" de ellos no lo es todo. Enseguida se abrió el debate y varios comentarios llamaron nuestra atención.

Algunos hombres decían que sus medidas dependen de las medidas de nosotras. Entonces, nos preguntamos... ¿los órganos sexuales de ambos deberían tener cierta "coherencia" para alcanzar el mayor placer? ¿Al grande, grande, y al chico, chico?

Muchas veces se habla de vaginas angostas o anchas, pequeñas o grandes, profundas o más cortitas. ¿Hay medidas estándar? “La vagina es un conducto músculo membranoso de unos 12 centímetros de longitud y 3 de ancho. Normalmente está plegado, apoyando la cara anterior sobre la posterior, lo que origina un orificio virtual que se abre y distiende durante el coito”, cuenta el doctor Walter Ghedin, sexólogo.

Por su parte, la doctora Sandra Magirena, médica ginecóloga, agrega que los tamaños pueden variar según las características generales de la mujer. “Si la pelvis es amplia y grande podría ser que la vagina sea más larga. Hay situaciones particulares donde puede haber una malformación congénita que determine que la vagina sea corta, o pueda tener tabiques internos que dificulten la penetración, pero esas son patologías”, aclara.

Las diferencias de tamaño interno tienen que ver, por lo general, con la capacidad de distensión y la longitud. El ginecólogo puede llegar a tener una medida aproximada en un tacto vaginal.


Cómo repercute en el sexo

Según el doctor Ghedin, la vagina es capaz de adaptarse al tamaño del pene: puede ampliarse o retraerse. En definitiva, lo abraza. “Por lo tanto, se podría decir que no existen vaginas grandes o pequeñas, existen vaginas complacientes”, ironiza.

“La vagina es una cavidad virtual, con paredes muy elásticas y con mucha capacidad para distenderse durante la excitación y el orgasmo”, agrega Magirena. Si quedan dudas sobre su capacidad de ampliación, basta con imaginar un trabajo de parto.

La ginecóloga nos asegura que al tener relaciones no hay ningún problema relacionado con el tamaño, siempre que se trate de una vagina normal, sin malformaciones congénitas. Sí puede haber dificultades (como dolor o vaginismo) si hay poca elasticidad o tensión en los músculos perineales. También, claro, si hay poca lubricación.



Lo que ellos miran, y lo que no

El doctor Ghedin nos asegura que el tamaño de la vagina no es un tema que preocupe a los hombres, justamente por la capacidad que tiene el órgano femenino de adaptarse al tamaño del pene.

Según el especialista, los hombres disfrutan mucho cuando se ponen en contacto con el cuerpo femenino, más allá de sus medidas.

Los años no vienen solos…

También se habla de que el tamaño de la vagina cambia con el paso del tiempo o con la cantidad de relaciones sexuales. “Lo que puede modificarse con los años es precisamente su elasticidad, como ocurre con cualquier otro tejido del cuerpo, sea la piel, el cabello, los músculos o las articulaciones. Los partos también modifican la entrada de la vagina, sobre todo si hubo episiotomía”, cuenta Magirena.

En esos casos, las cirugías de estética vaginal se presentan como la solución para “rejuvenecer” la zona. ¿Son seguras y recomendables? “Salvo que exista una dificultad anatómica congénita o un deseo de cambio de genitales, no recomendaría ningún tipo de cirugía estética de la vulva. Los tejidos vulvares tiene muchos receptores sensitivos que liberan feromonas y tejido eréctil que favorece la excitación y la respuesta orgásmica”, responde la ginecóloga.


Para tener en cuenta

* Las relaciones sexuales y los masajes vaginales mejoran la elasticidad de las paredes, favorecen la irrigación de los tejidos y mejoran, así, la lubricación vaginal.

* Los orgasmos ayudan a fortalecer los músculos del piso pelviano.

* Es muy importante mantener una vida sexual plena y activa o realizar masajes autoestimulantes para tener la zona íntima en buenas condiciones.

* También se recomienda practicar ejercicios perineales.

* Las mujeres debemos aprender a admirar y cuidar nuestro portal sagrado del placer.