lunes, 5 de diciembre de 2011

PLANCHANDO LA OREJA

Los científicos demuestran que ser 'dormilón' se lleva en los genes

El gen ABCC9 es el responsable de que sus portadores necesiten 30 minutos más de sueño

Barcelona. (Redacción).- Los dormilones podrían tener a partir de ahora una excusa de carácter científico. Quedarse dormido se lleva en la sangre. Al menos así lo sostienen un grupo de científicos ingleses que, tras estudiar a más de 10.000 personas alrededor de Europa, han hallado que los portadores del gen ABCC9 necesitan 30 minutos más de sueño por noche.

Como señala la BBC, el estudio, publicado en la Molecular Psychiatry, asegura que el gen es portado por uno de cada cinco europeos. Los expertos manifiestan que, así, se podrían explicar algunos comportamientos somnolientos. Como curiosidad, el rotativo cita los casos de Albert Einstein que necesitaba 11 horas de sueño en contraposición a Margaret Thatcher, que con cuatro horas tenía suficiente.

Para los científicos, de la universidad de Edimburgo y la Ludwig Maximilians University en Munich, el gen ABCC9 está relacionado con la detección de niveles de energía en las células del cuerpo. El Dr Jim Wilson, de la universidad de Edimburgo sostiene que "los humanos duermen aproximadamente una tercera parte de su vida".

INTERESANTES PRECISIONES

Publicado por Miguel Jara

Leo en el diario Público, que dicho de paso es el que más ojeo, una noticia titulada Internet levanta un muro contra la pseudociencia y mi vista, supongo que es mérito del banner publicitario, ha escalado en la página hasta el anuncio que reza:

“Los regímenes totaliarios siempre han intentado silenciar a los escritores incómodos: Walter Benjamin, Alfonso Sastre, Franz Kafka, Nicolás Maquiavelo, Erasmo de Roterrdam: Literatura prohibida”.

No he podido dejar de esbozar una leve sonrisa pues lo que me queda claro tras la lectura de la noticia es que hay personas que se sienten incómodas con otras realidades que rodean al conocimiento y otras maneras de buscar y entender la salud. No me parece bien desde luego que lo que no sea científico se haga pasar por tal (no creo que sea el caso porque no es necesario). Y tampoco me parece bien que si algo es fraudulento, probadamente fraudulento, sea promocionado en una Universidad. Pero me preocupa que se cierren puertas. Y el modo en cómo se cierran.

También me pregunto qué clase de responsables universitarios pueden aceptar que se celebren eventos que promocionen falsedades. Si eso es así esas personas no valen para estar en su puesto, sin unos ineptos. Pero es que si aceptan que se celebre algo que creen que merece la pena y no resisten a las presiones son unos cobardes.

Por supuesto que puede haber aprovechados que se cuelen en la Universidad no hay más que ver qué significa el Plan Bolonia o la economía que por lo general (antes de Periodismo hice un año de Empresariales), se enseña en esos recintos. La Universidad también está mercantilizada si ese es el problema trabajemos todos juntos por revertirlo. Pero no hay que olvidar que muchas teorías científicas comenzaron sin tener el apoyo de mayorías, como la evolución. Es muy peligroso que la ciencia, entendida según algunos, sustituya a la religión. Ahora resulta que tenemos fundamentalismos religiosos y científicos en la Universidad. Como “creo” -no en sus sentido religioso- en la Ciencia quiero que haya espacios para otras interpretaciones y aunque no creo en Dios, soy ateo hasta que se demuestre lo contrario, quiero que haya Teología en la Universidad porque a lo mejor estoy confundido (estoy seguro de que no pero sería necio si cierro la puerta a quien quiera “sacarme de mi error”). La variedad nos hace mejores, la reducción nos lleva al totalitarismo aunque se haga en nombre de nuestra libertad y de la razón.

Lo que sí debe exigírsele a la Universidad es independencia de las empresas y que sus cursos no tengan ese conflicto de interés que es que las empresas financien los cursos de temas que les son interesantes económicamente. Esto de los conflictos de interés es lo que está pudriendo la ciencia o esa parte de la misma que antepone los intereses comerciales a los de las personas (entonces deja de ser ciencia propiamente dicha).

También hay que considerar que en ciencia primero se presentan los casos, hay una evidencia clínica y luego se hacen los estudios para comprobar su funcionamiento, para verificar.

Y es que por exigir que se enseñen sólo materias “científicas” el siguiente paso puede ser arremeter contra las “ciencias económicas y empresariales” o las “ciencias de la información” o la Psicología o la Filosofía. Y podría irse más lejos y sólo impartir clases sobre lo que esté fehacientemente demostrado sin mención alguna a las vías interesantes que pueda haber abierto en ese momento al Ciencia y que todavía no están demostradas. Ello conduciría a un totalitarismo cientifista. A justo lo contrario que debe perseguir la Universidad, la apertura de miras del individuo y su formación humanista e integral con la visión más amplia del mundo que sea posible. Aprendiendo incluso sobre aquello de lo que aún no tenemos explicación o esta será sumamente difícil pues algo no demostrado que no quiere decir que no exista o que no pueda demostrarse si se le surtiera de los suficientes medios y en parte para ello está la Universidad.

No existen ideas que nazcan probadas y casi toda nueva buena idea para la Humanidad primero ha sido tratada como una provocación para, generalmente, muchos años después ser aceptada por la población.

Por otro lado, es absurdo creer que porque muchas de las grandes industrias de nuestro tiempo se valgan de la ciencia para validar sus productos pasarían un mínimo control “científico”. Algo se queda en el camino. Muchos medicamentos cuando son analizados científicamente por instituciones independientes no pasan el examen o tienen una eficacia bajísima (directamente no deberían haberse comercializado) o su coste-efectividad (que se decide por en ocasiones manipulados costes de investigación) son la excusa para estafar al herario público por supuesto con la connivencia de los políticos y funcionarios de turno.

Creía, inocente de mí, que lo que criticábamos de la religión es su imposición, el fundamentalismo, no la libertad de culto; que cada uno crea en lo que quiera y se realice como persona como pueda. Creía que criticábamos y denunciábamos a las industrias que hacen daño a las personas cuando lo hacen, no sus buenos productos y loables iniciativas que también los tienen y las hay y creía que amábamos a la Ciencia por estar abierta al conocimiento y no por perseguir lo que le suene a acientífico como ha hecho toda la vida el fundamentalismo religioso con los científicos. En el fondo todo este tiene mucho que ver con la búsqueda del sentido de la vida y sus dogmatismos y represiones; con la caída de los muros mentales.