jueves, 26 de abril de 2012

El negocio de la sangre

PLASMA | Hemoderivados


Interior de una planta de hemoderivados.| GrifolsInterior de una planta de hemoderivados.| Grifols
  • De la sangre se obtiene el plasma, que se transforma en hemoderivados
  • Las empresas compran plasma a EEUU, donde sí se paga la donación
  • España no es autosuficiente en productos derivados del plasma
  • Grifols, la compañía que tiene el monopolio, solicita pagar al donante
Cuando Víctor Grifols planteó la semana pasada al Gobierno la posibilidad de pagar a los donantes de plasma en España, tanto el Ministerio de Sanidad como la Federación de Donantes de Sangre se apresuraron a criticar sus declaraciones, recordando que en España -como en el resto de Europa-, la donación es altruista y no remunerada.
No es así en EEUU, donde la venta de plasma está regulada por la Agencia del Medicamento (FDA, según sus siglas en inglés) de donde procede una parte de los hemoderivados que se consumen en los hospitales españoles; que no se podrían abastecer sólo con el plasma procedente de donantes españoles (altruistas y no remunerados).
Cuando alguien dona sangre en uno de los bancos de transfusión en España, este 'oro rojo' se separa inmediatamente en tres componentes con distintos usos: glóbulos rojos, plasma y plaquetas. Esta separación, explica a ELMUNDO.es el doctor Luis Puig, responsable de hemodonación en el Banco de Sangre y Tejidos de Barcelona, se realiza bolsa por bolsa y en las primeras 24 horas.
"De cada donación individual se extrae una unidad de hematíes [glóbulos rojos], una de plasma [unos 250-300 centímetros cúbicos] y unas pocas plaquetas", explica. "Se necesitan las plaquetas de cuatro donantes para alcanzar lo que se llama una unidad terapéutica de plasma".
Todo este material sanguíneo se remite desde los bancos de sangre hasta los hospitales, donde se emplean en transfusiones y diferentes tratamientos. Aunque, como explica Puig, se hace en diferentes proporciones: "Por ejemplo, de las 271.000 unidades donadas en Cataluña el año pasado, remitimos a los hospitales unos 260.000 concentrados de hematíes válidos (una parte se desecha porque no es válida o caduca) pero sólo unas 38.000 unidades de plasma".

Una industria 'molinera'

Todo ese plasma 'sobrante' que no se remite a los hospitales se envía a la industria farmacéutica para que lo transforme en hemoderivados, es decir, una especie de 'plasma terapéutico'. "El 90% del plasma es agua y el resto una combinación de proteínas que necesitaríamos utilizar en grandes cantidades para poder tratar a un paciente", explica el doctor catalán. Ahí entran en juego compañías como Grifols (que tiene el monopolio de los hemoderivados en España), que se encargan de obtener dichas proteínas de forma concentrada y estable para utilizarlas como medicamentos (un proceso que se conoce como fraccionar el plasma).
Los principales hemoderivados que se obtienen del plasma son la albúmina (que sirve para tratar, por ejemplo, ciertas patologías del hígado y shocks traumáticos), factores de la coagulación (el 8 es el más conocido para el tratamiento de pacientes con hemofilia que sufren hemorragias frecuentes) y las inmunoglobulinas (que se emplean en sujetos inmunodeprimidos que sufren infecciones frecuentes).
El problema radica en que los hemoderivados que se fabrican en España con plasma procedente de donantes altruistas no es suficiente para cubrir las demandas de los hospitales españoles, tal y como aclara la compañía a ELMUNDO.es. De manera que se puede decir que en España se consumen hemoderivados con dos orígenes distintos: los 'made in Spain' (en todo momento propiedad del Estado y de las CCAA) y los 'importados', que se compran a países como EEUU, donde sí está permitido pagar a los donantes.
En el caso del plasma 'español', los bancos de sangre los remiten a Grifols para que lo transforme en hemoderivados, pagando únicamente por el proceso de fabricación ("un procedimiento similar al que usaban antiguamente los molineros, a quienes se les llevaba el cereal y devolvían la harina cobrando sólo por la utilización del molino", según la metáfora que utilizan desde el propio Grifols).

Plasma importado

Grifols, sin embargo, no ha querido precisar ni cuánto cobra por estos procesos, ni cuántos litros de plasma necesitaría España para ser autosuficiente en hemoderivados ("se fraccionaron 360.000 litros de plasma español, procedentes de donaciones altruistas, pero fue insuficiente", aclaran). Martín Manceñido, presidente de la Federación Española de Donantes de Sangre, calcula el consumo de hemoderivados es el doble de esa cantidad; lo que supondría algo más de 300.000 litros procedentes de países donde la donación de plasma retribuida sí está permitida (una cifra que Grifols no confirma).
Países de nuestro entorno, como Francia y Holanda, sí han logrado ser autosificientes en hemoderivados. Ellos disponen de empresas públicas encargadas de fraccionar el plasma que reciben de donantes altruistas de plasma (y que ejercen la labor que en España se encarga a Grifols).
Como explica el doctor Puig, la plasmaféresis ofrece la ventaja de que permite obtener mayor cantidad de plasma de un sólo individuo (unos 600 o 700 centímetros cúbicos). Para ello se utiliza un sistema de centrifugado de la sangre mediante el que se obtiene únicamente el plasma y se 'devuelven' el resto de componentes sanguíneos al donante, "y dado que el plasma en el organismo se recupera más rápidamente que, por ejemplo, los glóbulos rojos, se puede donar plasma con mayor frecuencia". Con un fomento de la plasmaféresis, admiten los hematólogos, podrían cubrirse mejor las necesidades de plasma en España; aunque se trata de un proceso más complejo que la donación de sangre (y que suele llevar alrededor de hora y media).

Plasmaféresis remunerada

Este método consiste en la donación únicamente de plasma, que permite separar este 'ingrediente' del resto de componentes de la sangre, que se reinyectan al donante sobre la marcha. Grifols dispone en EEUU de 147 centros de plasmaféresis acreditados por la FDA, en los que únicamente pueden donar los llamados 'donantes cualificados'.
Centro de donación de plasma en EEUU.| Grifols.
Dado que el plasma que donan estas personas se va a emplear como materia prima para fabricar hemoderivados (una especie de medicamentos sanguíneos), cualquiera no puede ser 'donante cualificado', sino que es la propia FDA la que acredita a estas personas y establece los criterios.
Entre otras cosas, se establece que no puedan donar plasma más de dos veces en un intervalo de siete días, y con al menos dos días entre cada donación. Por cada plasmaféresis (de la que se obtienen unos 850 ml) reciben entre 25-30 dólares, "por su tiempo, puesto que han de estar unos 90 minutos en cada donación (entre cuestionarios previos, analíticas y la propia extracción) y este tiempo se les debe remunerar de alguna forma", asegura un portavoz de Grifols.


SÓLO LES VALE EL HOMBRE CANALLA

“Hay mujeres que hacen lo que sea por tener pareja".

“Hay mujeres que hacen lo que sea por tener pareja"
Rosetta Forner, escritora y 'coach'. (Mao)
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“El feminismo radical de mayo del 68 decía que la mujer tenía que pasar del hombre, tratándole desde el odio y la revancha. Esto ha generado mucho daño. Los hombres sinvergüenzas se han aprovechado de esta situación, y los buenos para muchas mujeres son sosos. Se cree que lo que vale es el hombre canalla”. Así explica Rosetta Forner, escritora, coach y, como ella suele definirse, “hada madrina”, la evolución que ha tenido el feminismo y, en general, las relaciones de pareja. En su nuevo libro, Las damiselas son de Venus y las reinas son del planeta que les da la gana (Zenith), Forner aboga por un "feminismo de dignidad" y distingue dos tipos de mujeres: damiselas y reinas.
Cuando hay una mujer inteligente o atractiva van todas contra ellaLas damiselas son aquellas mujeres que se quejan, acusan al resto de sus problemas, y hablan mal de sus parejas. Las reinas son las mujeres libres, sin complejos, responsables y exigentes, pero sin odios hacia el hombre. El problema es que vivimos en una sociedad en la que hay muchas más damiselas que reinas y, además, estas no aceptan a las segundas, pues las ven como una amenaza a su estilo de vida.
La escritora no es muy amable con el comportamiento de las damiselas, pues “generan infelicidad y problemas para las otras mujeres”. En su opinión, “ir de víctima por la vida se ha normalizado y por eso nos tienen que poner unas cuotas, que es el peor insulto que se nos puede hacer”. Forner cree que el famoso “techo de cristal”, esa barrera invisible e infranqueable que impide a las mujeres escalar en el mundo laboral, es un invento de las damiselas, “que quieren victimizar su complejo de inferioridad”. En realidad, según la escritora, son las propias mujeres las que no dejan a sus compañeras escalar en los entornos empresariales: “En las oficinas las damiselas se unen como pirañas contra las reinas. Cuando hay una mujer inteligente o atractiva van todas contra ella”.
El hombre, “asustado y perdido”
Los hombres han copiado los patrones disfuncionales de las mujeresLa proliferación de la mujer damisela, tal como explica Forner, afecta también a los hombres. “La mujer damisela en vez de completarse a sí misma busca su otra mitad. Somete al hombre y basa su relación en el miedo. El hombre se acomoda y no sabe relacionarse con una mujer completa”. Esto ha hecho que “estén muy asustados y muy perdidos”. En definitiva, “las mujeres se han hecho daño a sí mismas haciendo daño a los hombres”. Y estos “han copiado los patrones disfuncionales de las mujeres y se han vuelto damiselas”. Un drama, que lleva a la proliferación de relaciones en los que ambos miembros se martirizan, cortan y vuelven a tener parejas en las que se copia el mismo esquema. Esquema que a su vez se trasmite a los hijos de estas parejas disfuncionales.
Puede que la mujer damisela haya existido siempre, pero Forner cree que hay un momento preciso en que se popularizan estas actitudes. Las damiselas por excelencia son para la escritora las mujeres del baby boom de los 70, “mujeres frustradas y enfadadas con la vida, que se divorciaron con 40 o 45 años y le han dedicado más tiempo a encontrar pareja que a sus hijos. Enseñándoles que hay que perder el culo por un hombre, en vez de dignificarse”. Y así es como la idea de que “hay que tragar con lo que sea con tal de tener pareja” se trasmite a los hijos. Y, tal como dice Forner, “besando sapos y polveteando no se descubre al Príncipe Azul”.
De damisela a reina
La 'reina' está curada de heridas emocionales y va con precaución; sabe que las cosas no son lo que parecenLa intención de Forner es que las damiselas consigan convertirse en reinas, un camino nada sencillo: “Hay mujeres que se empeñan en ser damiselas y hombres misóginos que quieren que las mujeres sean imbéciles”. La solución pasa por ponerse la corona de reina. En primer lugar creyendo en una misma, algo que “tiene una parte de fe y de valentía” y, una vez logrado esto, asumiendo unas obligaciones: “cuidar de ti misma, pensar en ti misma, asumir los resultados de tu vida y no permitir que nadie te inferiorice”. ¿Y el fracaso? “Puede aparecer, pero hay que afrontarlo con compasión”. Una vez logrado esto, tal como explica la escritora, “la reina está curada de heridas emocionales y va con precaución. Sabe que las cosas no son lo que parecen”.
La monogamia, ¿en crisis?
Se ha hablado mucho del fin de la monogamia como única forma aceptada de relación amorosa. Forner cree que no hay una sola forma de relación y cada uno debe encontrar la suya, pero al mismo tiempo rompe una lanza a favor de las parejas sentimentales monogámicas: “Tanta modernidad, o intento de convencernos de que todos tenemos que estar con todos, y al final la gente sólo quiere relacionarse con una persona”. En el fondo amar no debería ser algo tan difícil pero, según Forner, “estamos inmersos en una crisis espiritual tremenda”.