domingo, 2 de septiembre de 2012

EL ALIEN QUE TERMINARA CON EL ESTADO DE BIENESTAR

RICARDO

LA EUTANASIA CON LOS LOCOS SE SIGUE HACIENDO

 Miguel Jara .
 
Un psiquiatra de mi confianza y colaborador habitual del blog ha estado este verano juntando toda la información que poosee sobre la peligrosidad e inutilidad de los medicamentos antipsicóticos y me ha enviado un texto largo sobre ello que os resumo:
1- Los antipsicóticos son responsable de una pérdida media de más 15 años de vida en pacientes esquizofrénicos. Puesto que esto es una medida estadística, podríamos decir que matan a bastantes de sus usuarios, algunos jóvenes. En los ancianos con demencia se podría hablar de un gerontocidio lucrativo.
2- El pronóstico de la esquizofrenia es significativamente mejor en Nigeria o India que en los países desarrollados. El menor uso de antipsicóticos y la existencia de redes sociales naturales más tolerantes e inclusivas parecen ser las variables importantes. Como preventivos de recaidas en la esquizofrenia, los antipsicóticos no solo dejan de ser eficaces hacia el final del primer año después del brote agudo, sino que en algunos casos las causan y peores que el brote original (psicosis de rebote o supersensibilidad dopamínica).
3- Aparte de los efectos sobre la salud en general, producen efectos y reacciones adversas de tipo neurológico y cognitivo discapacitantes y/o muy desagradables en un alto porcentaje de casos.
4- Las diferencias como grupo entre los “convencionales” y los “atípicos” o de nueva generación, son mayormente un cínico cuento de marketing para expandir y encarecer su uso.
5- Producen una pérdida paulatina de masa cerebral o atrofia, que acompaña a todo lo dicho anteriormente. Esto pone patas arriba el dogma de los últimos 30 a 40 años de que la esquizofrenia no era un trastorno funcional (los “cables que se cruzaban”, las hormonas normales haciendo “trastadas”, en la adolescencia o juventud) sino lesional o tóxico (un gen producía esa toxina o una proteina “mala”, anormal) y que era esa toxicidad la que producía la lenta desestructuración y pérdida de masa de la corteza cerebral. Después de 20 o 30 años de tratamiento neuroléptico, si sobrevive, al paciente le podría haber desaparecido una cuarta parte del cortex frontal !!! Tóxicos son los antipsicóticos y los psiquiatras se han trasformado en verdaderos “shrinks” (quiere decir literalmente “encoger” o “encogedor”, es decir este calificativo ha tornado a ser literalmente verdad, los antipsicóticos encogen el cerebro) como ya se nos llamaba cuando yo moceaba.
Todo esto está obtenido de revistas convencionales, del establishment y prestigiosas. No estamos tratando de antipsiquiatría ni siquiera de psiquiatría crítica. Los datos se refieren a la esquizofrenia puesto que es en esta entidad donde hay un corpus importante de investigación independiente, al menos en parte, pero serían aplicables a otras situaciones. Mientras que en los altos niveles de la psiquiatría hay una especie de crisis con respecto a la esquizofrenia y llamadas a la prudencia con respecto al uso de antipsicóticos en otras entidades clínicas, a niveles reales las prácticas prescriptivas siguen igual y de hecho continúa la expansión del uso de antipsicóticos en grupos como ancianos, discapacitados, y niños con problemas de aprendizaje y conducta.

ENGAÑANDO A LOS ABUELOS

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Por qué los ancianos son el blanco preferido por los estafadores

Científicos encuentran el centro de la incredulidad del cerebro. Su deterioro debilita la capacidad de distinguir engaños

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Por qué los ancianos son el blanco preferido por los estafadores
Un grupo de investigadores ha localizado el área del cerebro en la que residen la credulidad y la duda. Una zona que puede explicar —al menos en parte— por qué hay personas más crédulas y otras más escépticas. Por qué los ancianos y los niños pequeños son más susceptibles a creer cualquier cosa y, por tanto, de ser engañados.
El estudio comparó la credibilidad que otorgaban a distintos anuncios una serie de personas separadas en tres grupos. Algunas con una lesión en la zona «sospechosa», otras con daños cerebrales varios y, por último, sujetos sanos. Según sus resultados, los pacientes con lesiones en la zona ventromedial del córtex prefrontal (vmPFC) —situada a la altura de la frente, sobre los ojos— eran casi dos veces más crédulos que los demás. Incluso cuando se les señalaban las afirmaciones difíciles de creer y se les apuntaban los motivos para dudar.
«Este estudio es el primero que ofrece evidencias directas y no anecdóticas de que daños en la zona ventromedial del córtex prefrontal aumenta la credulidad», explican los investigadores en su artículo, publicado en la revista científica Frontiers in Neuroscience.

Los ancianos, más vulnerables

Las personas mayores son más susceptibles a ser víctimas de afirmaciones malintencionadas, exageraciones y estafas. Un estudio del Instituto Nacional de Justicia de EE.UU. cifró en el 12% el porcentaje de estadounidenses de más de 60 años de los que alguien se había aprovechado para sacar provecho económico. Si se suman otro tipo de engaños, evidentemente el porcentaje aumenta.
Los científicos responsables de este trabajo ofrecen una explicación al fenómeno. «Hemos postulado que buena parte del proceso de poner en duda algo en lo que previamente se creía recae sobre la vmPFC. Ésta, en ancianos, tiene tendencia a perder de manera brusca su integridad estructural y su funcionalidad asociada», explican. «Postulamos, por tanto, que la vulnerabilidad a información capciosa, a engaños y al fraude en ancianos es el resultado de un déficit en el proceso de la duda, del que se encarga ésta zona».
Aproximadamente a partir de los 60 años, la zona en cuestión empieza a «estropearse», explica Daniel Tranel, miembro del grupo que ha llevado a cabo la investigación. Aun así, aclara, el ritmo al que se produce el deterioro puede variar mucho de persona a persona.

Test de credulidad

A los participantes en el estudio —21 con daños en vmPFC, 18 con otras lesiones en el cortex prefrontal y otros sanos— se les mostraban una serie de anuncios claramente engañosos. Después se les preguntaba cuánta credibilidad le daban, y si comprarían el producto anunciado.
Los pacientes con lesiones en vmPFC fueron el doble de crédulos. Aceptaban como válidas las afirmaciones de los anuncios casi dos veces más que el resto de grupos. Incluso cuando se les señalaba que eran engañosos y los motivos. También estaban más dispuestos a comprar dicho producto, aun después de las pertinentes explicaciones.
«Desde el punto de vista del comportamiento, suspendieron el examen en todos los sentidos», explicó Natalie Denburg, supervisora durante estos tests. «Se creyeron los anuncios más que los demás, y también demostraron más intención de comprarlos. Analizados en su conjunto, fueron los más vulnerables a ser engañados». Aun así, constató, el número de pacientes del estudio es pequeño para sacar conclusiones definitivas.
Un grupo de investigadores ha localizado el área del cerebro en la que residen la credulidad y la duda. Una zona que puede explicar —al menos en parte— por qué hay personas más crédulas y otras más escépticas. Por qué los ancianos y los niños pequeños son más susceptibles a creer cualquier cosa y, por tanto, de ser engañados.
El estudio comparó la credibilidad que otorgaban a distintos anuncios una serie de personas separadas en tres grupos. Algunas con una lesión en la zona «sospechosa», otras con daños cerebrales varios y, por último, sujetos sanos. Según sus resultados, los pacientes con lesiones en la zona ventromedial del córtex prefrontal (vmPFC) —situada a la altura de la frente, sobre los ojos— eran casi dos veces más crédulos que los demás. Incluso cuando se les señalaban las afirmaciones difíciles de creer y se les apuntaban los motivos para dudar.
«Este estudio es el primero que ofrece evidencias directas y no anecdóticas de que daños en la zona ventromedial del córtex prefrontal aumenta la credulidad», explican los investigadores en su artículo, publicado en la revista científica Frontiers in Neuroscience.
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