martes, 11 de diciembre de 2012

Morfina: barata y eficaz pero un lujo para millones

Hospital en Colorado, EE.UU.
En los países ricos, todos los pacientes tienen acceso a la morfina.
Es barata, eficaz y fácil de administrar. Entonces ¿por qué millones de personas en el mundo mueren con dolor por no acceder a la morfina?
En una cama de la guardia del hospital Mulago en la capital de Uganda, Kampala, yace una anciana llamada Joyce.
Retuerce las sábanas, con el rostro contorsionado por el dolor. El esposo de Joyce se inclina sobre ella.
Joyce tiene un cáncer que se ha extendido por todo su cuerpo y hasta hace unos días recibía morfina. Pero se acabó.
"Ella siempre tenía dolor", dice una enfermera. "Describe el dolor como intenso, un dolor que se le mete en los huesos".
El gobierno de Uganda fabrica y distribuye su propia morfina para uso hospitalario, pero la mala gestión hace que el suministro sea irregular.
"Estamos en una situación muy difícil", dice Lesley Henson, especialista en dolor que trabaja en la guardia del Hospital Mulago. Esta británica tiene pacientes cuyo dolor se ha mantenido bajo control con morfina, pero ahora se les está acabando.
En muchos sentidos, la morfina es un fármaco excelente para los países en desarrollo. Es barato, eficaz, y simple y fácil de administrar por vía oral.

Morir con dolor

Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, cada año más de cinco millones de personas con cáncer mueren con dolor al no tener acceso a la morfina.
"El hecho de que lo que se interpone entre ellos y el alivio de ese dolor es un medicamento que cuesta dos dólares por semana, creo que es realmente inconcebible", dice Meg O'Brien, directora de la Iniciativa de Acceso Global para el Alivio del Dolor, una organización sin fines de lucro que aboga por un mayor acceso a la morfina.

Morfina

  • Proviene de la amapola
  • Fue descubierta en 1804
  • Comercializada por primera vez para el alivio del dolor en 1817
  • Recomendada por la OMS para el alivio del dolor en ciertas circunstancias
O'Brien dice que en los países más acomodados, como Reino Unido y Estados Unidos, hay suficiente morfina para tratar al 100% de las personas con el dolor, pero en los países de bajos ingresos hay sólo para el 8%.
En muchos países de bajos y medianos ingresos -150, según algunos cálculos- la morfina es casi imposible de conseguir. Algunos gobiernos no la proporcionan, o la limitan estrictamente por miedo a que se use para producir heroína.
Y muchos médicos son reacios a recetar morfina, por temor a que sus pacientes se vuelvan adictos, aunque los estudios han demostrado que rara vez sucede.
En India, si uno puede conseguir morfina depende en gran medida del lugar donde recibe tratamiento.
El Hospital Tata Memorial de Bombay, un centro médico moderno y bien equipado, no tiene ningún problema para conseguir morfina para los pacientes.
"Tenemos todos los medicamentos necesarios", dice Mary Ann Muckaden, jefa de alivio del dolor en el hospital. "A nosotros nunca se nos acaba".
Sin embargo, en otras partes del país la historia es muy diferente. Muckaden estima que sólo entre el 1% y el 2% de los indios con dolores causados por el cáncer accede a la morfina.

Burocracia

Dinesh Kumar Yadav, de 28 años, llegó al Tata Memorial luego de hacer un viaje en autobús de 30 horas desde su casa para conseguir morfina para su esposa.
Él cuenta que su mujer está en cama con dolores, pero no puede conseguir morfina en el estado del norte de India donde viven.
Muckaden dice que parte del problema es la burocracia asfixiante.
"Muchos médicos en el norte no quieren atravesar el riguroso proceso para obtener la licencia para almacenar morfina", explica.
Hay un lugar en India donde no hay barreras para la morfina: el Centro de Cuidados Paliativos CIPLA, en la ciudad de Pune, en el estado de Maharashtra. Pero incluso allí todavía hay desafíos.
Uno no los ve si camina por los bellos jardines y los patios con fuentes y senderos bien cuidados, o en los hermosos edificios con salas espaciosas, cada una bautizada con el nombre de una flor.
Uganda
La morfina cuesta sólo dos dólares por semana.
"Esto es el cielo en la Tierra", dice Asha Dikshit, cuya madre llegó aquí el año pasado en las últimas etapas de un cáncer de mama.
"Ella estaba en agonía. Su hombro se había dislocado y no se lo podían colocar de nuevo”, cuenta Dikshit. "Tenía dolores en la espalda y, a veces, alucinaciones".
No obstante dice que su madre murió en paz gracias a la morfina.
Todos los pacientes en este centro tienen cáncer y la atención es gratuita. El fabricante de medicamentos genéricos indio Cipla suministra la morfina y paga todos los gastos.
Pero aún con todas las bondades del centro, la tasa de ocupación es de sólo el 60%. Una gran razón, dice su directora, Priya Kulkarni, es la preocupación de los propios pacientes respecto a la morfina. A menudo piensan que morfina es sinónimo de muerte y se echan atrás cuando los médicos se la recetan.
Kulkarni dice que muchos oncólogos locales no quieren enviar a los pacientes aquí por esa razón.
"Ellos no quieren dejar de darles esperanza", dice. "Y decirles algo como 'lo voy a derivar a un especialista paliativo' de forma indirecta es como decirles 'no hay nada más que pueda hacer por usted'".

A pesar de todos los obstáculos que enfrenta el uso de la morfina en el mundo en desarrollo, Kulkarni y otros especialistas dicen que las cosas están empezando a cambiar.
En países de bajos ingresos, el consumo de morfina aumentó hasta diez veces desde 1995, de acuerdo con la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Y varios países donde hasta hace pocos años no había morfina -como Uganda- por lo menos tienen algo hoy.

Cuestión de suerte

De vuelta en el hospital de Kampala -que se quedó sin morfina y donde Joyce, la paciente con cáncer, no pudo recibirla– la especialista en cuidados paliativos Leslie Henson tiene un poco de suerte.
Después de atender a su paciente, se mete en una oficina, mira una estantería y ve una botella olvidada de morfina. Es suficiente para el tratamiento de dos o tres personas.
"Con suerte, vamos a dársela y ver lo que podemos hacer", dice mientras regresa a la habitación de Joyce.
Poco después, un médico administra la morfina.
Joyce sonríe. Su cara se relaja. Y su marido mira extasiado.

Le pregunto a Joyce si ella está feliz de haber conseguido la morfina. Es su esposo quien responde: "Muy feliz".
Otras personas en el hospital seguirán con dolor. No hay suficiente morfina para todos, pero durante las próximas horas, por lo menos, Joyce no sentirá dolor.