lunes, 24 de diciembre de 2012

PARTOS DELIVERY

“En el nacimiento, la medicina sólo tiene que estar y cuidar”

Por Luis Sartori

Para ayudar a parir hay que saber nacer: “Mi viejo, psiquiatra, estaba de guardia en el Borda –cuenta Claudia Alonso (44)–, mi mamá decía que tenía un dolor y mi viejo no le creía. Entonces ella y mi abuela se fueron para el sanatorio Anchorena. El médico no llegaba. Mi papá llegó antes. Y le decía que no pujara, que esperara al médico (se ríe). Pero ella estaba muy resuelta y me cuenta que mi nacimiento fue muy fácil. Que el médico apenas pudo ponerse los guantes para atajarme, digamos” . Apareció por el mundo un 2 de abril de antes de Malvinas, y se ve que no carga con el “trauma de nacimiento” (eso de “no sabés lo que sufrí cuando vos naciste”). Tiene un hermano ocho años menor –parto natural, como ella– pero en el medio su familia también atravesó el drama: una hermanita sietemesina mortalmente anémica, que nació por cesárea. Tres partos, la vida y la muerte ya en la infancia de esta mujer que quiso esquivar el destino paternal de la medicina (fabuló con Veterinaria, se ilusionó con Diseño Gráfico, cursó Arquitectura, probó teatro) y recién cuando pisaba los 30 decidió su especialidad. Pionera en los derechos de la mujer al parir, asistió en el nacimiento de unos 500 bebés –dice que “s on poquitos porque nunca quise entrar en prepagas ni obras sociales” – y coordina el programa de UNICEF Maternidad Segura y Centrada en la Familia . A fines de 2000 fue una de las fundadoras de la ONG Dando a Luz , y en el arranque de 2013 asumirá su presidencia.
¿Qué recuerda del primer parto que asistió?
Fue en el último año de Medicina. Estaba de guardia en San Fernando. Fue como ¡guau! Y eso que fue un nacimiento poco cuidado: la partera estaba fumando en sala de partos. De ese nacimiento me impactó lo salvaje, lo primitivo. Nunca había visto algo tan primario. Me conmovió. Porque igual se sintió esa cosa mística. A pesar de todo lo que se sabe del nacimiento, de la obstetricia, siempre siento que hay algo que no termina de ser explicado.
¿Qué palabra le pondría?
La palabra prohibida de la ciencia: magia (vuelve a reír). Aquello que la ciencia pretende aniquilar.
¿Se recibió y estuvo a punto de abandonar?
En primer año de la residencia en el Alvarez. Ser residente es como hacer la colimba: todavía existen las guardias de castigo. Había elegido gineco y encima siempre me cagaban a pedos porque me decían que hacía todo mal. Sentía que eso no era para mí.
¿Por qué le gustó ginecología?
Porque no abarcaba una patología: no era ojos, gastroenterología, traumatología. Era la salud de la mujer. Y además empecé a ver cómo la salud atraviesa lo social ... me cautivó cómo afecta la vida de las mujeres todo el entramado social.
Iba mal pero sobrevivió y siguió.
Al final de ese primer año me tocó rotar por la guardia de Roberto Wasserman. Era el hippie, el loco, el que el jefe de servicio odiaba. Y ahí vi por primera vez cómo nacía un bebé sin tener que hacer nada más que mirar y esperar. Había cosas que yo venía viendo y no entendía por qué se hacían: por qué se tenía a la mujer acostada todo el tiempo, por qué se le rompía la bolsa. Cosas que se van repitiendo de un residente al otro. Aparte era muy malo cuestionar al residente más viejo. Y yo preguntaba por qué. Ni hablar de cuestionar al obstetra de guardia.
¿Se sienten un poco dioses?
Sí, sí. No solamente dioses porque son médicos sino dioses porque están ahí en ese momento de transición. Parece que el nacimiento se produjera porque ellos están ahí.
¿Era de discutirles fuerte?
Sí. Ya desde chica tenía una cosa bastante justiciera. De denunciar la injusticia. O de reparar. Si una cosa no estaba bien la decía, y si había una injusticia tenía que hacer algo. Siempre me molestó mucho que se abusaran de la gente con problemas o menos recursos para defenderse.
¿Qué le transmitió ese médico clave para su futuro?
Aprender a mirar lo que estaba pasando en vez de estar metiendo mano. A la mujer no hace falta cortarle la vagina, porque el bebé sale tan suavemente... Vi que había otra manera de trabajar, más placentera para la madre y para los médicos.
¿A la madre le duele cuando el bebé hace movimientos para salir?
Nooo. Lo que se sufre es que te apuren, que te digan ¡tenés que empujar así, tenés que respirar asá! Que te estén dando órdenes. Casi siempre te hacen sentir que estás haciendo todo mal.
  ¿Eso es la violencia obstétrica?
Sí. Ya está tipificada, hay una ley (la 26.485) que dice que es aquella donde se provee un trato deshumanizado o cruel, se patologiza un proceso que es fisiológico, y hay un exceso de intervenciones. Eso se fue construyendo. Me parece que Dando a Luz tuvo mucho que ver en ir diseminando un discurso que ni siquiera desde el feminismo estaba tomado: el parto como ámbito donde se ejerce violencia.
(Claudia tuvo a su primer hijo, Juan -16-, en una clínica, cuando todavía era residente. “Fueron súper amables conmigo, pero no nos entendimos”. Se salvó de la cesárea; no del corte de la vagina ni de la inyección peridural para apurar el parto. Por eso decidió parir a Helena -13- en su departamento, bajo el cuidado de un colega de la escuela de Wasserman... que llegó tarde).
¿Qué sintió en ese segundo parto en el que fue su propia partera?
Cuando salió Helena todo, todo, todo se justificó. Fue como acceder a una verdad. Una sensación de haber entendido algo... revelado. Algo muy espiritual. Entendí la vida, el universo.
Usted habla del “tiempo” del nacimiento.
El parto es un proceso. Tiene su tiempo y en cada mujer puede ser diferente. Está descripto en los libros: puede durar de 8 a 12 horas en una primeriza, las contracciones “tienen que ser rítmicas, intensas, regulares”. Pero no somos una máquina. Las contracciones pueden frenarse por montones de cosas.  ¿Qué tendría que hacer la medicina ante el nacimiento?
Cuidarlo. La medicina tiene que cuidar a la gente. No tiene que dirigir, condicionar. Cuidar es, simplemente, estar. Estar disponible, ver qué necesita la mujer: que yo esté, que me vaya un ratito, o estar con el marido.
¿Hay un mejor lugar para nacer?
El mejor lugar para nacer es donde la mujer se sienta más cuidada y contenida. Idealmente estaría buenísimo que los partos fueran en la casa. No me parece que haya que medicalizar el nacimiento ni la muerte. Pero no todos los nacimientos pueden ser en la casa. Tiene que haber condiciones: un embarazo normal, una mujer sana, todo tiene que venir bien.
¿Crecieron los partos en casas?
Prácticamente están erradicados: tenemos un 99% de partos institucionales. Pero la mortalidad materna sigue sin modificarse en 30 años.
¿De cuánto es?
La última cifra es de 2010: 44 por 100 mil. Y siguió subiendo. Chile tiene 6 por 100 mil. Con Chile y con Uruguay tenemos mucha diferencia.