La industria farmacéutica parece estar cerca de cumplir uno de sus
mayores –y más rentables– sueños: la creación de una pastilla que
consiga que la libido de las mujeres esté siempre en forma y que acabe
con el
deseo sexual hipoactivo (DSH),
un problema que aqueja al 80% de las pacientes que acuden a una
consulta sexológica. Si los experimentos van por buen camino, y eso
parece según dicen los expertos, Lybrido estaría en el mercado en 2016 y
muchos ya pronostican que
las consecuencias de este fármaco en
la vida sexual de las mujeres y de sus parejas estarían a la altura de
las que acarreó la invención de la píldora anticonceptiva en 1960.
¿Se imaginan poder disponer de un interruptor que encienda nuestra
libido cuando más nos convenga? ¿Seguir sintiendo el mismo deseo por la
pareja, aún después de años de relación? ¿Conseguir que el estrés no
venga a la cama y se acueste con nosotras? ¿Demasiado bonito para ser
verdad?
Hasta ahora los intentos por crear una “Viagra femenina” –mal llamada
así porque lo que entendemos por Viagra no aumenta el deseo en los
hombres, sino que les permite la erección– no habían sido demasiado
exitosos y los profesionales combatían el DSH con derivados de la
testosterona, como los parches Intrinsa. El pasado año
Tefina irrumpió
en el mercado. Se trataba de un gel intranasal basado también en esta
hormona que, inhalado dos horas antes de la actividad sexual, aumentaba
la libido y, al mismo tiempo, mejoraba el riego sanguíneo en los órganos
genitales, lo que facilitaba el orgasmo. Lo novedoso de este fármaco no
era tanto su composición sino su aplicación, solo cuando la situación
lo requería, como ocurre con la Viagra.
“
Activar el mecanismo del deseo en las mujeres es tarea difícil cuando
no se debe a causas orgánicas, lo que también ocurre a veces”, apunta
la doctora Mª Fernanda Peraza, especialista en andrología y salud sexual
del Centro de Urología, Andrología y Salud Sexual de Palma de Mallorca.
"Puede haber factores físicos que bajen la libido, como la menopausia
natural o quirúrgica, hipo o híperfunción de las glándulas tiroides o
adrenales y alteraciones estructurales uroginecológicas que produzcan
dolor como vulvovaginitis infecciosas o defectos del suelo pélvico",
añade.
Pero
en la mayoría de los casos, el origen de la falta de ganas está en nuestra cabeza. El
urólogo Juan Ignacio Martínez, en declaraciones a El País, comparaba la
sexualidad masculina con un interruptor y la femenina con el cuadro
eléctrico de un avión, con muchas funciones, pero también más difícil de
arreglar.
"El deseo en la mujer es muy complejo", comenta el médico sexólogo
Santiago Frago, codirector de Amaltea, una asesoría de sexo para
mayores, "y depende del ambiente amoroso, de la relación de pareja, de
la situación en la que está inmersa. La libido femenina es más
vulnerable que la del hombre. Lo que ocurre también en la mujer es que,
con la edad, va perdiendo parte de ese romanticismo y volviéndose,
digamos, más práctica, por lo que es muy probable que el deseo en una
mujer sin problemas de este tipo aumente con los años.
Ellas viven su apogeo sexual alrededor de los 45 años".
¿Qué aporta entonces Lybrido a la larga lista de intentos de poder
controlar ese sofisticado cuadro de mandos? Su creador, el doctor
holandés Adriaan Tuiten, se decidió a desarrollar una píldora que
activase el deseo sexual femenino después de que su novia, con la que
llevaba más de diez años, le abandonara. De una cosa estaba seguro
cuando empezó con sus investigaciones:
solo sería efectiva si actuaba a nivel cerebral, no físico.
Parece evidente que hay neurotransmisores que juegan papeles decisivos
en el desarrollo del deseo sexual, pero hay dos especialmente
importantes: la testosterona, que provoca la segregación de dopamina, y
la serotonina, que hace que su presencia disminuya. Las píldoras del
doctor Tuiten –ha diseñado dos versiones hermanas–, elevan temporalmente
los niveles de dopamina, logrando así que aumente la excitación. Ambas
tienen testosterona, pero su composición es distinta. Lybrido contiene
un elemento similar al de la Viagra que aumenta el flujo sanguíneo en
los genitales, algo que ayudaría a la testosterona a aumentar el deseo.
Lybridos, por su parte, incluye un compuesto llamado buspirone usado
para combatir la ansiedad. Si se toma a diario, aumenta los niveles de
serotonina, pero al tomarlo en un primer momento, su efecto es el
contrario: suprime los niveles de serotonina en el cuerpo, lo que
conlleva un aumento de la dopamina.
Un dato importante que debemos tener en cuenta en el estudio del doctor
Tuiten con sus pastillas es el hecho de que las mujeres que participan
en él son
todas casadas, ya que parece que este colectivo, el de las que tienen pareja estable, es el que más acusa la falta de deseo. El
psicólogo Dietrich Klusmann, de la Universidad de Hamburgo-Eppendorf
(Alemania), realizó un estudio con la participación de 1865 estudiantes
entre los 19 y los 32 años, todos ellos con pareja estable, que tituló:
Sexual Motivation and the duration of partnership
( Motivación sexual y duración de la pareja) y del que se derivaban
tres conclusiones: 1. La actividad y la satisfacción sexual disminuyen
en hombres y mujeres con pareja estable con el paso del tiempo; 2. El
deseo sexual solo baja en las mujeres; 3. La necesidad de cariño aumenta
en mujeres y disminuye en hombres conforme avanza la relación. La
teoría de que la monogamia puede ser la mejor arma para destruir el
deseo femenino la sustentan también los sexólogos Sarah Murray y Robin
Milhausen, de la Universidad de Guelph, en Ontario (Canadá), en otro
trabajo al respecto publicado en la revista Sex & Marital Therapy,
en el que básicamente mantienen que cuanto más tiempo pasa una mujer en
una relación, menos deseo sexual siente.
Si esta idea fuera cierta, sería contraria al tópico con el que hemos
crecido y que dice que los hombres son por naturaleza más promiscuos –su
semen debe cubrir al mayor número de hembras posible, para asegurar la
supervivencia de la especie–; mientras que la mujer encaja más en la
monogamia, el entorno ideal para formar una familia y criar a sus hijos.
El periodista norteamericano, Daniel Bergner en su reciente libro
What Do Women Want? Adventures in the Science of Female Desire
(¿Qué quieren las mujeres? Aventuras en la ciencia del deseo femenino,
Ecco) acaba con los tópicos trasmitidos de generación en generación
sobre el deseo femenino. Lo iguala en poder y fuerza al del hombre,
niega
que la mujer haya sido diseñada para la monogamia y que el deseo en
ella deba ir acompañado de una cierta idea de romanticismo. En un artículo que escribía recientemente para
The New York Times Magazine
y en el que analizaba los vericuetos de uno de los mayores retos de la
industria farmacéutica actual –la búsqueda de la “Viagra femenina”– se
planteaba si el problema de estas nuevas píldoras no será tal vez el de
que funcionan demasiado bien, y barajaba la posibilidad de que la Food
and Drug Administration (FDA), el organismo que en EEUU da el visto
bueno a los medicamentos para su posterior comercialización, las rechace
ante el temor de una nueva raza de mujeres con el poder de controlar y
aumentar su voracidad sexual.
El
sexólogo Santiago Frago se muestra algo escéptico ante los posibles resultados milagrosos
de este fármaco, reconoce que el problema de falta de deseo se acusa
casi siempre cuando se tiene pareja y reivindica: "Tenemos que poder
permitirnos no tener deseo. Es perfectamente normal pasar por épocas en
las que la libido esté más baja”. Y continúa: “La testosterona solo es
recomendable cuando los análisis determinan que hay unos niveles bajos
de esta hormona. Mi experiencia en la consulta es que el 90% de las
mujeres que tienen DSH muestran niveles de testosterona perfectamente
normales y, si se les administra más, pueden aparecer efectos
secundarios muy poco deseables, como agresividad, crecimiento del vello,
insomnio o aumento de peso”.
¿Conseguirá una píldora excitar a las mujeres y, si lo hace, ¿significa eso lo mismo qué sentir deseo?
¿Y si realmente funciona esta pastilla, habrá que inventar otra para que, consiga desengancharnos del sexo?
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