“El deseo sexual de las mujeres se mantiene invariable con el paso de los años, e incluso aumenta, lo único que
pierden más rápido es el interés en sus parejas, algo que confundimos con la falta de libido”, explica
Kimberly Russell, investigadora en biología evolutiva, en el informe
Evolución y comportamiento de los sexos,
que resume las conclusiones de un máster de la Universidad de Tennesse
con el mismo nombre. Una perspectiva enfrentada a las teorías evolutivas
clásicas, según las cuales el hombre tiende más a la poligamia como
estrategia para asegurar su descendencia, mientras que las mujeres son
monogámicas por naturaleza para salvaguardar la crianza de los niños.
Nada
más lejos de la realidad, insiste Russell, pues “todos los estudios
científicos corroboran la hipótesis de que las mujeres tienden tanto o
más a la poligamia que los hombres, pues las hembras de todas las
especies se aparean con más machos de los que son necesarios para la
fecundación”. De este modo,
el matrimonio no es más que una construcción cultural, “muy necesaria para el bienestar de las personas,
pero que no se puede justificar desde el punto de vista evolutivo”,
matiza la bióloga. En cuestión de libido, se puede decir que la calidad
es sinónimo de diversidad, por lo que “
el deseo disminuye en el matrimonio en favor de los estímulos sexuales hacia otras personas”.
La
pérdida de interés entre las mujeres hacia la pareja con la que han
tenido descendencia, a medida que pasan los años, es directamente
proporcional al deseo que levantarían en ellas otros hombres. “
La libido femenina es más exigente que la de los hombres,
quienes pueden mantener el deseo sexual hacia sus parejas durante mucho
más tiempo”, apunta la investigadora relativizando así la supuesta
naturaleza monogámica de las mujeres. Por tanto, el deseo sexual,
independientemente de la edad que se tenga, es similar para ambos sexos.
La represión de la libido como adaptación social
Una teoría que, según Russell, se demuestra por el hecho de que los machos de todas las especies han desarrollado “
una gran variedad de estrategias para combatir la infidelidad femenina,
siendo la vigilancia una de las más comunes”. Entre los seres humanos,
añade, esas estrategias forman parte de la propia cultura y las normas
sociales. Es decir, el matrimonio, por ejemplo, es una de las formas más
comunes para que el inevitable deseo de las mujeres por otros hombres
no conduzca al sexo.
Las hembras de todas las especies se aparean con más machos de los que son necesarios para la fecundación
Las
estrategias de autocontrol de las mujeres también beben directamente de
las convenciones sociales. “Por un lado, la cultura y la sociedad
empujan a las mujeres a autoconvencerse de que tienen menos interés por
el sexo que los hombres, y por otro lado se les hace ver que la
poligamia provoca rechazo social”, por lo que evitarla es la mejor forma
de inclusión social. Sin embargo,
estos mecanismos no son tan exigentes en el caso de los hombres, lo que contribuye a extender el mito de que tienen más deseo sexual.
Debido a esta “eficaz” estrategia psicológica,
las mujeres aprenden a interiorizar la monogamia.
Algo que para Russell conlleva más beneficios que perjuicios. Entre
estos últimos se encuentra el hecho de que reprimir los instintos
físicos y hacer caso omiso a la excitación acarrea malestar físico, pero
al mismo tiempo genera un gran bienestar psicológico al reforzar los
vínculos con la pareja y mantener la cohesión familiar.
Trabajar las motivaciones para evitar la frustración en el matrimonio
La
capacidad que desarrollan las madres de familia para reprimir el deseo
sexual fuera del matrimonio “se está confundiendo con la falta de
libido”,
un diagnóstico clínico erróneo, en opinión de Russell.
En realidad, dice, se trata de “aburrimiento sexual y hay que combatirlo
con todas la técnicas que estén a nuestro alcance”, pero no con otros
tratamientos enfocados a despertar la libido, básicamente fármacos como
la incipiente
viagra femenina, ya que se equivocan de raíz en la causa del problema.
El éxito del
best seller de
Daniel Bergner Qué quieren las mujeres (Ecco)
ha contribuido a darle la vuelta a la creencia popular de que las
mujeres buscan más el compromiso de sus parejas que los hombres, así
como a derrumbar la falsa idea de que éstas pierden prematuramente la
libido porque
“al ser madres se autorrealizan y consideran que ya han conseguido todo lo que buscaban”.
El problema no es físico, sino psicológico. Esto significa entonces que las
estrategias para realimentar el deseo sexual
dentro del matrimonio deben enfocarse a aspectos motivacionales
relacionados con la neurociencia, en lugar de “atiborrarse de hormonas”.
En caso contrario, sentencia Russell, se caerá en el aburrimiento y,
peor aún, en la frustración matrimonial.