martes, 6 de agosto de 2013

SER ALTRUISTA Y COLABORADOR TRAE PREMIO

La evolución castiga a los egoístas

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Darse la mano
El egoísmo no aporta ninguna ventaja evolutiva. Al contrario, ser colaborador compensa a largo plazo.
Esta es la idea que sugiere una nueva investigación, y que desafía teorías anteriores que indicaban justo lo contrario.
Un equipo de científicos analizó un modelo del "dilema del prisionero", un problema fundamental de la teoría de juegos, que es el estudio matemático de las estrategias en procesos de decisión.
Los investigadores sostienen que su trabajo, publicado en la revista Nature Communications, muestra que la especie humana se habría extinguido si sólo exhibiera características egoístas.
La teoría de los juegos plantea escenarios con situaciones de conflicto o cooperación. Esto permite a los científicos desentrañar complejas estrategias de decisión y establecer por qué emergen cierto tipo de comportamientos entre los individuos.

Prisión o libertad

Flamencos
Humanos y animales no sobrevivirían siendo egoístas en un entorno cooperativo, dicen los científicos.
Un equipo de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, usó el modelo del dilema del prisionero, en el que dos sospechosos que son interrogados en celdas separadas deben decidir si traicionar o no al otro.
En este modelo se ofrece a cada persona la libertad a cambio de delatar al otro, lo que hará que sea encarcelado por seis meses.
Sin embargo, esto ocurrirá sólo si el oponente elige no delatar.
Si los dos "prisioneros" eligen confesar (traición), los dos deberán pasar tres meses en prisión, pero si los dos deciden no hablar (cooperación) los dos obtendrán una pena de sólo un mes de cárcel.
El matemático estadounidense John Nash demostró que la estrategia óptima para el dilema del prisionero es no cooperar.
"Durante muchos años mucha gente se ha preguntado por qué, si Nash está en lo correcto, vemos cooperación en el reino animal, en los humanos y en el mundo de los microbios", dice Christoph Adami, autor del estudio e investigador de la Universidad Estatal de Michigan.

Extinción por maldad

La respuesta, según Adami, es que no se ha tenido en cuenta la comunicación.
Abrazo
Para evolucionar, la cooperación es clave.
"Los dos prisioneros interrogados no pueden hablar entre ellos. Si lo hicieran, harían un pacto y estarían en libertad en un mes. Pero si no se comunican entre ellos, se ven tentados a delatarse", explica el investigador.
"Ser mezquino puede dar ventajas en el corto plazo, pero ciertamente no a largo plazo. Nos extinguiríamos."
Estos hallazgos contradicen los de un estudio de 2012 que sostiene que las personas egoístas sacan ventaja de compañeros más cooperativos.

¿EL GEN EGOÍSTA?

En 1974, Richard Dawkins publicó su visión de la teoría de la selección natural de Darwin centrada en los genes.
Dawkins sostiene que no son los grupos u organismos los que se adaptan para evolucionar, sino los genes individuales y que el cuerpo de cada ser vivo es una máquina de supervivencia para sus genes.
Andrew Coleman, de la Universidad de Leicester, explica que este nuevo estudio sugiere que la cooperación ayuda a que un grupo evolucione, pero no contradice la teoría evolutiva del gen egoísta.
En todo caso, dice Coleman, ayuda a que sobrevivan los genes egoístas al obtener las ventajas de habitar grupos cooperativos.
Denominada "estrategia mezquina y egoísta", se basa en que el participante conozca previamente la decisión de su oponente y adapte la suya en consecuencia.
Pero en un entorno evolutivo, conocer la decisión de un oponente no representaría una ventaja por mucho tiempo, ya que éste desarrollaría el mismo mecanismo de reconocimiento para conocer al otro, explica Adami.
Esto es exactamente lo que su equipo observó: que cualquier ventaja obtenida de la traición tiene una vida corta.
En su trabajo utilizaron un poderoso modelo computarizado para analizar cientos de miles de juegos, simulando un intercambio simple de acciones que tuvieron en cuenta comunicaciones previas.
"Lo que modelamos en la computadora eran cosas muy generales, decisiones entre dos comportamientos diferentes. Las llamamos cooperación y traición. Pero en el mundo animal hay toda clase de comportamientos que son binarios, por ejemplo volar o pelear", le dijo Adami a la BBC.
"Es casi como lo que tuvimos durante la Guerra Fría, una carrera armamentística. Pero estas carreras armamentísticas ocurren todo el tiempo en la biología evolutiva."
Y al final, según el investigador, prevalecen los grupos más colaboradores.

Insectos sociales

A propósito de este nuevo estudio, Adrew Coleman, de la Universidad de Leicester en el Reino Unido, opina que "pone freno a las interpretaciones excesivamente entusiastas" de la anterior teoría, que proponía la ventaja de las estrategias manipulativas y egoístas.
"Incluso a Darwin desconcertaba la cooperación que se observa en la naturaleza. Estaba particularmente fascinado por los insectos sociales", explica Coleman.
"Uno puede pensar que la selección natural debe favorecer a los individuos que son explotadores y egoístas, pero de hecho, después de décadas de investigación, sabemos que esta es una visión de las cosas muy simplificada, sobre todo si tenemos en cuenta la teoría del gen egoísta en la evolución."
"No son los individuos los que deben sobrevivir, sino los genes, y los genes utilizan organismos individuales – animales o humanos– como vehículos para propagarse", agrega el científico.

El principio del placer

Aquello que fue algo prohibido, hoy es materia de análisis y goce. El erotismo y sus representaciones son el eje de esta indagación que explora el lugar del deseo en la sociedad.

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Unas horas después de haberse despedido en el living de la librería Eterna Cadencia, luego de haber cerrado la charla con un apretón de sus brazos fuertes de señor robusto, Ercole Lissarsi –una de las perlas de la literatura uruguaya que acaba de desembarcar en la Argentina con una edición doble de El centro del mundo, 3 nouvelles calientes (Planeta) y el ensayo La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en Internet (Paidós)– hará llegar un correo electrónico a esta cronista: “De camino a mi siguiente compromiso anoté en mi libreta respuestas que también me parece que aportarían a la entrevista” y las adjunta en un documento de texto. Una carilla de apuntes en la que decía más o menos así: “Lo más difícil al escribir La pasión erótica fue la ausencia de herramientas conceptuales desde las cuales pensar adecuadamente el fenómeno erótico. Tuve que forjarme unos conceptos y tuve que redefinir otros conceptos que ya no servían, que obstaculizaban la reflexión porque eran ya anacrónicos. Conceptos como los de ‘paradigma amoroso’ y ‘paradigma fáunico’, ‘figura paradigmática’ o ‘cuerpo pornográfico’ los tuve que inventar para pensar mi objeto. Una antinomia conceptual como la de ‘arte erótico’ y ‘pornografía’ tuve que redefinirla, porque tal y como se la utiliza hoy no sirve, no es útil. Tuve que investigar cómo y para qué se origina esa antinomia, y cómo evoluciona, y qué contenido se le puede dar hoy para pensar la realidad actual de las representaciones de la sexualidad. Tuve que pensar desde cero la función que Satanás cumplía en la siquis del creyente medieval para darle el lugar adecuado en el paradigma fáunico. Tuve que elaborar una historia conceptual de la pornografía para comprender la historia del cuerpo pornográfico y su lugar en el paradigma fáunico. Hoy en día no existe una historia conceptualmente elaborada de la pornografía, que es el fenómeno cultural más importante de nuestro tiempo, no existen más que estudios parciales. Tuve que comprender la verdadera relación entre Casanova y el Don Giovanni de Mozart para iluminar un momento esencial en la evolución del paradigma fáunico. En esta tarea de invención, y reelaboración, y relectura estuvo lo más arduo de mi trabajo de escritura”.
El autor estructura el ensayo La pasión erótica a partir de un rastreo de aquellas manifestaciones culturales y artísticas que se han ocupado del Eros esencialmente desde el apetito sexual, el deseo y la curiosidad sexual. Lo que él denomina “paradigma fáunico”, genealogía en la que inscribe su obra de ficción.
Sus libros, cuenta, han sido desde que empezó a publicar en Montevideo, celebrados por una porción de público y condenados por otra gran parte. “Me han atacado como pornógrafo y perversor pero siempre con discursos vacíos de argumentación. Porque no hay un discurso sobre la erótica. De modo que lo tuve que armar…”

¿Entonces este ensayo surgió de una necesidad como autor de ficción?
Absolutamente. Como escritor de ficción tú necesitas un discurso, no que legitime, o que justifique o que soporte, pero sí que te permita a ti relanzar hacia delante la propia producción. El discurso crítico debiera de relacionar a la obra con el público, pero a la vez relanzar en la mente del escritor sus propios temas. En determinado momento yo no encontraba un discurso en el cual autorreferenciarme y relanzarme, de modo que dije: “Si nadie lo hace lo tengo que hacer yo. Tengo que ser el boxeador y el mánager a la vez”. A partir de allí surgió este libro, cuando tuve la única crisis de escritura en mi vida. Me di cuenta que necesitaba ese discurso y lo empecé a elaborar, un poco a tontas y locas…

El resultado puede leerse como un mapa de las manifestaciones artísticas en torno de la erótica, ¿por qué cree que este tema nunca fue tratado por la academia?
En primer lugar porque durante 2.000 años fue un tema prohibido, un tema marginal y la academia no trabajaba sobre esas cosas. De hecho, la actitud de la academia hacia autores que se adentraron, mismo en el siglo XX, en el terreno de la erótica fue de mantener cierta distancia, cierta reserva. En Estados Unidos, Henry Miller no es apreciado por la crítica, sigue siendo un escritor marginal, porque no tenía una formación intelectual, pero sobre todo porque sus temas fueron profundamente eróticos. La maldición sobre lo erótico, herencia de la cultura católica, influyó para que la academia no hiciera un tratamiento profundo sobre ello.

Ni siquiera se lo toma como tópico…
Y lo opuesto sucede con lo que yo llamo el paradigma amatorio o amoroso, ese siempre fue el tema de la academia. El amor es el cemento del mundo. Dios es amor… bla, bla, bla. Hay todo un organigrama sobre el tema. No es lo mismo con la erótica. Qué decir acerca de esa actividad frenética y muy poco elegante que es entregarse al deseo. Cuando digo erótica me refiero a la proporción de obras que tratan temas eróticos, o sea, del deseo. Y el mismo concepto de deseo es un concepto que no está trabajado.
El erotismo de Georges Bataille es el primer libro en la historia de Occidente que, desde el punto de vista del pensamiento, trata el erotismo y es de 1957. Muy pocos autores han trabajado el tema del deseo, el que más lo desarrolló fue Jacques Lacan. Acaba de ser editado su seminario El deseo y su interpretación , en el que él aborda específicamente la cuestión. Pero son temas que quedaron atrasados y no se van a poner al día con mi libro. Mi libro es sólo un mapa.
Usted menciona que el paradigma amoroso ha tenido históricamente un fuerte discurso, del que careció por años el paradigma fáunico, ¿puede pensarse a la erótica como más asociada a las imágenes…?
Yo no creo que sea así. Realmente pienso que el paradigma amoroso fue trabajado y retrabajado a lo largo del tiempo y se expresa de maneras muy diferentes, pero también el paradigma fáunico ha tenido figuras que provienen del discurso escrito. Yo le dedico un capítulo a Don Juan, una de las obras de la literatura que ha tenido mayor impacto sobre la cultura occidental, pero en ella no hay discurso. Sí lo hay en Molière, pero la obra de Molière fue levantada de cartel a los 15 días de su estreno y hasta fines del siglo XX no se volvió a representar. Ahí sí había un discurso, un poco de trinchera pero sí había un discurso sobre la cuestión. Hubo obras de erótica, algunas de gran calidad, como pueden ser las de Petro Aretino, Molière o Giacomo Casanova pero no había un tratamiento explícito de una cierta manera de encarar el mundo como sucedió siempre con el amor. Eso no existía del otro lado. Había obra escrita pero no tenía la voluntad de reflexión como para autodefenderse como pensamiento.

El discurso del ser que encarna el deseo sólo logró instalarse con el tiempo. Pero usted se refiere en la actualidad al imperio del cuerpo pornográfico como una mera exhibición del cuerpo. ¿Se trata de un retorno a un paradigma que niega el discurso propio?
Entiendo el razonamiento. Efectivamente llevó mucho tempo para que el paradigma fáunico fuera capaz de establecer un discurso que enunciara su filosofía de vida, su designio en el mundo y en la cultura. Llevó muchísimo tiempo. Las obras son siempre reprimidas, dejadas de lado. La obra de Molière desapareció. Con Casanovas pasó lo mismo, él murió dejando papeles que se empezaron a publicar muy recortados, muy distorsionados. La obra permaneció de manera clandestina y subterránea a lo largo del siglo XIX y recién en 1961, por primera vez, se editó el texto tal y cual está en los manuscritos. Ese discurso, el propio discurso del paradigma fáunico cuando consigue aflorar es atacado, reprimido, prohibido. Hoy, en los tiempos de la permisividad, no hay ningún discurso que esté prohibido. El discurso del placer está entre nosotros y no puede retroceder. Será más o menos claro, pero ya está entre nosotros, forma parte de nuestras vidas la opción por el placer. La pornografía viene de fuera a instalarse en este juego, viene de hecho, de la más profunda marginalidad. De alguna manera, el discurso y ese concepto que inventó de ‘cuerpo pornográfico’, proviene de afuera de la cultura y se expresa de la manera en que encuentra para expresarse. Es cierto que el desarrollo rapidísimo de la tecnología de la imagen ha hecho que se convierta en la manera predilecta aunque no la única. Entonces, se da una cosa que es una especie de cierre de ciclo, de retorno absoluto a esa diseminación absoluta, infinita de las imágenes. En la Grecia clásica había una fuerte diseminación de imágenes fáunicas, estaban las imágenes por todos lados. Tal cual hoy vivimos la pornografía. Es igual, de alguna manera se cerró un ciclo para el paradigma fáunico cuando vivimos esta explosión.

¿Considera que eso atenta contra el deseo?
Es uno de los grandes temas el lugar del deseo en la sociedad pornografizada. ¿Qué lugar le queda, qué es lo que tiene para decir y cómo tiene que decirlo? En Historia de la sexualidad Michel Foucault ya sugirió que nuestra cultura avanzaba hacia el agotamiento del deseo. Es un tema que para mí es absolutamente central. ¿En qué medida la pornografización de la sociedad mata a esa fuerza extraña y misteriosa que nos lanza hacia otra persona? Implicaría pensar que el deseo es en realidad una formación psíquica temporal, relativa al contexto, a cierto tipo de momento de una sociedad, cosa que a mí me cuesta pensar. Como el amor, también el deseo es una formación psíquica propia de una sociedad y que eventualmente va a desaparecer. La idea del amor que tenemos hoy en día es cada vez más laxa y más vaga. La crisis del amor, de la pareja, del exclusivismo y la trascendencia de lo amoroso es una crisis que admitimos que está instalada, en qué medida la pornografización nos lleva a una especie de agotamiento, de pérdida en el terreno del deseo. Es difícil de pensarlo en la medida en que no tenemos siquiera un discurso sobre el deseo. Yo por el momento me limito a decir, subrayar que el corazón de la erótica es el deseo, que lo que define a una obra de erótica es la presencia de esa fuerza dentro de la obra, sea un cuadro, una foto, un filme, una novela. La presencia de esa fuerza oscura y terrible: el deseo.

Entonces, ¿es el arte el vehículo más adecuado para hablar de esta fuerza?
Es una buena pregunta. El pensamiento reflexivo, la ciencia, sin duda debiera de tener una palabra para decir y sin duda que sería influyente. El pensamiento sobre el deseo es sumamente vago por ahora, lo que sé es que desde el arte sí se habla y se dicen cosas que son centrales.

Y es lo que ha hecho avanzar este paradigma…
De hecho, la mayor parte del paradigma está desarrollado en basada en el arte, la representación por el arte o la palabra. Hasta ahí puedo llegar. Es tan poco lo que sabemos de esta fuerza; no sabría desde donde crear otro discurso.