sábado, 14 de septiembre de 2013


.

Una fábrica de masturbadores masculinos da empleo a 28 personas

“Hysterical literature” es una videocreación del artista neoyorkino Cleyton Cubbitt en la que una cámara fija graba a una serie de mujeres leyendo en voz alta. Las protagonistas, que aparecen vestidas, van retorciendo poco a poco su tono de voz hasta que, lentamente, de forma sutil, comienzan a vivir un intenso orgasmo en el que la lectura nunca cesa. Cubbitt les había colocado a todas un vibrador que queda invisible para el espectador. De esta serie el vídeo que más veces ha sido visto en Youtube, y con diferencia, es el de Stoya, una joven estrella del porno. La afamada artista, de ojos verdes, tiene un contrato blindado desde 2007 con una de las  productoras más potentes de Estados Unidos, Digital Playground. De piel especialmente blanca, la actriz acumula varios de los premios AVN, considerados los Oscars del porno. Cada mes, miles de reproducciones de su vulva se fabrican en el polígono industrial La Isla en Dos Hermanas (Sevilla), desde donde se distribuyen a toda Europa como masturbadores masculinos.
En el mencionado polígono, en una gran nave industrial, tiene su factoría para Europa Fleshlight, una empresa estadounidense con matriz en el estado de Texas. Sus productos estrella son los masturbadores masculinos, o potenciadores de la autoestimulación si se usa una denominación más técnica, con la forma de los genitales externos, los anos y las bocas de las actrices porno más afamadas. En menor volumen de ventas y producción, se reproducen también los anos, bocas y penes de actores de porno gay y bisexual. Todos estos productos se fabrican con un material que se asemeja, de una forma bastante bien lograda, a la piel humana. El producto, al que llaman superskin (superpiel), está patentado y, como si de la Coca-Cola se tratase, Fleshlight mantiene en secreto la forma de elaboración.
Una noche de copas, sedante y robo en Sofía (Bulgaria), clave para la instalación de la factoría en Sevilla
Fue en 2010 cuando la empresa desembarcó en Dos Hermanas aunque, en un principio, solo como almacén y punto de distribución de los productos traídos desde Texas. Los fundadores de este emporio, la señora y el señor Shubin, él un expolicía de Los Ángeles y ella una extenista profesional de Estados Unidos, conocieron en Madrid a una persona de Sevilla. “A ella le gustan mucho los caballos y visitan mucho Marbella. “Realmente fue un cúmulo de casualidades lo que hizo que se instalaran aquí y no en otro país con mano de obra más barata”, explica Juan Ziena, director de la compañía de la factoría para Europa, cuando se le pregunta los motivos por los que se ubicó esta multinacional en Andalucía.
Entre ese cúmulo de casualidades se encuentra un hecho acaecido en Sofía, la capital de Bulgaria. Hasta allí se trasladó uno de los hijos de la pareja en busca de inversores y socios. En una noche de copas alguien le puso en la bebida una droga, una especie de sedante. Cuando el hijo de los fundadores de Fleshlight despertó se dio cuenta de que le habían saqueado. El incidente hizo que la pareja se decidiera por instalar su sede europea en Sevilla. Prefirieron traerse la producción “porque veían aquí más seguridad”, detalla Ziena.
LA VENTA DIRECTA SUBE COMO LA ESPUMA LOS DOMINGO Y LUNES
Muestrario
Muestra de los masturbadores fabricados en Dos Hermanas.
Un detector de huellas digitales da acceso a las oficinas y a la fábrica, donde el proceso se realiza en cadena: fabricación, control de calidad, embalaje y venta, tanto al por menor, a través de venta online, como al por mayor, para la tiendas especializadas, los conocidos como sex-shops.  La factoría se divide en dos partes bien diferenciadas: la fabricación, única zona en la que no se permite tomar imágenes, y la venta al por menor a través de internet. Una segunda nave alberga el almacenamiento y distribución al por mayor, que supone el 70% de las ventas
El único eslabón que no se realiza en Andalucía es la construcción de los moldes, que se lleva a cabo en Nuevo México. Este proceso tiene un coste medio de “unos 30.000 dólares” que se elevaría “para los que más se venden, como es el caso de Stoya”, explica Ziena.
Un ordenador y todo lo necesario para el embalaje (cajas, facturas, pegatina con la dirección de envío y papel protector) forman los puestos de venta. Los pedidos van saliendo por la impresora y el operario se encarga de embalarlo todo según la petición que el comprador haga. A veces se dan incluso pedidos de todos los orificios de las actrices y actores. Existe paquetes con película porno incluida que permite al cliente disfrutar de su masturbador al mismo tiempo que está visionando a la actriz/actor cuyos genitales dan forma a estos complementos de la tradicional masturbación. Una empresa de mensajería recoge dos veces al día los envíos. Se incluye el lubricante, fundamental para un correcto uso.
El masa de superskin se introduce antes en una especie de soporte de plástico, que es lo que le da la consistencia suficiente para ser usado con comodidad. Su forma recuerda a la de una linterna grande. El producto, al ser muy blandito, necesita estar metido dentro de algo más consistente. De ahí se extrae para poder lavarlo (se le puede dar la vuelta como a un calcetín) después de haber sido usado. El otro extremo del artilugio tiene una especie de tapón en rosca con el que se regula la intensidad del efecto de succión del invento.
El pico de mayor número de pedidos se da entre los domingos y lunes. La explicación dada por el director de Fleshlighth, con un poco de guasa, se basa en que “los viernes salen e intentan ligar, si no lo consiguen vuelven a intentarlo el sábado. En caso de no triunfar pues es buen momento de comprarse una de las vaginas”. Ziena detalla que el perfil del comprador es “un hombre que está delante de ordenador viendo porno y se decide a encargar su masturbador”. Más de seis millones de estos complementos de la masturbación se han vendido en todo el mundo desde su creación, a mediados de la década de los 90, según datos de la propia compañía.
Masturbadores apilados en estanterías.// L. LEÓN
Masturbadores apilados en estanterías.// L. LEÓN

UNOS HUEVOS JAPONESES SON LA COMPETENCIA
No toda masturbación va acompañada de porno, pero difícilmente se consume porno sin masturbación. Y es aquí donde radica la principal diferencia entre la estadounidenses Fleshlight y la japoneses Tenga, la otra gran empresa global de masturbadores para hombres. Mientras el diseño y comercialización de los primeros está estrechamente ligada a la pornografía, los segundos se comercializan de una forma más aséptica y sin reproducir órganos sexuales. Pero al fin y al cabo los dos sirven para lo mismo: complementar y potenciar el autoplacer sexual rodeando el pene de un material esponjoso que, con ayuda de lubricante, intenta reproducir la misma sensación que se produce al penetrar a una persona.
El precio y la durabilidad es la otra de las diferencias entre ambas firmas. Un masturbador Fleshlight cuesta una media de 70 euros y bien usado puede durar “entre 10 y 15 años”, según la propia compañía. Los Tenga son más baratos, con un precio de unos seis euros por huevo, unos estimuladores de la masturbación diseñados para un par de usos como máximo. El precio medio es de seis euros.
UN NEGOCIO FLORECIENTE
Durante el primer semestre de este año esta fábrica ha aumentado un 100% la facturación respecto al mismo periodo de 2012, año en el que se llegó a los 6,5 millones de dólares en ventas, según datos de la propia compañía. “En este esperamos superar los 10 millones”, según calcula Ziena, que dejó su trabajo como ingeniero informático para ponerse al frente de la expansión en Europa de estos productos. Aunque al principio tuvo “dudas”, según confiesa, una visita a la fábrica en Texas le convención del proyecto.
Según un reportaje publicado por la cadena de televisión británica BBC, en 2011 se vendieron en el Reino Unido cinco millones de juguetes sexuales. En 2000 la cifra había sido un millón. “España representa solo un 10% de nuestras ventas. Son Reino Unido y Alemania los países que centran más pedidos”, explica Ziena, que no descarta una  próxima ampliación de compañía en Europa, lo que significaría aumentar el número de trabajadores, que en la actualidad son 28, “la mayoría con contrato indefinido”, explica con cierto orgullo Ziena.
LO QUE LAS CÁMARAS NO PUEDE GRABAR: LA FABRICACIÓN
Lo primero para fabricar un masturbador masculino es rellenar los moldes, que se distribuyen formando un cuadrado. En el centro se encuentra la máquina que almacena a elevada temperatura el real feel superskin, elaborados a base de aceites vegetales, polímeros y colorantes que se bañan finalmente en almidón de maíz.
Los trabajadores se encarga de iyectar el líquido en el agujero de cada uno de los moldes. Empieza entonces el proceso de refrigeración, que dura unos veinte minutos. Cuando se rellena el último molde el primero ya tiene la solidez final para sacarse del molde. “El proceso es delicado porque cualquier alteración puede producir burbujas en el producto o roturas”.
En 2011 se vendieron en Reino Unido cinco millones de juguetes sexuales. En el 2000 la cifra fue de un millón
Varios operarios se encargan de repasar el género, uno a uno, para que el resultado final es el idóneo para ser distribuido. En caso contrario se destruye y acaba en la basura. La empresa investiga la forma para poder reutilizar el material. Tras pasar los controles de calidad el producto se introduce en un envase de plástico transparente. Después se coloca en estanterías, similares a las de cualquier supermercado, formando profundos pasillos. Las secciones de este ‘supermercado’ están ordenadas por actrices (boca, vagina y ano)  y actores (ano y boca): en menor volumen se comercializan también productos dirigidos hacia el público gay y bisexual aunque solo cambia el exterior. El interior es el mismo y solo cambia la textura, de la que existe toda una gama.
Ahora esta empresa, en consonancia con los avances tecnológicos, busca seguir innovando para seguir aumentando la cuota de mercado. ¿El futuro? Masturbadores que sean capaces de reproducir movimientos y puedan ser manejados de manera virtual y/o se sincronicen con los movimientos de la actriz o el actor que aparece en pantalla o, incluso, de una pareja sexual tan real como lejana.