miércoles, 12 de febrero de 2014

MI COÑO,TU COÑO

Por: Diana López Varela
Es bastante probable que a simple vista parezca que tengo un coño normal: tiene sus labios (internos y externos), su clítoris justo encima, su vagina en medio, su vello púbico (más del que me gustaría)… absolutamente nada con lo que sorprender al personal (con el gustazo que tiene que dar ser hermafrodita). Pero, desde mi punto de vista, mi coño tiene una particularidad bestial: es mío, y yo decido lo que entra y lo que sale de él.
Cuando una mujer es consciente de su sexualidad y de su cuerpo, que no es ni más ni menos que una parte importantísima de su vida, sabrá qué tiene que hacer con su coño. Del mismo modo en que aprendimos a no meter los dedos en los enchufes (sinceramente, no conozco ningún caso de muerte por choque eléctrico) o a no echar las piernas a la vía del tren, sabemos lo que hacer con nuestros órganos sexuales. Cualquier mujer inteligente, que sepa utilizar sus manos y sus piernas y alimentarse solita sabrá cómo utilizar su coño. Las mujeres, señor Ministro, no somos deficientes por defecto. Puede que usted haya tenido malas experiencias, pero le advierto que abusar de una persona deficiente no está bien visto. Ni siquiera en España.
Dicho esto, yo me considero una mujer competente, autónoma y lo suficientemente adulta como para saber si quiero procrear o no. Del mismo modo, considero que absolutamente todas las mujeres que conozco y con las que tengo relación: mis amigas, mis compañeras de trabajo, la dependienta del Zara, la de la gasolinera, la contable de mi padre, mi madre o mis cuñadas, están sobradamente capacitadas para saber qué hacer con sus respectivos coños. Lo cual, además, no deja de ser una decisión personal que de ninguna manera me afecta a mí. Bastante trabajo me da el mío (depilaciones, citologías, menstruaciones…) cómo para preocuparme del de la vecina.
Pero partiendo cómo partimos del principio de que la inmensa mayoría de la población española es medianamente inteligente me pregunto yo qué coño –con perdón- le importará a usted señor Ministro, a la Iglesia y a la panda de fachas que pasean carteles asquerosos mientras defienden guerras que matan a niños (de los carne y hueso), lo que sale de MI COÑO.
Porque yo follo con quien quiero, Alberto. Y cómo quiero. Como soy una mujer inteligente, utilizo métodos de anticoncepción que, dicho sea de paso, son una barrera contra las indeseables enfermedades de trasmisión sexual. Sepa también, que prácticamente ningún hombre –inteligente, a mi entender- con el que me he acostado se negaría a tener sexo sin protección la primera noche. Y que algunos hombres –inteligentes, por supuesto-, lo pidieron expresamente. Si yo, nublada por el calentamiento o por el amor que sentía hacia esa persona, hubiese cedido y hubiese aceptado mantener relaciones sin preservativo quizá me hubiese quedado embarazada. Quizá también me podría haber quedado embarazada con mi pareja, por haber jugado algún día más de la cuenta –las relaciones son un juego de dos, a mí la masturbación no suele embarazarme-, porque falló el método anticonceptivo –fallan, se lo aseguro- o porque esa persona me obligó a hacerlo. Afortunadamente, a mí no me ha pasado. Pero si me hubiese pasado, yo, mujer inteligente, hubiese querido abortar.
¿Sabe por qué? Tengo 27 años, he estudiado, soy profesional y NO quiero ser madre en estos momentos. Además, creo que tengo derecho a equivocarme como usted y como alguno de sus cuatro hijos, que, seguro, alguna vez debieron de haber practicado sexo sin haber convertido ese polvo en un ser humano.
Tengo derecho a abortar sin ser estigmatizada por ello y a hacerlo en las condiciones médico-sanitarias que se esperan de un país europeo en el año 2014. Tengo derecho a no joderme la vida porque un día algo salió mal y ni usted, ni mis padres, ni un cura, ni un psiquiatra ni el mismísimo Dios aparecido en la Tierra pueden negarme mi derecho a decidir lo que sale de MI coño.
Porque entonces, cuando yo y otras mujeres demos a luz, y en el hipotético caso de que todo saliese bien, tendrían usted y su gobierno que hacerse cargo de todos los hijos no deseados que llevan mala vida porque sus padres simplemente, no estaban preparados. O no podían darle un hogar. O no se conocían casi entre ellos. O no podían alimentarlos correctamente, o comprarles sus medicinas. Cosa, que, como bien sabrá, pasa cada día en España. Una nación que tiene el vergonzoso honor de tener a casi un 30 por ciento de la población infantil viviendo bajo el umbral de la pobreza, sólo por detrás de Bulgaria y Rumanía en el conjunto de los 27 países de la Unión Europea.
¿Sabe usted, señor Ministro, cuántos niños hay tirados ahora mismo en las calles de España? ¿O sin calefacción? ¿Y sabe los que comen todos los días lo mismo? ¿Se ha preocupado de conocer a aquellos que llevan los zapatos rotos al colegio? ¿Y a los que no han podido comprar un abrigo este año? ¿No le dan pena? A mí, sí. Lo que no me da pena es un embrión de pocas semanas que, sintiéndolo mucho señor Ministro, ni siente ni padece y que, efectivamente, podría convertirse en algo mucho más importante y entonces sí –y no antes- merecería toda su atención y la de su gobierno. Mientras tanto, amantes como son de la vida, deberían de preocuparse de que yo y el resto de las mujeres de este país tengamos una vida digna, estemos sanas y traigamos hijos deseados al mundo que tendremos que cuidar, inteligentemente, el resto de nuestras vidas.
A veces cuando lo escucho, señor Ministro, me hace sentir usted como mi gata. Le contaré que he tenido que esterilizarla porque la pobre no dejaba de traer hijos al mundo que no podía mantener, ni yo tampoco. Ella, simplemente, se acostaba con varones sin saber lo que hacía ni sus consecuencias. Tuvo dos partos múltiples. Como mi gata es un animal, si yo hubiese querido habría abandonado a todas esas crías, o las habría matado –qué más da, son gatos- Pero no hice eso, me preocupé de cuidar a cada uno de esos gatitos y de buscarles un hogar donde los quisiesen. Me preocupé, además, de llevar a mi gata al veterinario cuando enfermó después del parto –y de pagarlo-. Y después, me responsabilicé de que mi preciosa gata no volviese a quedarse embarazada otra vez. Porque no me gusta abandonar a los animales. Y menos, a las personas. Ojalá ustedes cuidasen a las ciudadanas de este país tanto como yo a mi gata.

DA IGUAL,LOS FABRICANTES DE MAMOGRAFOS INUNDARON EL MUNDO Y SE HICIERON DE PASTA CON LA GILADA

UN NUEVO ESTUDIO pide eliminar la prueba

Uno de cada cinco cánceres detectados en una mamografía se trata innecesariamente

    Aunque el escáner mamográfico, tal como hoy lo conocemos, se empezó a generalizar hace ya más de treinta años, es un procedimiento que sigue rodeado de una gran polémica en los círculos médicos. Las dudas sobre su utilidad no son nuevas, pero un nuevo estudio, publicado esta semana en The British Medical Journal, parece dar el espaldarazo definitivo a los médicos que piensan que los escáneres mamográficos universales deberían retirarse de la cartera de servicios de salud.
    La investigación es la más larga y meticulosa que se ha realizado nunca sobre el asunto. Han participado 90.000 mujeres canadienses durante 25 años, que se sometieron, aleatoriamente, a mamografías y exámenes táctiles de los senos. Y sus conclusiones son contundentes: uno de cada cinco cánceres que se detectan en una mamografía no suponen un peligro real para la salud de la mujer, pero aun así se tratan con quimioterapia, radioterapia o cirugía.
    Las mamografías podían tener sentido antes de la aparición de fármacos como el tamoxifen, pero en la actualidad es peor el remedio que la enfermedadSegún los investigadores, a día de hoy, no reporta ninguna ventaja detectar un tumor antes de que sea lo suficientemente grande como para que la mujer lo reconozca al tocarlo. Aunque numerosos estudios anteriores llegaron a la conclusión de que la implantación sistemática de los escáneres mamográficos reducía la mortalidad, el doctor Mette Kalager, epidemiologista de la Universidad de Oslo, y autor de un editorial que acompaña el estudio, cree que muchos de ellos no se realizaron correctamente, pues no se respetó la aleatoriedad exigible en todo ensayo clínico.
    Kalager apunta que las mamografías podían tener sentido antes de la aparición de fármacos como el tamoxifen, que reduce significativamente la mortalidad por cáncer de mama, pero en la actualidad es peor el remedio que la enfermedad. Además, las mujeres de hoy en día –al menos en Canadá– son más conscientes del peligro que conlleva padecer un cáncer de mama y es más difícil que hace unas décadas que pasen por alto un bulto en el pecho.
    El peligro del sobrediagnóstico
    La importancia del estudio canadiense no sólo reside en que pone en duda la eficacia de las mamografías, lo más destacable es que alerta del peligro que conlleva el sobrediagnóstico que, según los investigadores, está mucho más extendido de lo que se pensaba. Muchos cánceres que se detectan en las mamografías crecen lento, no crecen o, incluso, acaban desapareciendo, por lo que no requerirían tratamiento. Pero, al ser detectados, es imposible saber si acabarán siendo peligrosos, por lo que muchas mujeres que no deberían tener nada que temer acaban en la planta de oncología de un hospital.
    El sobrediagnóstico empuja a las mujeres a sufrir intervenciones inútilesEl doctor Anthony B. Miller, investigador de la Universidad de Toronto y autor principal del estudio, apunta que, si se incluyen las mamografías en las que se detecta un carcinoma ductal in situ (CDIS) –la forma más frecuente de cáncer de mama, que no es invasor en mujeres y no siempre revierte peligro–, el sobrediagnóstico alcanza a uno de cada tres cánceres.
    El CDIS es imposible de detectar con el tacto y sólo aparece en las mamografías. Aunque tan sólo el 30% de las pacientes con CDIS acaban desarrollando un cáncer de mama invasivo, en un promedio de 10 años a partir del diagnóstico inicial, la mayoría acaban sometiéndose a radioterapia o a una mastectomía.
    Sólo Suiza planea reducir los escáneres mamográficos
    Pese a que la evidencia científica en contra de las mamografías preventivas es cada vez más solida, sólo un país del mundo está pensando seriamente en dejar de recomendar la intervención a todas las mujeres mayores de 50 años –a las que el Observatorio Europeo del Cáncer aconseja someterse a la prueba cada dos o tres años–. Se trata de Suiza, donde un panel de expertos establecido por los ministerios cantonales de salud ha recomendado cancelar las revisiones mamográficas sistemáticas.
    Según ha explicado el doctor Peter Juni, miembro del Swiss Medical Board, en The New York Times, una cosa es que las mamografías no tengan un impacto significativo en la reducción total de la mortalidad por cáncer de mama y otra es que aumenten el sobrediagnóstico y empujen a las mujeres a sufrir intervenciones inútiles, como están demostrando los nuevos estudios.
    El diagnóstico precoz hace que haya menor necesidad de servicios asistenciales y evita a los pacientes pasar por quimioterapiaPese a la contundencia de los últimos estudios publicados sobre el tema, la comunidad médica sigue dividida. El doctor Antonio Llombart, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Arnau de Villanova (Valencia) y vocal de la Sociedad Española de Oncología Médica, reconoció a El Confidencial que el debate sobre la conveniencia de realizar mamografías poblaciones es “tremendamente complicado”. Pero en su opinión, de momento, las mamografías son útiles.
    Para Llombart es mejor someter a toda la población a mamografías que no hacer nada pues, pese a que estadísticamente no parece alterar la tasa de mortalidad, la prueba sí funciona a nivel individual y permite la detección precoz de tumores que, si se vieran más tarde, tendrían un coste mucho mayor para el sistema sanitario. “Los tumores avanzados”, explica Llombart, “tienen una tasa del 88% de curabilidad, pero el coste del tratamiento es muy elevado, no sólo a nivel humano, también económico, pues cuesta unos 100.000 euros al año. El diagnóstico precoz hace que haya menor necesidad de servicios asistenciales y evita a los pacientes pasar por quimioterapia”.
    Parece que el debate seguirá abierto, pero las evidencias inclinan cada vez más la balanza hacia un lado.