martes, 9 de septiembre de 2014

«Las farmacéuticas pueden ser tan peligrosas como los cárteles de la droga»

Allen Frances denuncia los abusos diagnósticos y químicos de la psiquiatría
"Vivimos en sociedades adictas", asegura el autor del manifiesto '¿Somos todos enfermos mentales?'

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MIGUEL LORENCI
"Se registran hoy más visitas a los servicios de urgencias y más muertes a causa de los medicamentos que a causa de las drogas ilegales compradas en la calle. Si sus productos se utilizan a la ligera, las compañías farmacéuticas pueden ser tan peligrosas como los cárteles de la droga". La denuncia es de Allen Frances (Nueva York, 1942), toda una autoridad psiquiátrica, catedrático de la universidad de Durhan y autor de un 'ensayo-manifiesto' que ha disparado todas las alarmas. Analiza y enumera en '¿Somos todos enfermos mentales?' (Ariel) los abusos y excesos de una psiquiatría que es rehén de la industria farmacéutica, que "ha ganado el partido por goleada", recurriendo masivamente a la química en detrimento de la terapia, "que es mucho más efectiva a largo plazo".
Arremete Frances contra el Manual Diagnóstico y Estadístico, DSM en sus siglas en inglés, la 'biblia de la psiquiatría mundial' que él mismo dirigió durante años y que ahora condena. Es donde se definen las enfermedades mentales y sus baremos diagnósticos, se enumeran síntomas y se establecen los tratamientos específicos.
Alarmado ante la deriva de el DSM, denuncia Frances como la psiquiatría "está perdiendo de vista la diferencia entre lo normal y lo patológico". Dice que se debe, en buena medida, "a la presión de las farmacéuticas, que tienden a considerarnos locos a todos", lo que es la base de un negocio monumental.
El DSM es una pieza clave en esta deriva, ya que "sirve para determinar quién está sano y quién enfermo, qué tratamiento se aplica, quién lo paga, quién recibe prestación por invalidez, quién tiene derecho los servicios de salud mental, quien puede adoptar un hijo, pilotar un avión o contratar un seguro de vida. O para establecer si un asesino es un criminal o un enfermo mental".
Trastornos que no lo son
El problema es la flexibilización de los criterios y la suma constante de "nuevos trastornos mentales que no lo son". "Si alguien penaba la pérdida de un ser querido durante largo tiempo se entendía como duelo, pero ahora si ese duelo dura más de una semana es un trastorno depresivo", apunta. Plantea idénticas dudas sobre el síndrome del comedor compulsivo o el de déficit de atención. "Todos conoceremos preocupaciones, decepciones o fracasos, desafíos asociados a un vida normal; pero la tendencia actual es considerarlos trastornos mentales que necesitan tratamiento médicos", explica Frances.
Recuerda las cautelas cuando él dirigía el DSM. "Solo aceptamos dos del centenar de nuevos trastornos propuestos, pero no sirvió de nada", lamenta. "La industria farmacéutica buscó los resquicios para golearnos, de modo que, a pesar de nuestras mejores intenciones, hemos asistido a varias epidemias psiquiátricas en los últimos años". Habla sin ambages de "falsas epidemias de trastornos mentales infantiles, como el déficit de atención, el autismo o el trastorno bipolar infantil".
Y tras tanta nueva patología está siempre la alargada sombra de la todopoderosa industria que tiene en sus psicofármacos "los productos estrellas para generar ingresos" y alienta esa "inflación diagnóstica" que hace que "millones de personas sean dependiente de agentes antidepresivos, antipsicóticos y ansiolíticos, somníferos y analgésicos". Tan es así que Frances sostiene que vivimos en "una sociedad adicta a las pastillas, con un 6% de los ciudadanos enganchados a los fármacos". Solo en EE UU un 11% de los adultos tomó antidepresivos en 2010, el 4% de los niños toma algún estimulante y el 4% de los adolescentes antidepresivos". Y lo peor es que no los recetan los psiquiatras. "El 80% las recetan médicos de cabecera tras una consulta de apenas siete minutos", explica.
Monocultivo humano
"Hace falta más psicoterapia para problemas menores. Sobra medicación y faltan mecanismos para vigilar los nuevos diagnósticos de manera tan escrupulosa como se hace con los nuevos fármacos. Los laboratorios están decididos a formar un solo monocultivo humano, un hombre estándar. Cualquier diferencia humana se convierte en un desequilibrio químico que hay que tratar con una pastilla. Transformar las diferencias en enfermedades es una de las mayores genialidades comerciales de nuestro tiempo".
"La industria farmacéutica dispone de recursos prácticamente ilimitados, fuerza política, habilidad publicitaria y ambición para buscar nuevos mercados y mayores beneficios" concluye Frances. Una situación que podría revertirse "si los políticos tuvieran motivación". Propone así acabar "con las fiestas, cenas, regalos promocionales y formación médica a doctores y estudiantes de medicina". También con los visitadoras médicos y agentes comerciales que se congregan en las salas de espera de los médicos, con las muestra gratuitas o con las aportaciones ilimitada y secretas a los políticos". También "reducir la protección de patentes a las empresas que infringen la ley" y a acabar la 'puerta giratoria', esto es "establecer una cuarentena de tres años antes de que los políticos, empleados a y burócratas implicados en el establecimiento y control de la regulación de las compañías farmacéuticas puedan incorporarse a las empresas del sector como directivos o empleados".