lunes, 31 de agosto de 2015

NO HAY PRESION ARTERIAL STANDARD...

Por qué dormir la siesta puede salvarte la vida

Mujer durmiendo la siesta en la oficinaImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionUn descanso al mediodía reduce la presión arterial en forma significativa, incluso durante la noche, según un nuevo estudio.
Margaret Thatcher la hacía. Winston Churchill también.
Y un nuevo estudio científico indica que los dos líderes británicos estaban en lo correcto al hacer regularmente la siesta.
Efectivamente, según el Dr. Manolis Kallistratos, dormir durante el día contribuye auna reducción en la presión sanguínea lo suficientemente importante como para disminuir el riesgo de un ataque al corazón.
"Churchill afirmaba que debía dormir una siesta entre el almuerzo y la cena y Thatcher decía que en torno a las tres de la tarde no debía ser molestada",relató Kallistratos, quien acaba de presentar las conclusiones de un trabajo sobre la relación entre la siesta y la presión arterial en el Congreso Europeo de Cardiología, que se celebra en Londres.
Margaret ThatcherImage copyrightAP
Image captionMargaret Thatcher decía que no la molestaran a las tres de la tarde.
"Ambos tenían razón. De acuerdo a nuestro estudio, dormir al mediodía baja la presión arterial y puede disminuir el número de medicamentos requeridos por los hipertensos", aseguró el cardiólogo del Hospital General Asklepieion Voula en Atenas.

Presión arterial más baja

El estudio midió el impacto de la siesta en la presión sanguínea de cerca de 400 pacientes con una edad promedio de 61,4 años.
En cada paciente se midió la presión tanto en horas de trabajo en la oficina como en forma ambulatoria durante 24 horas.
Medición de presión arterialImage copyrightTHINKSTOCK
Image caption"Aunque la disminución promedio de presión sanguínea parece una cifra menor, debemos recordar que una reducción de 2 mmHg en presión arterial sistólica puede reducir el riesgo de eventos cardiovasculares hasta en un 10%", dijo el Dr. Kallistratos.
También se tuvo en cuenta la velocidad de onda de pulso (ver abajo), los hábitos de vida y el índice de masa corporal y se realizaron evaluaciones con ecocardiogramas.
Tras descartar el impacto de factores como edad, sexo, consumo de alcohol, sal, tabaco, café y ejercicio, Kallistratos y sus colegas constataron que la presión arterial ambulatoria era 5% menor en pacientes que dormían la siesta que en aquellos que no lo hacían.
El porcentaje se refiere a presión arterial sistólica. En el caso del estudio, la presión sistólica de los pacientes que dormían siesta fue 4% menor cuando estaban despiertos (5 mmHg) y 6%menor (7 mmHg) durante la noche que los pacientes que no descansaban al mediodía.
Se trata de cifras cruciales, según Kallistratos.
"Aunque la disminución promedio parece una cifra menor, debemos recordar que una reducción de 2 mmHg en presión arterial sistólica puede reducir el riesgo de eventos cardiovasculares hasta en un 10%."
Los investigadores también encontraron que la llamada velocidad de onda de pulso, pulse wave velocity, un índice de rigidez en la aorta, era 11% menor, y el diámetro del ventrículo izquierdo 5% menor en el caso de quienes descansaban que en el de aquellos pacientes que no dormían al mediodía.
"Esto indica que los que duermen al mediodía tiene menos daño en sus arterias y corazón debido a la presión arterial alta", señaló Kallistratos.

Cuánto más larga mejor

La duración de la siesta también es importante.
Leon Britton, jugador del club Swansea City de GalesImage copyrightSWANSEA CITY
Image captionEl club de fútbol británico Swansea City instaló 30 estaciones inflables y portátiles para dormir la siesta durante los entrenamientos.
Los pacientes que durmieron al mediodía por 60 minutos registraron una presión sistólica ambulatoria menor que aquellos que descansaron 17 minutos menos.
"Nuestro estudio demuestra que la siesta no sólo está asociada a una menor presión arterial, sino que cuanto más largo sea el descanso será más beneficioso", dijo Kallistratos.
El investigador resumió de esta forma las conclusiones de su estudio.
"La siesta al mediodía está asociada a menor presión arterial durante un período de 24 horas, una mayor reducción de la presión durante el descanso en la noche, y menos daño a las arterias y el corazón. Y cuanto más larga la siesta, menor los niveles de presión arterial sistólica y también probablemente la cantidad de medicamentos para la presión".
El desafío es ahora encontrar la forma, hacer el tiempo para incorporar ese descanso en la rutina diaria.
"La siesta al mediodía es un hábito que se ve casi como algo privilegiado en esta cultura de trabajo intenso de nueve a cinco", dijo Kallistratos.
Todo indica, sin embargo, que hallar el espacio para incorporar una siesta aunque sea breve, puede tener un impacto profundo y a largo plazo en la calidad y duración de la vida.

domingo, 30 de agosto de 2015

Los cuatro principales retos de la Sanidad Pública en España

El Sistema Sanitario Público en España había logrado tener prestigio tanto a nivel nacional como internacional, lo que tenía más mérito considerando que la eficacia que demostraba no era consecuencia de los altos porcentajes presupuestarios 
Las últimas elecciones autonómicas y sobre todo las próximas generales son una oportunidad para volver a recuperar la Sanidad Pública en nuestro país. El Sistema Sanitario Público en España había logrado algo que no es muy frecuente. Tenía prestigio tanto a nivel nacional como internacional, la población lo apreciaba mucho, lo que tenía más mérito considerando que la eficacia que demostraba no era consecuencia de los altos porcentajes presupuestarios que se destinaban a Sanidad (siempre hemos estado por debajo de la media con respecto a la comunidad europea en cuanto al PIB destinado a Salud), sino a una notable eficiencia, en muchos casos basada en el sobreesfuerzo de muchos trabajadores del sistema. 
En este contexto se ha producido desde 2009, pero mas especialmente desde 2011, un proceso de recortes, deterioro, desmantelamiento y privatización de la Sanidad Pública que, de resultas de ello, se encuentra en una situación critica. Por eso una de las principales tareas a abordar por cualquier gobierno es la recuperación de nuestro sistema sanitario. En ese empeño cuatro son los principales retos a afrontar: recuperar lo recortes, acabar con las privatizaciones, mejorar la utilización de la tecnología evitando su uso inapropiado y establecer sistemas eficaces de participación social y profesional. 
Los recortes
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Los recortes que ha sufrido el sistema sanitario público han sido básicamente económicos, pero también de derechos. Los recortes económicos se pusieron en marcha a partir de 2009 y desde entonces los presupuestos sanitarios públicos han disminuido entre 14.000 y 20.000 millones € según las fuentes (resulta sorprendente que a pesar de la aprobación de la llamada “Ley de Transparencia” resulte tan difícil tener datos ciertos del sistema sanitario público). Estos recortes han tenido una expresión diferente según las CCAA, así aunque el recorte promedio entre 2009 y 2013 en gasto por habitante en Sanidad fue del 20,3% esta disminución oscilo entre el -7,9% de Cantabria y el -28,5% de Castilla La Mancha. El primer resultado de estos recortes económicos ha sido una disminución drástica de los trabajadores de la Sanidad Pública (otra vez nos encontramos con la opacidad oficial, pero los datos mas fiables la cifran en 55.000 trabajadores menos), y correlativamente una disminución de los recursos (cierres de camas hospitalarias, cierres de quirófanos, consultas, puntos de atención continuada, etc, no cobertura de jubilaciones, bajas y suplencias). Y al final se produce un deterioro  de las condiciones de trabajo con jornadas laborales de más horas, menos retribución, más carga de trabajo, más precariedad. Todo ello aumenta la presión asistencial lo que acaba suponiendo deterioro calidad, aumento  estrés, errores y accidentes laborales. Y también se refleja en aumentos de las listas de espera y empeoramiento de la opinión de la ciudadanía sobre el funcionamiento de la Sanidad Pública.
En esta situación es urgente recuperarse de los recortes y volver cuando menos a los presupuestos de 2009, aunque lo más razonable seria incrementar el gasto sanitario público en 1 punto del PIB. En este ámbito tiene que haber medidas a nivel de las autonomías y del gobierno central. Las autonomías tienen algunas limitaciones debido al techo de gasto impuesto por el Ministerio de Hacienda, pero conviene recordar que hay un cierto margen de maniobra (el porcentaje de gasto sanitario sobre el total autonómico estaba  en 2013 en el 46,1% con una oscilación del 35,2% en Cataluña y el 58,8% en Aragón). Pero obviamente para recuperar todo lo recortado debe de suprimirse o elevarse el techo de déficit fijado por Hacienda y aumentar la financiación de las CCAA, lo que solo pueden hacer el Gobierno y el Parlamento. Además para acabar con la actual disparidad en gasto sanitario autonómico seria conveniente una financiación finalista de la Sanidad y/o un aumento de los fondos de cohesión que permitieran homologar los presupuestos autonómicos, que al final es la mejor manera de garantizar las mismas prestaciones en cualquier punto del país.
En cuanto a los recortes de derechos estos se centran en la aprobación del RDL 16/2012 que cambia el modelo sanitario pasando este de estar basado en  la ciudadanía a hacerlo en el aseguramiento con lo que se excluyeron varios colectivos (el mas conocido y el mas sangrante, el de los inmigrantes irregulares) y en el establecimiento de copagos que impiden a las personas mas pobres y mas enfermas el acceso a prestaciones farmacéuticas. En este caso el principal objetivo es la derogación del RDL 16/2012 para lo que se precisa una mayoría parlamentaria, si bien las CCAA pueden arbitrar mecanismos para paliar estas exclusiones (como ya han hecho varias de ellas).
2015012813192255893Acabar con las privatizaciones
El proceso privatizador viene de mas lejos, al menos desde los años 90, y tiene dos vertientes, la privatización directa de los centros sanitarios, con formulas diversas, las mas conocidas las concesiones administrativas (modelo Alzira) y los PFI (iniciativas de financiación privada, como 7 de los hospitales construidos en Madrid durante la época de Esperanza Aguirre), y la privatización sumergida o silente (las derivaciones de pruebas diagnosticas, consultas e intervenciones quirúrgicas a centros privados) mucho mas difícil de detectar y por lo tanto de contabilizar. En ambos casos han ido acompañadas de unos importantes sobrecostes (entre 7 y 8 veces más) y una infrautilización sistemática de los centros públicos, además de encontrarse implicados en algunos de los escándalos de corrupción. 
La paralización  de las privatizaciones es relativamente fácil porque se trata de abandonar la utilización sistemática de los centros privados cuando existe una alternativa en el sistema sanitario público. La recuperación de lo privatizado es una tarea mas compleja y va a ser la verdadera prueba de fuego de los acuerdos de investidura, el caso de Alcañiz en Aragón es el que plantea menos problemas, simplemente hay que decidir no realizar la adjudicación del concurso, mas complicado es el caso de Toledo y Valdecilla donde se adjudico el concurso, y mas aún los de los centros sanitarios de Baleares y Valencia que llevan años en funcionamiento (si bien conviene recordar que en esta última el contrato de Alzira acaba en 2018). Se trata pues de una cuestión que va a poner en evidencia la voluntad política real del cambio en el modelo sanitario. Complementariamente varias CCAA han anunciado la elaboración de legislación que blinde el papel de la provisión sanitaria pública, y por supuesto habrá que ver en que términos se produce esta nueva regulación.
Aunque la política autonómica va a ser importante en este aspecto, el Gobierno central tiene algunas tareas muy significativas. La primera es la derogación de la Ley 15/97 que facilitaba la privatización de los centros sanitarios, y la siguiente el aprobar una nueva normativa que garantice la gestión pública de los centros sanitarios del Sistema Nacional de Salud.
Mejorar la utilización de la tecnología
La tecnología médica es cada vez más importante en el sistema sanitario de los países desarrollados. La tecnología incluye no solo los aparatos para realizar pruebas diagnósticas y tratamientos sino además los medicamentos y los aparatos que dan soporte tecnológico a la atención sanitaria (de manera muy relevante la informática que permite el almacenamiento y el acceso de los datos de las historias clínicas). La expansión de la utilización de tecnología ha ido de manos tanto de los avances en las ciencias clínicas y de las ventajas de la comunicación y la informática, como de los poderosos intereses de las industrias del ramo que están interesadas en expandir el uso de la tecnología independientemente de que su utilidad para la salud sea mínima o inexistente, e incluso en algún caso tengan mas daños que beneficios.
La utilización inapropiada de la tecnología esta cifrada en torno al 30% en nuestro país, aunque en este como en otros temas la información es muy deficiente, por lo que usarla solo en aquellos casos en los que existe una indicación bien establecida supondría mejoras en la eficiencia y disminución de las listas de espera en mas de un caso infladas por exploraciones innecesarias.
Mención aparte precisa la prestación farmacéutica. En España el gasto farmacéutico es muy elevado en comparación con los países de la UE y de la OCDE (unos 2.500 millones € mas de lo que correspondería a nuestra población). Las medidas adoptadas no han conseguido contenerlo porque aumenta de manera continua (tanto el debido a recetas como el hospitalario que es el que mas crece). Y ello se debe a que han sido muy “comprensivas” con la industria a la que se permite labores de marketing/formación que promocionan el gasto ineficiente y precios abusivos (el caso del sofosbuvir es un buen ejemplo).
Y por fin las tecnologías de la información que han supuesto muchas mejoras para el funcionamiento del sistema sanitario (almacenamiento de datos, acceso a los resultados de pruebas diagnósticas, etc), pero a su vez abren la puerta a poner en manos de empresas privadas datos de carácter confidencial y a la sobreutilización (por ej las denominadas estrategias de crónicos que pretenden facilitar medios tecnológicos a personas que no conocen y/o no tienen capacidad para su manejo y que solo favorecen la medicalización y los negocios de las grandes empresas).
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Este es el reto cuyo abordaje tiene una mayor complejidad. Algunos aspectos dependen de la voluntad política de los gobiernos (por ej la fijación de precios de los medicamentos, garantizar la formación /información sobre utilización de las tecnologías independiente de las empresas, potenciar la atención domiciliaria, etc), pero otras dependen de un cambio cultural, de uso racional, de prevenir utilización inapropiada, de medicina basada en la evidencia, de favorecer la autonomía de la población, medidas que por supuesto deben ser impulsadas desde las administraciones públicas, pero que solo tendrán efecto a medio plazo, y precisa la activa participación de los profesionales de la salud y la ciudadanía.
La necesaria participación social y profesional
Porque este es el último reto, conseguir que ciudadanos y profesionales se sientan participes y corresponsables del funcionamiento de su sistema sanitario público, algo que viene siendo prometiendo desde la Ley General de Sanidad, de 1986, y sobre lo que prácticamente no se han realizado avances significativos, para ello se precisa establecer mecanismos de participación y control de ciudadanos y profesionales sobre el funcionamiento y la gestión del sistema sanitario público (consejos de salud, etc) que les permitan controlar e impulsar mejoras en la Sanidad Pública y garantizar su pervivencia.
Estos retos  por supuesto no son los únicos que afronta la Sanidad Pública, hay muchos mas como la política de recursos humanos, la atención a aspectos abandonados como la salud laboral, la salud pública o la salud mental, etc, pero si que son claves en este momento, y de la solución que se les de dependerá la capacidad de la Sanidad Pública para volver a retomar  su papel puntero a nivel internacional, y para responder con eficiencia y calidad a las necesidades de salud de la población. Para abordarlos con éxito se precisa un sector profesional comprometido, una mayoría social que apoye el sistema sanitario público y unos gobiernos con voluntad y compromiso político. Las dos primeras condiciones ya existen, la última depende de los resultados de las próximas elecciones generales. Ahora es el momento.

2014071812322984324Marciano Sánchez Bayle | Portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública

sábado, 29 de agosto de 2015


La 'Viagra femenina', el polémico objeto del deseo

Aprobado hace escasos días por la administración de EEUU, el medicamento se dirige a mujeres premenopáusicas que padezcan el trastorno por deseo sexual hipoactivo, una dolencia inexistente para muchos expertos. 



Addyi, ese el nombre del que ya se conoce como 'la viagra femenina'. / Sprout Pharmaceuticals
Tras varios años disfrutando del sexo con su marido, Amanda Parrish perdió repentinamente el deseo. "Yo amaba mucho a Ben, me atraía, teníamos una relación fantástica… No había ninguna razón para que desapareciera mi apetito sexual", confiesa a Sinc. No se trataba de que tuviera problemas para excitarse; no deseaba hacerlo. "Es como beber café obligado, sin dejarte llevar por el olor que despierta tus sentidos y te incita a tomar una taza", compara.

A la norteamericana, de 52 años, le diagnosticaron trastorno por deseo sexual hipoactivo, una dolencia que podría afectar a una de cada diez mujeres, según algunos estudios. En 2009, esperando en la consulta del médico, Parrish reparó en un folleto en el que invitaban a mujeres premenopáusicas con ese trastorno a participar en un ensayo clínico para probar la flibanserina, un fármaco que actúa a nivel molecular en el cerebro para despertar la libido.

Ella es una de las 2.400 con el trastorno que participaron en el ensayo. Casi seis años más tarde, la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos aprobaba, hace solo unos días, la comercialización del fármaco, bautizado como Addyi, el primero dirigido a la salud sexual de la mujer y conocido como viagra femenina, que ha desarrollado Sprout Pharmaceuticals.

Pero la píldora, en este caso rosa, no tiene nada que ver con la pastilla azul. Actúan de forma totalmente diferente: Addyi, en las sustancias químicas claves del cerebro relacionadas con el deseo sexual (como la dopamina, la serotonina y la norepirefrina) y la viagra, en el flujo sanguíneo masculino para favorecer la erección.

La decisión del organismo regulador llega cargada de polémica. La píldora, concebida inicialmente como un antidepresivo, fue rechazada por la FDA en 2010 y 2013 porque en los ensayos no había demostrado que fuera eficaz, y ese precisamente es uno de sus puntos débiles. Solo un 10% de las participantes afirmó haber experimentado mejorías significativas, mientras que los encuentros sexuales satisfactorios pasaron, de media, de 0,5 a 1 al mes.
Addyi actúa en las sustancias químicas claves del cerebro relacionadas con el deseo sexual y la viagra en el flujo sanguíneo masculino para favorecer la erección
Además, el organismo advierte de los posibles efectos secundarios que lleva aparejados, como mareos, somnolencia, náuseas, fatiga, insomnio y sequedad bucal. El tratamiento consiste en una pastilla diaria a la hora de dormir, y podría haber complicaciones si la paciente bebe alcohol o si consume otros fármacos como anticonceptivos o antidepresivos, pues hay riesgo de hipotensión grave y síncope.

Por eso mismo, su aprobación está sujeta a una estrategia de evaluación de riesgos, que implica su venta bajo estricta prescripción médica y que los facultativos que la receten realicen un curso de capacitación previo. También las farmacias que la dispensen deberán estar certificadas y completar la capacitación correspondiente.

"Cuando una sustancia presentada como fármaco no es segura, es decir, sus efectos secundarios y perjuicios superan los beneficios, no se debería autorizar su uso", opina Ana Belén Romero, directora médica de Eleana Sexólogos. Parrish asegura no haber presentado ninguna molestia durante los nueve meses que duró su tratamiento. Se tomaba la píldora antes de ir a dormir y, aunque bebe ocasionalmente, no tuvo problemas.

El peligro del sobrediagnóstico

Junto a los posibles efectos secundarios que acarrea y a sus modestas cifras de éxito en los ensayos clínicos, la píldora también ha sido criticada por dirigirse a un segmento de mujeres muy específico: premenopáusicas con el trastorno por deseo sexual hipoactivo, una dolencia que, según algunos expertos, se está medicalizando sin motivo.

Ray Moynihan, autor del libro Sex Lies and Pharmaceuticals (Mentiras del sexo y farmacéuticas), afirma que se está sobrediagnosticando a las mujeres con trastornos que no son tal, como el que trata Addyi. "Existe un riesgo real de que, cuando se empiece a comercializar, los altibajos comunes se confundan con síntomas de un trastorno médico y las mujeres sean etiquetadas con una condición que no les causaría realmente ningún daño", alerta a Sinc.

Hace cuatro décadas que el deseo sexual hipoactivo está reconocido por diferentes expertos como disfunción sexual. La biblia de la psiquiatría, el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), lo recoge desde su tercera edición, en 1980, aunque entonces se denominaba deseo sexual inhibido.

La quinta versión, el DSM-5, ha reducido las cinco dolencias femeninas de la anterior edición a tres. Así, bajo el paraguas de trastorno de interés-excitación sexual femenino se agrupan el deseo sexual hipoactivo y el trastorno de excitación sexual femenino —incapacidad para lograr la excitación sexual o mantenerla hasta que termina el acto—.

"La razón de combinar ambos se debe a que las mujeres, con frecuencia, experimentan los dos juntos y tienen problemas para distinguir los síntomas de uno y otro", comenta a Sinc Sheryl Kingsberg, jefa de medicina del comportamiento en el MacDonald Women’s Hospital (EE UU).
Su aprobación está sujeta a una estrategia de evaluación de riesgos, que implica su venta bajo estricta prescripción médica
Pero un artículo firmado por Moynihan en el British Medical Journal revela otro motivo más tajante. "Ya no existe. No hay un trastorno del deseo". Según el escritor, eso fue lo que le manifestó Cynthia Graham, miembro del equipo encargado de elaborar la quinta edición del DSM, refiriéndose al trastorno y a la decisión de eliminarlo como dolencia independiente.

Las principales críticas se basan en que no recoge la complejidad sexual femenina, aunque hay división de opiniones. "El deseo sexual hipoactivo es un trastorno real que sufren muchas mujeres. De hecho, es el primer motivo de consulta femenina en sexología", asegura a Sinc Felipe Hurtado, presidente de la Asociación de Especialistas en Sexología.

Partidario de que la píldora llegue a aprobarse en España, el sexólogo admite que habrá que esperar a ver cómo son las experiencias de las usuarias para evaluar la verdadera eficacia y analizar los posibles efectos secundarios.

Un complejo puzle llamado deseo

Los otros dos trastornos sexuales femeninos incluidos en el DSM-5 son el orgásmico —ausencia o retraso del orgasmo— y el dolor genitourinario o trastorno de penetración, que engloba al vaginismo —contracción involuntaria de los músculos vaginales con la penetración— y a la dispareunia —coito doloroso—.

Algunos estudios realizados en Estados Unidos calculan que alrededor del 40% de las mujeres registran problemas sexuales, y al 12% de ellas, esta situación les genera ansiedad. La pérdida del deseo sexual es un fenómeno frecuente en las consultas médicas y psicológicas, "uno de los grandes desconocidos de la sexología", en palabras de Wulf H. Utian, presidente honorario de la Sociedad Norteamericana de Menopausia.

Pensemos en el deseo como un sofisticado puzle. Una pieza sería la dosis química, otra la anatómica, otra la cultural, otra la emocional, otra la neurológica… Y todas tienen que encajar. En el momento en que una falla, el puzle está incompleto. Así se sienten muchas mujeres con este tipo de trastornos, incompletas, sin una parte de sí mismas. "Es muy triste, vergonzoso y frustrante", se lamenta Parrish.

Imágenes por resonancia magnética han mostrado que algunas diagnosticadas con trastorno de deseo sexual hipoactivo registran diferencias en el córtex prefrontal del cerebro. "El componente biológico del deseo se basa en factores neuroendocrinos, especialmente, en el equilibrio de la dopamina, la norepirefrina y la serotonina en el córtex prefrontal", apunta Kingsberg.

Los expertos señalan que para tratar este tipo de dolencias es importante identificar la causa que las provoca y, a partir de ahí, personalizar el tratamiento a la medida de cada paciente, desde terapia individual, a terapia de pareja, pasando por un ajuste del tratamiento farmacológico, si es que la disfunción se debiera a una enfermedad previa.

En el caso masculino existen diferentes fármacos aprobados para tratar sus problemas sexuales. Addyi es el primero femenino. De ahí la campaña de Even the Score (con la farmacéutica Sprout entre sus patrocinadores) para que la FDA la aprobara. Otros colectivos de mujeres como National Women's Health Network también abogan por medicamentos que mejoren la vida sexual femenina, pero que demuestren ser eficaces y sin efectos secundarios, algo que, a su juicio, Addyi no cumple.

¿Llegará a España?

La píldora rosa empezará a venderse en las farmacias estadounidenses el próximo 17 de octubre. Desde Sprout Pharmaceuticals no quieren pronunciarse sobre las expectativas de venta que manejan.

Mujeres de otros países no podrán comprarla hasta que no la aprueben los organismos correspondientes. "Para que este fármaco esté disponible en España, en farmacias y online, es necesario que primero reciba una autorización de comercialización en Europa o en cada país", informan a Sinc fuentes de la Agencia Europea de Medicamentos. De momento, el organismo no lo tiene pendiente de evaluación en su registro.

Tampoco la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ha recibido ninguna petición de evaluación de Addyi, tal y como han confirmado a Sinc.
Los expertos señalan que para tratar este tipo de dolencias es importante identificar la causa que las provoca y, a partir de ahí, personalizar el tratamiento
Desde Sprout Pharmaceuticals recalcan que la píldora solo se ha aprobado para su uso en EE UU, y que la compañía se compromete a trabajar con otros organismos reguladores para llevar en un futuro al mercado un tratamiento "seguro y efectivo" para millones de mujeres de todo el mundo afectadas por el bajo deseo sexual.

Amanda Parrish cuenta los días que faltan para que llegue el 17 de octubre. "¡Acudiré a mi médico para ser la primera en conseguirla!", exclama. En los últimos cinco años, tras finalizar el ensayo clínico de Addyi, ha probado de todo para despertar su deseo sexual: desde testosterona, hasta médiums que decían aumentar la libido, sin olvidar 50 sombras de Grey, que asegura haberse leído doce veces. Nada despertó su apetito sexual. “A mi marido y a mí Addyi nos funcionó", reitera.

Habrá que ver cómo afecta a las demás consumidoras y si realmente es eficaz ante un problema tan complejo. "El deseo no es una respuesta solo orgánica y centralizada en las zonas genitales; compete a todo el organismo, a las emociones, a aspectos socioculturales… De ahí la gran dificultad de querer aumentarlo solo con un componente químico exógeno, como es la flibanserina (Addyi)", recuerda Belén Romero.
Rep

viernes, 28 de agosto de 2015

EL GRAN NEGOCIO DE BEBER AGUA TODO EL DIA

No, no tienes que beber ocho vasos de agua al día

El autor de un libro sobre mitos médicos explica por qué este se resiste a morir

Michelle Obama, en un acto de promoción de la iniciativa 'Bebe'. / LETSMOVE.ORG
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Si hay un mito sobre la salud que se niega a desaparecer, es este: hay que beber ocho vasos de agua al día.
Es sencillamente falso. No hay ninguna evidencia científica que lo respalde.
Y, sin embargo, todos los veranos nos inundan con noticias en los medios de comunicación que nos advierten de que la deshidratación es peligrosa y que está por todas partes.
Estas noticias crean el temor a que haya adultos y niños, por lo demás sanos, que van por ahí deshidratados, e incluso de que la deshidratación ha alcanzado proporciones de epidemia.
El agua está presente en la fruta y en la verdura. Está en el zumo, en la cerveza, e incluso en el té y en el café"
Vamos a analizar estas afirmaciones.
Allá por 2007, fui coautor de unartículo publicado en la revista BMJsobre mitos médicos. El primer mito era que la gente tenía que beber al menos ocho vasos de agua de 236 mililitros al día. Este artículo recibió más atención de los medios de comunicación que prácticamente cualquiera de las investigaciones que he realizado en mi vida.
Dio igual. Cuando, dos años después, publicamos un libro sobre mitos médicos que desmontaban otra vez la idea de que necesitamos ocho vasos de agua al día, pensé que convencería a la gente para que dejase de preocuparse. Me equivoqué otra vez.
Muchos creen que el origen de este mito es una recomendación delConsejo de Alimentación y Nutrición de 1945 que decía que las personas necesitan unos 2,5 litros de agua al día. Pero pasa por alto la frase que aparecía a renglón seguido: “La mayor parte de esta cantidad está contenida en alimentos preparados”.
El agua está presente en la fruta y en la verdura. Está en el zumo, en la cerveza, e incluso en el té y en el café. Y antes de que alguien me escriba para decirme que el café deshidrata, que sepa que las investigaciones demuestran que eso tampoco es cierto.
Aunque recomendaba el agua como la mejor bebida que se puede consumir, no hay duda de que no es la única fuente de hidratación. No tenemos que consumir toda el agua que necesitamos a través de bebidas. Tampoco hay que preocuparse tanto por no tener nunca sed. El cuerpo humano está perfectamente equipado para indicarnos que tenemos que beber mucho antes de que lleguemos realmente a deshidratarnos.
El número de personas que llevan agua encima cada día parece aumentar año tras año. Y las ventas de agua embotellada siguen subiendo"
Contrariamente a las numerosas historias que posiblemente oigan, no existen pruebas científicas reales de que para gente por lo demás sana, el beber más agua suponga algún beneficio para la salud. Por ejemplo,los análisis no han logrado hallar pruebas de que beber más agua mantenga la piel más hidratada y nos haga parecer más sanos y evite que nos salgan arrugas. Es cierto que algunos estudios de cohorte retrospectivos han descubierto que el incremento de agua se asocia con mejores resultados, pero estos estudios adolecen de los problemas epidemiológicos habituales, como la incapacidad para demostrar la causalidad. Además, su definición de un consumo de agua “elevado” era muy inferior a ocho vasos.
Los estudios prospectivos no encuentran beneficios para la función renal o para la mortalidad por cualquier tipo de causa cuando las personas sanas aumentan su consumo de fluidos. Los ensayos controlados aleatorios tampoco encuentran beneficios, con la excepción de algunos casos específicos, como, por ejemplo, prevenir la reaparición de algunas clases de piedras del riñón. La deshidratación real, cuando el cuerpo ha perdido una cantidad importante de agua debido a alguna enfermedad, o al ejercicio o el sudor excesivos, o por una incapacidad para beber, es un problema grave. Pero las personas que sufren deshidratación clínica casi siempre muestran síntomas de algún tipo.
Un importante número de anunciantes y de noticias de los medios de comunicación intentan convencernos de lo contrario. El número de personas que llevan agua encima cada día parece aumentar año tras año. Y las ventas de agua embotellada siguen subiendo
La avalancha de historias de este verano se inspira en un reciente estudio del American Journal of Public Health. Los investigadores emplearon datos de 2009 a 2012 de la Encuesta Nacional para el Estudio de la Salud y la Nutrición para analizar a 4.134 niños y jóvenes con edades comprendidas entre los 6 y los 19 años. Y, concretamente, calcularon la osmolalidad media de la orina, que es un indicador de la concentración de orina. Cuanto más elevado es el valor, más concentrada es la orina.
Descubrieron que más de la mitad de los niños tenían una osmolalidad de la orina de 800 mOsm/kg o más. También descubrieron que los niños que bebían unos 236 mililitros o más de agua al día tenían, de media, una osmolalidad de la orina con unos 8 mOsm menos que los que no lo hacían.
Por tanto, si definimos la “deshidratación” como una osmolalidad de la orina de 800 mOsm/kg o más, los resultados de este estudio son realmente preocupantes. Este artículo la definía así. El problema es que la mayoría de los médicos no lo hace.
Es posible que haya niños que necesiten estar mejor hidratados, pero, llegados a un punto, corremos el riesgo de llamar enfermedad a un estado de salud normal"
Soy pediatra, y puedo decirles que muy pocas veces he usado -si es que lo he hecho alguna vez- la osmolalidad de la orina como indicador para decidir si un niño está deshidratado. Cuando pregunté a mis compañeros, ninguno encontraba preocupante el valor de 800 mOsm/kg. Y en una búsqueda en Internet, la mayoría de las fuentes que encontré pensaban que los valores de hasta 1.200 mOsm/kg todavía estaban dentro de lo psicológicamente normal y que en los niños variaban más que en los adultos. Ninguno declaró que los 800 mOsm/kg fueran un valor que les llevara a pensar que los niños están deshidratados.
En otras palabras, existen muy pocas razones para creer que los niños que tienen una medida puntual de la orina de 800 mOsm/kg deberían preocuparse. De hecho, en 2002, se publicó un estudio enJournal of Pediatrics (más de carácter exploratorio que una búsqueda de la deshidratación), que había descubierto que los chicos en Alemania tenían una osmolalidad media de la orina de 844 mOsm/kg. Desde el tercer párrafo del artículo hasta el último se recogía un enorme número de estudios de todo el mundo en los que se había descubierto una osmolalidad media de la orina en los niños que iba desde los 392 mOsm/kg en Kenia a los 964 en Suecia.
Eso no ha impedido que estudios más recientes sigan usando la medida estándar de 800 mOsm/kg para declarar que una gran cantidad de niños están deshidratados. Uno de ellos, aparecido en 2012 en Annals of Nutrition and Metabolism la usó para afirmar que casi dos tercios de los niños franceses no bebían suficiente agua. Otro que fue publicado en la revista Public Health Nutrition la utilizó para declarar que casi dos tercios de los niños de Los Ángeles y de Nueva York no bebían suficiente agua. El primer estudio estaba financiado por Nestlé Waters; y el segundo por Nestec, una filial de Nestlé.
El cuerpo humano está perfectamente equipado para indicarnos que tenemos que beber mucho antes de que lleguemos realmente a deshidratarnos
Es posible que haya niños que necesiten estar mejor hidratados, pero, llegados a un punto, corremos el riesgo de llamar enfermedad a un estado de salud normal. Cuando se descubre, año tras año, que dos tercios de los niños sanos presentan un valor de laboratorio que se califica de “anormal”, es posible que lo que esté mal sea la definición y no su salud.
Nada de esto ha frenado la oleada de recomendaciones para que bebamos más agua, e incluso ha formado parte de la campaña Drink Up [Bebe] de Michelle Obama. En 2013, Sam Kass, entonces asesor de política nutricional de la Casa Blanca, declaraba: “El 40% de los estadounidenses bebe menos de la mitad de la cantidad recomendada de agua a diario”.
No existe una recomendación formal respecto a la cantidad de agua diaria que las personas necesitan. Esa cantidad, obviamente, varía en función de lo que come la gente, de dónde vive, de su peso y de lo que está haciendo. Pero como la gente en Estados Unidos vive más tiempo que nunca, y supuestamente puede acceder a las bebidas más libremente que prácticamente en cualquier época de la historia humana, simplemente no es cierto que estemos todos deshidratados.
Aaron E. Carroll es catedrático de pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana. Escribe un blog sobre investigación y política sanitaria en The Incidental Economist, y le pueden seguir en Twitter en: @aaronecarroll.