martes, 2 de junio de 2015

Ningún pibe nace machista

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El primer contacto que tuve con la violencia de género fue a los 11 años, cuando una amiga de mi madre que frecuentaba nuestra casa fue asesinada a manos de su ex marido. El la esperó a la salida del colegio de sus hijos, la tomó por detrás y le asestó varias puñaladas hasta matarla. Recuerdo particularmente la difusión de la noticia: “Crimen pasional”, titulaba el periódico. Este episodio fue en plena dictadura. Hablar de género y poder conectarlo con violencia era algo impensado para la época. Muchos años después, ya en democracia, estábamos reunidas con un grupo de amigas de edades similares y una contó un episodio de abuso intrafamiliar. Como si fuera un efecto dominó, una a una fuimos relatando hechos similares que nos tenían como protagonistas. Fue la tercera vez que tomé contacto con la violencia, la segunda no sabía de qué se trataba.
La violencia había atravesado nuestras vidas, algunas no sabíamos cómo ponerlo en palabras, cómo salir de la vergüenza de pensar que la habíamos provocado. Pero al ponerlo en palabras pudimos entender qué nos había pasado y en qué contexto de país y de sociedad se habían producido. Los diarios no hablaban del tema, en las familias era imposible denunciar o acusar a un pariente. Y cuando había respaldo, no había dónde hacerlo. En la televisión, las novelas y los programas de entretenimiento no nos dedicaban el mejor papel. Mientras, en los ’80, la novela Amo y señor iba en ascenso como los golpes que Alonso Miranda (Arnaldo André) le propinaba al personaje Victoria Escalante (Luisa Kulliok). El tema de violencia de género estaba bastante lejos de tratarse en ámbitos sociales, familiares, laborales o institucionales. La doctora Cecilia Giubileo había desaparecido en Open Door.

En los ’90 era asesinada María Soledad Morales. En la televisión, el Manosanta de Alberto Olmedo posaba sus manos sobre el cuerpo de La Bebota, personificada por Adriana Brodsky.

Ya en 2001, Francella hacía el sketch de “La Nena”. Durante ese año, Fabiana Gandiaga, que había llevado a su hijo al GEBA, se perdió en las instalaciones y fue violada y asesinada por dos obreros que estaban refaccionando el club.

Mientras las muertes de estas mujeres ocupaban kilómetros de papel y cientos de horas de televisión, a nadie se le ocurría plantear qué se estaba consumiendo en ese momento en la televisión argentina. Y aún no se discutía plenamente el tema de las violencias.

El asesinato de María Soledad Morales marcó un antes y un después en la vida política de Catamarca. Las marchas del silencio tuvieron tal contundencia que desentrañaron los vínculos y la impunidad del poder político. Si bien el gobierno de Saadi llegó a su fin, ese marco no dejó lugar para la discusión de fondo que era la violencia y el asesinato de género. María Soledad en ese momento también fue víctima de la violencia mediática. Y aún hoy su madre, Ada Morales sigue pidiendo justicia porque considera que los encubridores no fueron juzgados.

Puesto a la distancia, hoy no toleraríamos un programa de violencia explícita como el de Amo y señor, pero sí soportamos con un alto rating las cortaditas de pollera de Showmatch o consumimos los medios de comunicación que estigmatizan a las mujeres. La expectativa por la marcha #NiUnaMenos es alta, pero somos conscientes del discurso patriarcal que nos asiste, que está anidado, enraizado, que no hay manera de desterrarlo si no es con mucha y buena formación en perspectiva de género.

El futuro son los niños y las niñas. Hagamos lo imposible para educarlos en igualdad. Ayer en Facebook vi una frase: “Ningún pibe nace machista”.

Qué cierto.

Claudia Fernández Chaparro
El moho azul del tabaco fue una de las plagas introducidas por el Gobierno de Estados Unidos al país. Foto:Fernando Lezcano
Los enormes daños causados por la guerra biológica desatada contra Cuba por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, dirigida a afectar programas de salud, y frustrar planes de desarrollo enfocados en el aumento de la producción agrícola, el incremento de la capacidad exportadora, y el fortalecimiento de la base alimentaria de nuestro pueblo, no se pueden borrar de la memoria histórica de la nación.
El 18 de enero de 1962 en un documento secreto titulado Proyecto Cuba, donde se ex­pusieron las 32 tareas originales de la O­pe­ración Mangosta, apareció la siguiente formulación: Tarea 21: “Para el 15 de febrero la CIA tiene que someter a aprobación un plan para inducir errores en las cosechas alimentarias en Cuba”.1  La Tarea 33 que no fue incluida en ese instante planteaba: “... un plan para incapacitar a los trabajadores azucareros cubanos durante la zafra mediante el empleo de me­dios químicos bélicos”.2
Posteriormente el jefe de Operaciones del Plan Mangosta, general Edward Lansdale redactó un borrador con las misiones a ejecutar por la CIA donde enunció: “... desplegar el bajo mundo cubano contra Castro, fracturar al régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en Noviembre de 1962”.3
El 2 de junio de 1964 el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó la probabilidad de que el gobierno estadounidense estuviera utilizando la guerra biológica contra Cuba.4  Durante los próximos años azotaron el territorio nacional la fiebre porcina, la seudodermatosis nodular bovina, la brucelosis del ganado, el carbón y la roya de la caña, el moho azul del tabaco, la roya del café, el new castle y la bronquitis infecciosa de las aves de corral, la conjuntivitis hemorrágica, la disentería, y el dengue serotipo 02 que provocó 158 muertos, incluyendo 101 niños, el mayor daño causado a nuestro pueblo por este tipo de agresiones.
El 15 de septiembre de 1981, durante la inauguración de la 68 Conferencia Mundial de la Unión Interparlamentaria, celebrada en el Palacio de Convenciones de La Habana, Fidel insistió en que Estados Unidos estaba utilizando armas biológicas contra Cuba.
En 1984 Eduardo Arocena Pérez, cabecilla de la organización terrorista Omega-7 —conocido por sus vínculos con la CIA— fue declarado culpable del asesinato del diplomático cubano Félix García Rodríguez, y de otros actos violentos cometidos dentro del territorio norteamericano. Durante el juicio, el jurado federal no hizo mención a sus declaraciones en el sentido de que la misión de su grupo era “obtener ciertos gérmenes e introducirlos en Cuba”.5
En julio de 1987, cuando Cuba comenzó a desclasificar un grupo de agentes de la Se­guridad del Estado, se conoció que oficiales de los servicios de inteligencia norteamericanos les habían preguntado por las enfermedades que afectaban a los cubanos y los programas para adquirir medicamentos en el extranjero. Uno de los males por el que más se interesaron fue por el dengue hemorrágico y su impacto en la población.6
Tras la desaparición del campo socialista europeo en el otoño de 1989 y la desintegración de la URSS a finales de 1991, la economía cubana se vio afectada, debido a que el 85 % de su intercambio comercial era con esa na­ción. Comenzó para nuestro pueblo el de­nominado periodo especial en tiempos de paz, el Gobierno norteamericano recrudeció el bloqueo económico, comercial y financiero, y se desataron nuevas agresiones.
En octubre de 1990, cuando se desarrollaban los planes de producción agrícola para apoyar el programa alimentario y dar respuesta a las necesidades básicas de la población, apareció la sigatoka negra en lotes de plátanos de varias provincias. Unos meses después fue detectada la acarosis, una enfermedad que acorta el ciclo de vida de las abejas.
Entre 1990 y 1994 la neuropatía se convirtió en una epidemia con la declaración de un promedio de 2 000 casos anuales. Los estudios realizados demostraron el papel desempeñado en la aparición de esta enfermedad por el estado nutricional de la población a causa del bloqueo, uno de cuyos objetivos es rendir por hambre a nuestro pueblo. El problema quedó solucionado al distribuirse gratuitamente su­plementos vitamínicos.
El 10 de febrero de 1995, en el Aeropuerto Internacional José Martí, fueron hallados en el equipaje de un científico extranjero, varios tubos de ensayo con el virus de la tristeza del cítrico. El 21 de febrero apareció la broca del cafeto en zonas rurales de Santiago de Cuba, coincidiendo con la visita de un grupo de norteamericanos pertenecientes a una Or­ga­ni­ zación No Gubernamental. Después se de­tectaron en La Habana varios focos del aedes albopictus (tigre asiático) transmisor del dengue. El 18 de diciembre de 1996 aparecieron los primeros indicios de la presencia de la plaga Thrips palmi karny sobre cultivos de papa en la Empresa de Cultivos Varios, en Jo­vellanos, Matanzas.
El 8 de octubre de 1997, durante la clausura del V Congreso del Partido Fidel expresó: “Un especialista, miembro de un organismo internacional […] y presunto oficial de la CIA, en 1975 había realizado estudios sobre la enfermedad del dengue (serotipo 01), que azotó nuestro país en 1977 y obtuvo información sobre la no existencia de anticuerpos serotipo 02 de la enfermedad en Cuba. Por eso es tan importante, incluso, los datos relacionados con los anticuerpos que tiene el cubano, porque pueden ser utilizados para un tipo de guerra bacteriológica. […] estamos seguros de que durante un largo periodo de tiempo el Gobierno de Estados Unidos era responsable de estos hechos, […] porque ellos inventaron todo: cómo contaminar el azúcar que iba en los transportes de los barcos, cómo afectar el comercio, cómo afectarlo todo. […] Son muchas plagas seguidas contra cultivos esenciales: arroz, cítricos, papa, vianda, plátano, caña, café, tabaco, […]  ¿Tenemos o no tenemos derecho a denunciar cuando ocurre algo de esto?”7
En 1999, en el inciso séptimo de la De­manda del Pueblo de Cuba al Gobierno de Estados Unidos por Daños Humanos se señala: “Que durante todos estos años de Re­volución, las acciones agresivas del Gobierno de Estados Unidos han afectado de manera significativa la salud de nuestro pueblo. Esta política criminal ha estado encaminada a entorpecer y obstaculizar los impresionantes logros que la política social cubana ha conquistado. Para ello se ha empleado, entre otras vías, la agresión biológica, que ha cobrado valiosas vidas humanas, incluidos niños y mujeres embarazadas”.8
Hasta diciembre del 2000 el Gobierno Re­volucionario cubano se había visto obligado a gastar 2 158 millones de dólares, con gastos adicionales cada uno de los años en el orden de los 59 millones de dólares para enfrentar las agresiones biológicas.9
El 6 de mayo del 2002 el presidente George W. Bush tuvo el cinismo de acusar a Cuba de desarrollar armas biológicas ofensivas, y de proveer sus conocimientos sobre estas a países enemigos de Estados Unidos. Cuatro días después en una conferencia de prensa Fidel respondió: “En lo que se relaciona con las armas de destrucción masiva, la política de Cuba ha sido intachable. Nunca nadie ha presentado una sola prueba de que en nuestra patria se haya concebido un programa de desarrollo de armas nucleares, químicas o biológicas. Para los que no entiendan de ética, apego a la verdad y transparencia en la conducta de un gobierno como el de Cuba, podrían comprender al menos que hacer lo contrario habría constituido una colosal estupidez. […] Cualquier programa de esa índole arruina la economía de cualquier pequeño país; Cuba nunca habría estado en condiciones de transportar tales armas; cometería adicionalmente el error de introducirlas en combate contra un adversario que cuenta con miles de veces más armas de ese carácter, el cual recibiría, como un regalo, el pretexto de usarlas”.10
Cuba ha sido agredida con una guerra biológica que ha afectado directamente a las personas, los animales y los cultivos, ocasionando daños humanos irreparables, y pérdidas millonarias a la economía nacional. La firme decisión y la voluntad política del Gobierno Revolucionario, al destinar los recursos necesarios para combatir estas plagas y enfermedades, la dedicación de los especialistas de prestigiosas instituciones científicas, y el apo­yo de los CDR, la FMC y la ANAP, han posibilitado el enfrentamiento exitoso de nuestro pueblo a estas agresiones.





LA MALTRATADA SIEMPRE TIENE LA CULPA