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Roxana Kreimer, licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales, analizó en diálogo con Télam las características del cerebro masculino y femenino estudiadas por el reconocido investigador británico Simon Baron-Cohen y propuso aplicarlas con la mirada de la filosofía práctica en la vida de quienes buscan mejorar las relaciones interpersonales.

“El nivel de testosterona (hormona masculina) del feto en el vientre de su madre puede determinar un cerebro con mayor o menor proporción de rasgos femeninos o masculinos, en un espectro cuyo extremo masculino es el autismo”, sostuvo Kreimer al sintetizar los 20 años de investigación de Baron-Cohen.

Durante el siglo XX se menospreciaron las diferencias de género, acentuando la posibilidad de que fueran enteramente culturales, señaló Kreimer, quien sugirió que "las diferencias de género son una suma de cuestiones biológicas y culturales".

La especialista indicó que "no todos los hombres tienen un cerebro masculino ni todas las mujeres tienen un cerebro femenino", y aclaró: "Sólo sostengo que el cerebro masculino es más frecuente en hombres y el femenino más frecuente en las mujeres".

En esta línea, propuso pensar que "si tantos comportamientos son distintos (en promedio) en hombres y mujeres, raro sería que no hubiera diferencias en los cerebros".

Según las investigaciones, "el autismo es 10 veces más frecuente en los hombres que en las mujeres y mucho más usual en hijos y nietos de ingenieros y otras profesiones sistematizadoras


Según los estudios de Baron Cohen, "las mujeres en promedio focalizan en la empatía y en las relaciones interpersonales mientras que los hombres lo hacen más en las cosas y sus mecanismos subyacentes (sistematización)".

Kreimer, al frente de un espacio de reflexión y debate con la perspectiva de la filosofía práctica, partió de los trabajos del académico de Cambridge para explicar qué distinto piensa un cerebro masculino de uno femenino.

"El diálogo más cooperativo, fragmentado, menos confrontativo es más propio en mujeres que en hombres, en promedio”, recalcó Kreimer, al atribuir a "ellas" frases como "podés estar en lo cierto, ¿pero no podría ser cierto también?..." durante una conversación.

"Estas expresiones suelen ser más escuchadas en las mujeres, ya que tienden a hacer lugar al punto de vista del otro, salvando su imagen; en cambio, el estilo masculino suele ser: 'lo siento, pero estás equivocado'", ejemplificó la coordinadora del Centro de Investigación y Práctica Filosófica.

Para Kreimer, "mientras las mujeres tratan de plantear el problema, los hombres tienden a notar la ofensa y evitar el contacto, y es menos frecuente que planteen argumentos".

Según su análisis, "las mujeres usan con mayor facilidad los cumplidos como 'qué bien que te queda ese vestido' a diferencia de la conversación masculina, más enfocada en objetos (último aparato electrónico, autos, deportes, nuevas adquisiciones), mostrando más facilidad para sistematizar".

"Curiosamente, la base científica para el conocimiento de las diferencias de género surgió del estudio del autismo, que se caracteriza por dificultades en el lenguaje, una disminución de la empatía y de la interacción social", señaló.

Paralelamente, el autismo muestra "la búsqueda de los mecanismos subyacentes de las cosas mediante comportamientos restringidos y repetitivos", explicó Kreimer.

Según las investigaciones, "el autismo es 10 veces más frecuente en los hombres que en las mujeres y es mucho más frecuente en hijos y nietos de ingenieros y otras profesiones sistematizadoras, lo que sugiere al menos en parte un componente genético".

Hace 50 años, "el pediatra e investigador austríaco Hans Asperger ya había planteado que el autismo era una versión extrema del cerebro masculino promedio, y Simon Baron-Cohen retomó veinte años después esa hipótesis, que ha ido ganando evidencia con gran cantidad de trabajos científicos", acotó Kreimer.

Para la investigadora, "la genética no es un destino: cada vez más padres cuidan a sus hijos y esto revela una mayor empatía. Los genes no son nuestros opresores sino la herencia que recibimos de millones de años de evolución", señaló.

"Hay personas tan buenas sistematizando que pueden decirte que si el 22 de marzo es martes, también lo será el 22 de noviembre. Pero podría ocurrir que estas mismas personas tuvieran dificultades para empatizar", explicó la filósofa.

Mientras que "podrían no entender que sólo porque contemplan a alguien como un amigo, no necesariamente éste coincidirá para que sea mutuo; o no darse cuenta de que su mujer está triste si no llora".

Para la comunicadora, "lo mejor de la historia de la humanidad proviene de la conjunción de ambos cerebros. Si la humanidad tiene un futuro mejor, será promediando los dos", completó.