sábado, 30 de abril de 2016

¿Puede el cerebro ser ‘justo’ ante la ley?

La neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otras, intentan entender el funcionamiento del cerebro en la esfera legalOtros

Un fotograma de 'Doce hombres sin piedad'.
Cuando en el comienzo de la película se ve a los doce hombres alrededor de una mesa, algunos inquietos o apurados, otros desconcentrados o con angustia, lo que está por suceder es un veredicto que absuelva o mande a la silla eléctrica a un joven acusado de matar a su padre. Así se desenvuelve la votación preliminar que deberá ser unánime y funcionará como el punto de inicio del conflicto que atravesará todo el film: once votan que es culpable, pero uno, tan solo uno, que no. Cuando con fastidio algunos le preguntan por qué, él solo atina a responder: “Tenemos que hablar”. “La duda razonable es imprescindible”, podría haber agregado el personaje de Henry Fonda en Doce hombres sin piedad. Por eso cuando le vuelven a preguntar sobre la culpabilidad o inocencia del muchacho, él dice con seguridad: “No lo sé”.
Más allá del desarrollo de las instituciones, los estudios y redacción de leyes, debemos recordarnos que tanto jueces, como abogados, testigos e imputados son personas con sus memorias, decisiones, emociones y razonamientos humanos. Es por eso que aquellos avances ligados al estudio de la mente necesariamente tienen un impacto en la reflexión y administración del derecho en la sociedad. Así, las neurociencias modernas han dado lugar a nuevas preguntas, impensadas hace unos años atrás en el ámbito de la ley, del tipo: ¿nuestros actos son automáticos o voluntarios? ¿Existe el libre albedrío y la responsabilidad personal? ¿Podemos comprender la impulsividad, la adicción y el cerebro en desarrollo? ¿Interviene en las acusaciones, los testimonios e, inclusive, en los veredictos el sesgo o prejuicio racial? ¿Se puede mediante imágenes cerebrales distinguir la verdad de la mentira?
Un claro ejemplo de esto es la creación del Centro de Derecho, Cerebro y Comportamiento en el prestigioso Hospital General de Massachusetts de la Universidad de Harvard. Este centro reúne a expertos en el campo de la ley, la neurología, la psiquiatría, la psicología y las neurociencias cognitivas, entre otros, con el fin de hacer una traducción científica adecuada de los avances en el estudio del cerebro a la esfera legal.
Los seres humanos tendemos a pensarnos como seres racionales. Sin embargo, en nuestra conducta diaria hay una gran cantidad de sesgos y aspectos emocionales que se apartan de lo que sería una decisión racional. Veamos un ejemplo. Un estudio analizó las sentencias de ocho experimentados jueces israelíes que durante diez meses debían decidir sobre otorgar o no la libertad condicional a 1112 personas presas. El ritmo de trabajo era agobiante, ya que debían decidir por día alrededor de 35 casos. Los resultados de esta investigación demostraron que había un 65% más de probabilidades de que concedieran la libertad condicional si tenían que decidir el caso después del almuerzo y un 0% al final del día. Tomar decisiones es un trabajo mental que requiere de gran cantidad de recursos cognitivos, mayormente localizados en la corteza prefrontal, área clave en la toma de decisiones. Estos recursos tienen una capacidad limitada que se recupera con tiempos de descanso y una alimentación adecuada. En este estudio, el agotamiento de recursos influyó en que los jueces decidieran acudiendo a sus sesgos o cansancio en el final de la jornada. El sistema judicial intenta ser racional y equilibrado, por eso resulta bastante perturbador pensar que pueda ser condicionado por el funcionamiento automático de las decisiones humanas.

En un conocido experimento se les presentó a diferentes grupos de personas el mismo video de un accidente automovilístico y se les pidió que estimaran la velocidad que llevaban los autos al momento del impacto. Los participantes tendían a recordar que iban a mayor velocidad cuando en la pregunta se usaba verbos como “embistieron” y mucho menos velocidad cuando se usaba verbos como “entraron en contacto”. Lo que es más sorprendente es que cuando se les preguntaba si habían visto vidrios rotos, el doble de personas contestaba que sí cuando se usaba un verbo más intenso en comparación a cuando se usaba uno más atenuado. Estos resultados demostraron que el modo en que se realizan las preguntas (incluso ciertas afirmaciones) durante un interrogatorio puede influir sobre la manera en la cual recordamos un evento. Este experimento evidencia lo maleable que pueden ser nuestros recuerdos por la sugestión.
Décadas de investigación en neurociencias han dado evidencia de que la memoria es reconstructiva, es decir, los recuerdos no permanecen inalterables y se pueden modificar: en parte son construcciones que reflejan cómo interpretamos nuestras experiencias, en lugar de ser reproducciones literales, fotográficas y objetivas de esas experiencias. Además, la evocación de nuestra memoria puede distorsionar los recuerdos de una manera sutil. La memoria y la imaginación dependen de muchos de los mismos procesos cognitivos y neuronales, por lo que es fácil confundir una experiencia imaginada con una experiencia recordada real. Cada vez que recordamos un evento alteramos el trazado de esa memoria. Estudios de los neurocientíficos Elizabeth Loftus y John Palmer dieron cuenta de que es posible cambiar el recuerdo de los testigos a través de preguntas sugestivas.
Hoy, además, sabemos que el porcentaje de error en la identificación en una rueda de reconocimiento es excesivamente alto (entre un 40% y un 70%) y su valor diagnóstico de la implicación de alguien en un delito es realmente muy bajo, prácticamente lo que esperaríamos producto del azar. Por otra parte, distintas investigaciones sugieren que el sesgo o prejuicio racial es básicamente automático, por lo cual también podría operar sobre la percepción, el reconocimiento y/o el testimonio. Asimismo cuando una persona es testigo de un suceso y después adquiere información nueva sobre ese hecho, esta puede provocar alteraciones en su recuerdo. Si esa nueva información es falsa, entonces es posible que dé lugar a errores en el informe de memoria del testigo. En los Estados Unidos alrededor de trescientos individuos fueron liberados luego del análisis de la evidencia de material genético en la escena del crimen. Más del 70% de estas personas habían sido condenadas en base a la memoria de testigos. Estos testigos no eran mentirosos, sino gente común convencida de que su memoria era precisa y lamentablemente para los condenados no lo había sido.

En otro orden, hay casos dramáticos dentro del ámbito jurídico que involucran cuestiones éticas sobre las que las investigaciones en neurociencias tienen mucho para aportar. El estado vegetativo suele ser permanente luego de tres meses de un daño cerebral por anoxia (deprivación de oxígeno) o de doce meses luego de un traumatismo de cráneo. Un caso muy impactante en los Estados Unidos fue el de Terri Schiavo (una paciente en estado vegetativo permanente), que dividió a la sociedad: ella aparecía despierta (sus ciclos vitales eran normales), pero no consciente (conectada con el entorno). Frente a esa situación constante, el marido quería desconectarla y sus padres no. Este tipo de casos generan un debate ético relacionado con la naturaleza de la conciencia, la calidad de vida, el valor que la sociedad le atribuye a la vida y cómo manejamos la incertidumbre. En algunos pacientes en estado vegetativo se observa, con las neuroimágenes modernas, activación cerebral ante ciertos estímulos. Los datos de estos experimentos y de otros similares permiten estudiar las bases neurales de la conciencia. Sin embargo, hay que ser muy cautos, ya que la existencia de actividad cerebral no significa que la red de conciencia esté preservada: se trata de islas de reserva cognitiva que no representan un sistema integrado de conciencia.
La psicología del testimonio es una rama de la psicología jurídica que estudia la exactitud y credibilidad del testimonio. La capacidad de un testigo para percibir no suele ponerse en duda ni por el sentido común (a mí no me lo contaron, se suele decir comúnmente para dar valor de verdad) ni en muchos casos por la propia justicia (de lo que hablamos no es del flagrante falso testimonio). Esta presunción debe ser modificada, puesto que el testigo debería ser sometido a una serie de pruebas para determinar su capacidad de percepción. La exactitud del testigo hace referencia a si los hechos que relata han sucedido tal como él dice; en tanto que la credibilidad del testigo se refiere a si se considera que ese testigo o una parte de su declaración inspira confianza e induce a creer que los hechos sucedieron tal como declara.
La interacción entre la ciencia y otras disciplinas que parecen ajenas permiten poner en cuestión ciertas seguridades y patrones que muchas veces parecen inamovibles. Esto no vale únicamente en este caso para el derecho o la historia, también sirve para tensar las seguridades de la ciencia. Como lo pidió el Jurado 8 en Doce hombres sin piedad, debe existir diálogo entre juristas, neurocientíficos y profesionales de otras disciplinas y determinar así de manera crítica y consensuada en qué ámbitos y medida los estudios sobre el funcionamiento de los procesos mentales pueden ser utilizados eficazmente para producir innovaciones en el sistema legal. Este campo común de trabajo brindará herramientas para una mejor justicia, es decir, para una mejor vida en comunidad.
Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico (PhD in Sciences, Cambridge University). Es presidente de la World Federation of Neurology Research Group on Aphasia, Dementia and Cognitive Disorders y Profesor de Neurología y Neurociencias Cognitivas en la Universidad Favaloro (Argentina), University of California, San Francisco, University of South Carolina (USA), Macquarie University (Australia)

HAY TANTAS ESPECIES DE HOMINIDOS COMO HOMINIDOS

Tres estudios sobre tres fósiles de homínidos de tres continentes

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Un científico del Centro Nacional de Investigación de Evolución Humana, en Burgos, lidera tres estudios paleoneurológicos en los que se analizan los cráneos de  Buia y Maba, encontrados en Eritrea y China, respectivamente, así como el estudio anatómico del parietal de Homo antecessor, hallado en España.
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<em>Reconstrucciones digitales publicadas en los estudios paleoneurológicos de los fósiles de Maba (China), Gran Dolina (España) y Buia (Eritrea ) /E. Bruner</em><br /><em> </em></p>
Reconstrucciones digitales publicadas en los estudios paleoneurológicos de los fósiles de Maba (China), Gran Dolina (España) y Buia (Eritrea ) /E. Bruner
 
Emiliano Bruner, responsable del laboratorio de paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaba de publicar tres trabajos sobre tres fósiles que abarcan los tres continentes originarios de distribución del género Homo: África, Asia y Europa. Se trata de los estudios paleoneurológicos del cráneo de Buia, un Homo erectus hallado en Eritrea y del cráneo de Maba, encontrado en China, y del estudio anatómico sobre el parietal de Homo antecessor, hallado en España.
El estudio del molde endocraneal de Buia, un homínido africano datado en un millón de años que fue descubierto en la depresión de Danakil, al sur de Eritrea, se ha realizado en el marco de un proyecto que involucra a diez instituciones diferentes, liderado por el paleoantropólogo Roberto Macchiarelli, de la Universidad  de Poitiers (Francia).
Representado por un cráneo casi completo, es uno de los dos individuos de Homo erectus asociado al registro fósil africano de aquel periodo. El estudio apunta a una forma cerebral con rasgos generalmente primitivos, pero a la vez muy distinto de otros hallazgos asociados a la misma especie. Estas diferencias denotan una variabilidad muy acentuada en estos primeros humanos.
Las diferencias en el cráneo denotan una variabilidad muy acentuada en estos primeros humanos
“Queda por evaluar si en dicha variabilidad ya se podía esconder la diversidad que, sucesivamente, dará lugar a especies más derivadas como Homo heidelbergensis”, declara Emiliano Bruner.
El cráneo de Maba
En esa misma revista también se ha publicado el estudio paleoneurológico del cráneo de Maba, encontrado en la provincia china de Guandong en los años 1950, datado entre los 300.000 y los 130.000 años. La cara de este individuo presenta rasgos muy afines a los neandertales pero, según revela el estudio, una forma cerebral más antigua y menos especializada, como en Homo erectus o en Homo heidelbergensis.
La misma combinación, cara neandertal y rasgos primitivos en el neurocráneo, se encuentra en Atapuerca, precisamente en los individuos del yacimiento de la Sima de los Huesos. Esta similitud sugiere un proceso evolutivo común entre Europa y Asia.
La cara de este individuo presenta rasgos muy afines a los neandertales pero una forma cerebral más antigua
“También en este caso habrá que evaluar si se trata de la misma especie arcaica y de los primeros neandertales, o si por el contrario las dos poblaciones, aunque con un origen común, han estado involucradas en un proceso de separación que conduciría a dos grupos diferentes”, afirma Bruner.
Como explica este paleoneurólogo del CENIEH, este fósil chino podría estar relacionado con unos pobladores de Siberia aún por identificar, dado que hay estudios genéticos que han sugerido la existencia de grupos humanos extintos en estas regiones, diferente de los otros ya conocidos en Europa y Asia.
Este estudio  se ha llevado a cabo en colaboración con la investigadora Xiujie Wu del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de la Academia Nacional de Ciencias de Pekín.
Homo antecessor de Atapuerca
Por último, el trabajo sobre el fósil hallado en Europa se ha publicado en la revista francesa Comptes Rendus Palevol, en colaboración con el equipo de Atapuerca liderado por José María Bermúdez de Castro, coordinador del Programa de Paleobiología del CENIEH.
Se trata de un estudio anatómico del fragmento más grande hasta ahora conocido del neurocráneo de Homo antecessor, el parietal descubierto en el yacimiento de Gran Dolina de Atapuerca (Burgos), y datado en alrededor de 800.000 años. Dicho estudio anatómico revela caracteres primitivos comunes a Homo erectus y a otros homínidos arcaicos, una edad juvenil, y fracturas posiblemente asociadas a la muerte del individuo.
Referencias bibliográficas:
Emiliano Bruner et al. The Endocast of the One-Million-Year-Old Human Cranium from Buia (UA 31), Danakil EritreaAmerican Journal of Physical Anthropology.
Emiliano Bruner et al.  The Endocranial Anatomy of Maba 1 American Journal of Physical Anthropology.