miércoles, 20 de julio de 2016

Así influye la música en la salud del cerebro

Estimula directamente las áreas que regulan las emociones. Tiene valor terapéutico y es efectiva para la memoria. El papel del baile.

La música, cualquiera sea su género, ha tenido una presencia fundamental en todas las épocas y las culturas a través de los siglos, desde los comienzos de la humanidad.
En la actualidad, las investigaciones cerebrales han despertado un creciente interés porque nos ayudan a comprender mejor el comportamiento humano y su relación con el mundo que lo rodea. Las ciencias médicas reconocen hoy especialidades como la neurocardiología y la neurogastroenterología y también la neuromúsica.
Se denomina neuromúsica al área del conocimiento que estudia el vínculo entre el cerebro y la expresión musical humana, investigando el funcionamiento cerebral durante la creación, la interpretación y la audición musical.
La relación entre el cerebro y la música es más bien emotiva. A diferencia del lenguaje hablado o escrito, de designio fundamentalmente racional, la música apela más que nada a nuestra emoción, facilitando y reforzando vínculos de afecto, sentimiento y empatía.
Al escuchar o hacer música el cerebro se beneficia de la descarga y catarsis emotiva que se genera durante esos procesos creativos, ya que al ser algo abstracto, sortea lo racional y estimula directamente las estructuras cerebrales que regulan las emociones. Esta es la razón por la que la música se comparte, se asocia al fervor religioso, la pasión deportiva, las fechas íntimas (cumpleaños, casamientos, funerales), el entusiasmo político, el teatro o el cine, todas situaciones que conllevan emociones que la música estimula.
La música refuerza todas nuestras emociones. Se encauza en nuestro cerebro involucrando muchas áreas que se reclutan en forma coordinada y simultánea. Se ha comprobado que efectivamente la música nos toca porque las vibraciones sonoras abordan nuestro cuerpo primero, en la piel; y luego al atravesar tejidos que alcanzan músculos, huesos y órganos.
Esta conexión emocional hace que la música sea también muy importante en el tratamiento de ciertas enfermedades, como es el caso de las personas afásicas, que por una lesión cerebral pierden la capacidad de hablar, y logran articular palabras a través de la música.
La música facilita la memoria.
La música facilita la memoria.
Igual de efectiva es para la memoria. La música facilita la memoria: el sonido de una melodía puede hacernos recordar su título, que espontáneamente no nos “venía a la cabeza”. Es por esto que la llamada “terapia por entonación melódica” es un recurso terapéutico de gran importancia hoy en día, y en general se recurre a melodías conocidas o reconocibles por los pacientes tratados.
Investigaciones recientes coinciden en que hacer música es la tarea de mayor demanda para el cerebro ya que durante un encuentro musical se desenvuelven la autonomía, la creatividad, la flexibilidad cognitiva, las habilidades sociales, visoespaciales y motoras, la atención, la memoria, la toma de decisiones, la emoción, la expresión.
Al observar una pintura, escultura o fotografía que muestre figuras humanas, por ejemplo, inconscientemente nuestro cuerpo tiende a imitar su expresión facial, actitud o postura. El efecto es muy sutil, mínimo, no claramente observable ni consciente, pero tiene un correlato neurobiológico detectable en resonancia magnética funcional.
Este hallazgo muestra que a partir de un estímulo visual se activan en el observador, aparentemente pasivo, las mismas áreas cerebrales, las mismas neuronas determinantes de la postura o actitud de la figura representada. Las áreas activadas dependen de la manifestación inducida. Es el fenómeno de las “neuronas en espejo”. La visión de la imagen evoca en el observador un efecto que le incita, inconscientemente, una actitud similar a la de la figura que está mirando, involucrándolo activamente. El observador no participa entonces pasivamente, sino activamente, de la experiencia plástica, poniendo de sí, completándola.
Las neuronas en espejo se encuentran en la corteza de los lóbulos frontal, ínsula y parietal. Intervendrían en la imitación y el aprendizaje por imitación. Y este fenómeno también tiene un correlato cognitivo.
En la música, una expresión abstracta, el estímulo es auditivo y particularmente intenso, más intenso aún que el visual de las artes plásticas, al menos, a juzgar por los movimientos corporales que la música induce, que reconocen también un mecanismo de neuronas en espejo. De hecho, las neuronas en espejo parecen ponerse en juego en forma marcada en los bailes, en particular en aquellos en los que la pareja se enlaza, y en especial en el tango, en el que uno de sus miembros debe seguir, precisamente “en espejo”, los movimientos danzantes del otro. Es probablemente por este mecanismo que el tangose ha mostrado beneficioso en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, en lo que se conoce como “terapia por la danza”.
*Osvaldo Fustinoni es médico neurólogo y consultor de enfermedades cerebrovasculares en el Instituto de Neurociencias Buenos Aires (INEBA). Autor del libro ”El cerebro y la música” (Ed. El Ateneo 2015).