lunes, 3 de julio de 2017

CUANDO TODO EL MUNDO VIAJABA A BUENOS AIRES PARA ATENDERSE EN EL MEJOR SISTEMA SANITARIO...ERA 1950


Turismo médico y 'Brexit'

EFE
«¿No ha rellenado usted el formulario online?». Ésa frase es la pesadilla aeroportuaria de todo ser humano. En particular, si la respuesta es: «¿Formulario?, ¿qué formulario?».
Afortunadamente, el formulario que desde hace siete meses tenemos que rellenar los residentes permanentes en EEUU cuando viajamos por avión -es otro misterio de la burocracia del mundo, sólo se aplica si se entra por avión, no por carretera- a Canadá, se rellena en menos de cinco minutos desde el móvil, tal y como descubrió el autor de estas líneas momentos después de que el empleado de la aerolínea en la que iba a viajar le sacara de su ignorancia aduanera. Y los canadienses, que en EEUU tienen (merecidísima) fama de ser amables, responden al formulario en menos de dos horas. En mi caso, en menos de dos minutos. Aun así, el susto no me lo quitó nadie. Tampoco la sorpresa cuando, al rellenar el formulario, vi que los canadienses dejaban claro que, una vez en su país, no podría utilizar su servicio de salud pública.
Horas después, ya en Quebec, la conserje del hotel vivió unos instantes de orgullo patrio (canadiense, no quebequés) cuando me explicó que, entre los edificios notables de la ciudad, está el Hotel-Dieu, el primer hospital al Norte de México. «Lo fundaron en 1637 tres monjas francesas. Y así comenzó la Sanidad universal en Canadá, de la que todos nos sentimos muy orgullosos», concluyó, mirándome a los ojos y poniendo énfasis en cada palabra.
La sanidad pública es un merecido motivo de orgullo, sobre todo si se tiene a EEUU de vecino. Si cada vez que criticamos nuestro sistema de salud, los españoles viéramos cómo es la sanidad (por llamarla de algún modo) estadounidense, iríamos al número 18 del Paseo del Prado a darle un ramo de flores al ministro de turno. De hecho, según los datos de la OCDE, la esperanza de vida media de EEUU está más cerca de la de México que de la de España.
Esas disparidades en los sistemas de salud han generado un turismo médico que mueve 50.000 millones de euros anuales en todo el mundo. Hay dentistas de Avilés que se anuncian en webs estadounidenses y, dado que en Washington pisar la consulta del dentista, decir «buenos días», y marcharse a continuación, sale por, como poco, 200 dólares, la oferta es digna de ser tenida en cuenta. Un estudio de 2008 de la Universidad Johns Hopkins (que tiene el mejor hospital del mundo) relataba el caso de Howard Staab, un carpintero de Carolina del Norte que se fue a India, visitó el Taj Mahal, se hizo una cirugía cardiaca y volvió a casa por 10.000 dólares (9.400 euros). En EEUU, solo la operación (sin turismo) le habría salido por 20 veces esa cifra.
Ahora, con Brexit, ese turismo puede experimentar un boom en España. Unos tres millones de ciudadanos de la UE viven en Gran Bretaña, y 1,3 millones de británicos residen en la UE. De ellos, 300.000 en España. Pero hay una diferencia muy sustancial entre unos y otros. Mientras la mayor parte de los europeos que viven en Reino Unido trabajan, los británicos se vienen a Europa, en general, y a España, en particular, a jubilarse. La mitad de los ciudadanos del Reino Unido que viven en España están jubilados. Arreglar eso va a ser una de las grandes peleas del Brexit. Camilo José Cela contaba la historia de un pescador de Málaga que le dijo: «Cómo no voy a estar contento, si he pasado toda la vida donde los ingleses vienen a morirse». Eso es algo que se les olvidó cuando votaron por el Brexit.

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