miércoles, 22 de marzo de 2017

EL PSIQUIATRA FEDERICO PAVLOVSKY DEBATE SOBRE LA MARIHUANA
“La medicina puede decir muy poco sobre adicciones”
Estudia las adicciones desde una perspectiva cultural. A cien años de su prohibición, comparte la historia del cannabis, sus usos y sus entramados geopolíticos. “El sistema de salud pública no sabe qué hacer con los adictos”, advierte sobre la situación en Argentina.
(Imagen: Jorge Larrosa)
“La historia del cáñamo es la historia de la humanidad.” Así comenzó su exposición, el 14 de marzo en el Centro Cultural de la Ciencia, Federico Pavlovsky, quien se presentó en el marco de la Semana del Cerebro 2017, para debatir junto a otros especialistas sobre el consumo del cannabis a 100 años de su prohibición. En la cita, de la que participaron exponentes de la talla del genetista Marcelo Rubinstein, se recorrieron las rutas cerebrales y los efectos psicoactivos de la planta, se revisó el panorama legal en Argentina y en el mundo, al tiempo que se ratificó la importancia sustancial de los usos medicinales. 
Aquí, Pavlovsky narra a PáginaI12 la historia milenaria de un cultivo multifacético, utilizado como materia prima y fuente de alimentos, pero también empleado en el diseño de productos textiles y materiales de construcción. Luego, corre el foco de su discurso hacia los fines recreativos: las huellas históricas de la presencia de marihuana, protagonista excluyente de antiguos ritos funerarios grecorromanos, y consumida por emperadores orientales y poetas de la Francia moderna, que aprovechaban sus bondades para conseguir estados de éxtasis e iluminación. Unida históricamente por medio de un cordón umbilical a las religiones y al proceso civilizatorio, en el siglo XX, cayó presa de la telaraña geopolítica tejida por las naciones más poderosas del mundo. Por último, cuenta qué significa ser adicto en la Argentina contemporánea.
–Usted es médico psiquiatra al igual que Eduardo, su padre. Imagino que la tradición familiar tiene mucho que decir al respecto.
–Sí, claro. Existe una tradición familiar que arrastra a varias generaciones de médicos. Al menos, por parte de la rama paterna, se destacan cirujanos, hematólogos y psicoanalistas. Tuve la suerte de estudiar en la UBA y luego me especialicé en psiquiatría en el hospital general Teodoro Álvarez, todo un acontecimiento. 
–¿Por qué?
–Porque trabajar en este tipo de instituciones brinda una aproximación a la locura que puede enmarcarse en el ámbito de la salud pública general. Permite comprender la socialización de los pacientes psiquiátricos con sus pares. La práctica profesional, también, es muy enriquecedora en la medida en que uno convive con ginecólogos, médicos clínicos, pediatras y kinesiólogos, entre otros. 
–¿Qué le gusta de ser psiquiatra?
–Me interesa comprender el padecimiento humano y, en paralelo, rozar ese misterio que encierra la locura. Como ninguna otra especialidad médica requiere de la presencia del psiquiatra, de su cuerpo y de su subjetividad. Eso implica conocerse a sí mismo, vislumbrar los puntos de tensión y las oscuridades más intrínsecas. Una actividad a la que no todos están dispuestos a arriesgarse.
–¿Por qué se interesó en la historia cultural del cannabis?
–Desde hace un tiempo atiendo personas que presentan consumo problemático.
–¿Cuándo el consumo es “problemático”?
–Cuando la droga es el centro de la vida de los pacientes y el 90 por ciento de los acontecimientos cotidianos están atravesados por la necesidad de conseguir y consumir, para luego recuperarse y comenzar de nuevo. Si bien el acto de consumo se limita a un momento, las repercusiones (familiares, sociales y económicas) son mucho más amplias. De modo que, en paralelo, comencé a estudiar sobre adicciones y advertí que la medicina puede decir muy poco al respecto. 
–¿Por qué?
–Porque se trata de una visión médica, pobre, hegemónica y estrictamente farmacológica. Un enfoque conductual con técnicas precisas para momentos concretos, pero que en ningún caso recupera la importancia de lo social, de lo folclórico y lo local. No existe una historia antropológica de las drogas, a tal punto de que los psiquiatras podemos conocer muy bien cuáles son los estigmas de un alcohólico crónico (daños en el corazón, en los riñones y en el hígado) y saber qué ansiolítico suministrarle, pero si solicita ayuda no sabemos muy bien qué hacer. De modo que intenté recuperar ese espacio vacío y orienté mis esfuerzos hacia la lectura sobre drogas, pero desde una perspectiva cultural.
–¿Y qué leyó?
–Me topé con autores obligados como (Antonio) Escohotado, así como con el psiquiatra Moreau de Tours, un gran experimentador de hachís y referente del área, que además consumía en rondas de amigos con Dumas, Voltaire y Víctor Hugo en la Francia moderna. Se destaca, en el siglo XIX, por haber investigado los comportamientos psíquicos y los efectos de la hierba en el sistema nervioso. Estudiar la historia me permitió saber que la prohibición no es un hecho médico, sino político y económico, de modo que su peligrosidad no guarda relación con su legalidad. El alcohol constituye la droga más peligrosa y no sólo es legal, sino que es promovida con libertad por las empresas que lo comercializan. 
–¿Qué puede contar acerca de la historia cultural del cannabis? Existen evidencias que marcan sus orígenes aproximadamente en el año 8 mil a.C. Se cree, incluso, que fue uno de los primeros cultivos humanos y que fue clave para los procesos civilizatorios. 
–La historia del cannabis es la historia de las drogas y de la humanidad. Durante siglos fue el cultivo mundial más importante, materia prima renovable e indispensable fuente de alimentos. El cáñamo fue utilizado durante siglos para diseñar sogas, vestidos, telas y procesado como combustible para lámparas. Por eso, confundir sus aplicaciones históricas con el principio activo THC es un error gravísimo. Es más, el papel sobre el que se firma la independencia de Estados Unidos fue extraído de este arbusto.
–Sin embargo, su función recreativa también es milenaria y se asocia indiscutiblemente al desarrollo de las religiones en el mundo...
–Por supuesto. El Corán prohíbe el alcohol pero no dice nada del cannabis. Además, fue utilizado en innumerables ritos funerarios grecorromanos, empleado por emperadores y artistas para conseguir estados de éxtasis e iluminación. Las religiones y las sustancias han tenido muchas citas, y han participado de la liturgia en la medida en que la humanidad ha evolucionado a lo largo del tiempo. La disputa entre la iglesia y la droga constituye un debate artificial. 
–A 100 años de su prohibición, ¿cómo podría explicar los inicios de este proceso en Estados Unidos?
–Hay varios actores sustantivos. El primero, William Hearst, un personaje mediático con una incidencia notable. Era dueño de 28 diarios y uno de los socios principales de la maderera productora de papel más importante de Estados Unidos. El cáñamo le resultaba tan incómodo comercialmente, allá por las décadas de 1920 y 1930, que comenzó a impulsar una campaña mediática en su contra. Asociaba la droga con una entidad demoníaca que sólo era consumida por las poblaciones de negros y mexicanos en situaciones dudosas. Los periódicos de la época denunciaban rituales satánicos de grupos desnudos que bailaban jazz mientras consumían. Era admirador de Hitler y sus medios aseguraban que “con las drogas, estos pueblos segregados ganan coraje, miran a los blancos a los ojos y violan a sus mujeres”. El cannabis, pronto, se convirtió en la droga de la violencia y la locura. 
–Luego aparece Andrew Mellon, secretario del Tesoro y dueño de la tercera fortuna de Estados Unidos, que crea la Oficina Nacional de Narcóticos.
–Exacto. Y pone al frente al marido de su sobrina: Harry Anslinger. Un militante convencido de la causa, quizás el máximo referente de la guerra contra las drogas, que reclutó legisladores y medios para generar una opinión pública asociada a sus intereses. Buscaba etiquetar poblaciones segregadas de hindúes, latinos y negros con el consumo de drogas, y como fuente principal de delito. Creía necesario monitorear su peligro en una guerra sin cuartel. 
–Sin embargo, en la primera parte del siglo XX, Estados Unidos se constituía como uno de los principales productores de cáñamo a nivel mundial.
–Por supuesto, incluso, hasta fines de siglo XIX, el cáñamo era uno de los insumos más habituales en las farmacias y se vendía como un analgésico muy popular. Sin embargo, luego comenzaron las regulaciones. En 1937 se incrementaron los impuestos a la producción de cáñamo para frenar su expansión; en 1942 se volvió a promover su cultivo ante las necesidades que planteaba la Guerra Mundial (elementos bélicos no minerales, sogas, tiendas de campaña); y, finalmente, en 1948 se prohibió de nuevo. Esto permite entrever que la prohibición o la legalización de cualquier droga no se corresponde con su peligrosidad, sino con el complejo entramado de decisiones geopolíticas que, por supuesto, promueven y articulan los países más poderosos del mundo. 
–Por último, y ante las evidencias de la historia: ¿cuáles serían los principales impedimentos para tratar las adicciones en la Argentina contemporánea?
–Las personas que solicitan un tratamiento por adicción tienen muy pocas chances de sostenerlo en el tiempo. En principio, porque son pacientes ambivalentes, en la medida en que pueden solicitar ayuda a las 2 de la tarde y a las 5 afirmar que está bien. Y, por otro lado, el sistema de salud pública no sabe qué hacer con los adictos. De modo que cuando un joven intoxicado por consumo de cocaína llega a la guardia, lo tratan mal y lo expulsan. Tenemos un protocolo del siglo XIX para una realidad del siglo XXI. Las propuestas del Estado varían entre la desatención y la internación en una comunidad. Y, por último, el inconveniente está en el código penal: en Argentina ser adicto es ser delincuente. Se encarcela el uso personal, pero los narcotraficantes continúan con sus negocios. Las respuestas de la Justicia generan más conflictos que los propios problemas.

SI TODA ESPAÑA SALIERA ASÍ CONTRA RAJOY

La gesta de Benavente en la batalla por la sanidad pública

Salieron a la calle 15.000 personas, de 18.315 habitantes censados. La historia es común a esa España olvidada fuera de las grandes capitales y a cómo se ve afectada por los recortes en el Servicio Público de Salud
Lo que se ha hecho con la sanidad pública en España exigiría una seria asunción de responsabilidades. Los recortes han repercutido en numerosos servicios. La batalla es frontal y continuada. La sanidad constituye un bocado demasiado suculento si la prioridad no es el ciudadano
Manifestación histórica en Benavente, Zamora, en defensa de su hospital público. Foto: Antonio Luis Martín
Manifestación histórica en Benavente, Zamora, en defensa de su hospital público. Foto: Antonio Luis Martín
Fue memorable. Todo Benavente en la calle en defensa de su hospital y de la sanidad pública. Salieron 15.000 personas –según cifras oficiales–, de una población de 18.315 habitantes censados en 2016. La historia es común a esa España olvidada fuera de las grandes capitales y a cómo se ve afectada por los recortes en el Servicio Público de Salud. Esa donde el médico que atendía tres pueblos, ahora atiende cuatro, no le cubren las suplencias y el enfermo siempre ha de desplazarse cuando sufre una dolencia de cierta entidad. El hospital representa una solución cuando está bien dotado. Pero son muchos los núcleos urbanos que temen su mutilación por los recortes. 
Benavente es el segundo municipio en población de la provincia de Zamora, tras la capital. Y el eje de la comarca de los Valles con una cincuentena de pueblos de escasa población en su mayoría. El Hospital comarcal de Benavente se quedó pequeño. Años de quejas que culminan con una remodelación para ampliar el existente. Una vez arreglado, tras invertir 12 millones de euros en obras y equipamiento, la Junta decide paradójicamente cerrar la primera planta. Hay que ahorrar. Y pensar, por tanto, en la carretera.
El detonante se produce cuando los familiares se plantan dado que ya comienzan a trasladar a los pacientes hospitalizados a Zamora, distante 65 kilómetros. Medios digitales locales, muy activos, van dando cuenta de la peripecia y comienzan concentraciones diarias, cada vez más numerosas, que culminan el domingo con una manifestación de las que rompen moldes. Está el alcalde, del PSOE, una treintena más de distintos partidos, incluido el PP… y casi todos los vecinos: 15.000. Ya no es solo la planta a cerrar lo que reivindican sino una atención sanitaria integral y con más especialistas para cubrir las necesidades reales. Los sufridos castellanos el día que salen, salen. El día que exigen, lo hacen a fondo.
Ahí tienen ustedes en cambio a los votantes de Trump –que prometió en campaña acabar con el Obamacare, su Ley de Atención Sanitaria– lamentándose de la suerte que les toca (y se buscaron). De los 24 millones de estadounidenses que van a quedarse sin seguro médico, habrá un gran número de votantes del multimillonario republicano. Algunos están muy preocupados y no les falta razón, otros no. La sección internacional de eldiario.es daba cuenta de varios casos, como el de una mujer de Indiana que precisa no menos de 4.000 dólares mensuales en tratamientos y sigue pensando que a ella no le tocará la supresión, aunque quiere que sí quiten a otros la prestación. 
Mucho más cerca, en el Parlament de Catalunya, un compareciente se mostraba la semana pasada en comisión a favor de la universalización de la sanidad siempre que no tocara a sus necesidades de trasplantes. La universalización hacía esa salvedad. Con él. La batalla contra la sanidad pública ha sido pareja a la que se practica también contra la educación. Y a favor del egoísmo liberal, dicen, como forma de vida.
Se recogen los frutos de lo que se sembró y se desoyó. El Sistema Nacional de Salud británico, NHS, está ya desahuciado, tras los recortes vitales que se le han practicado. A diario nos hablan de sus deficiencias y de la desesperación de los profesionales, sin medios para atender enfermedades. Graves también, cáncer incluido. Aquel sobrecogedor relato de Owen Jones hace dos años y medio no ha hecho sino empeorar. Con elecciones de por medio, que volvieron a elegir a los Tories, implacables con la tijera. 
Y siempre detrás: la privatización. Pagar –repagar en nuestro caso– por recibir atención médica. Las noticias sobre seguros privados crecen. " Por temor a las listas de espera"… Porque, nos dicen, "Despegan por la crisis". Y se hacen grandes fortunas. Millones se mueven. Aquel servicio público creado en 1986, bajo el mandato del PSOE de Felipe González, tardó apenas cinco años en comenzar a privatizarse, también con él. El Informe abril de 1991 recomendaba cuanto ha sucedido después.   Y todavía antes en la Catalunya de CiU. Hoy es un festín.
Lo de España es un dolor. Hundidas bajo las noticias que impactan –como la Misa en TVE, la última bocanada de las cloacas del Estado del tertuliano polémico, Cataluña, o los avatares políticos de los buenos y los malos, según las biblias mediáticas– surgen de continuo noticias de puro escándalo, referidas a los destrozos en la Sanidad Pública.
Madrid viene sufriendo falta de vacunas para enfermedades que las requieren, como el tétanos. Y sobre todo de las infantiles que marca el protocolo, como la que previene la tosferina. El consejero de Sanidad de Cifuentes llegó a cesar a una responsable de enfermería por denunciar en Twitter el desabastecimiento. 
La apuesta de la presidenta de la comunidad es clara a favor de los centros privados, a los que nutre con nuestros impuestos. Les aumenta el presupuesto mientras lo rebaja o congela a los públicos. La sanidad privada sigue encontrando en Madrid un filón, mientras en los centros públicos ha habido hasta derrumbes de techos. Lo de construir hospitales de diseño y luego no dotarlos, ya lo inventó Esperanza Aguirre. Y con grandes flecos por investigar
Lo que se ha hecho con la sanidad pública en España exigiría una seria asunción de responsabilidades. Los recortes han repercutido en numerosos servicios, urgencias, camas, ambulancias, listas de espera. Paradigmática fue la gestión deCospedal en Castilla La Mancha, pero hay muchas en una línea muy similar. La batalla es frontal y continuada. Por todos los flancos. El sistema se mantiene por la calidad y entrega de sus profesionales, pero todo esfuerzo tiene un límite.
En un reportaje que realicé para Informe Semanal de TVE –en 2005, previo a la crisis– descubrí que la sanidad pública era la primera empresa de España, con 300.000 empleos directos (entonces, se han perdido muchos), y más de dos millones indirectos. El 6% de la población trabaja en sanidad. Exige un gran presupuesto, pero genera ingentes beneficios, sociales  y económicos. El sector representa el 5% del PIB. Un bocado demasiado suculento si la prioridad no es el ciudadano.
Comerciar con la salud de las personas es el cenit supremo de la codicia. La garrapata en su estado más puro. El objetivo de este capitalismo feroz que nos invade y que planificó desde los Consensos de Washington (1989) y Bruselas (1990).  Con la víctima en situación de desventaja: nadie es más vulnerable que quien se siente enfermo y quien teme perder su vida o la de los suyos. O verlos sufrir. Al margen de los alegres votantes de Trump y de cuantos no quieren enterarse.
En Benavente, los ciudadanos han sido conscientes de lo que importa contar con una sanidad pública adecuada. De su derecho a elegir y tener cubiertas sus necesidades. Su gesta ha dado resultados. En la tarde de este martes el consejero ha anunciado que la planta no se cierra, y que se la dotará de mejoras. No es todo lo que piden los ciudadanos pero sí un gran logro. Desde Trump al PP la cuestión se entiende en términos de beneficio privado. Como se ha dicho certeramente: la salud como mercancía, la sanidad como botín. Si se les permite.
Premio Abel 2017

Yves Meyer y sus ondículas reciben el ‘nobel’ de matemáticas

La Academia Noruega de Ciencias y Letras ha otorgado el Premio Abel 2017, considerado el ‘nobel’ de las matemáticas, al francés Yves Meyer “por su papel clave en el desarrollo de la teoría matemática de las ondículas”. El análisis de estas pequeñas oscilaciones se aplica para procesar señales en campos tan dispares como el cine digital, las imágenes biomédicas y la detección de ondas gravitacionales, como las que ha descubierto recientemente el experimento LIGO.

<p>Yves Meyer recibirá el Premio Abel de manos del rey Harald V durante la ceremonia que se celebrará en Oslo el 23 de mayo. / Abel Prize</p>
Yves Meyer recibirá el Premio Abel de manos del rey Harald V durante la ceremonia que se celebrará en Oslo el 23 de mayo. / Abel Prize
El presidente de la Academia Noruega de Ciencias y Letras, Ole M. Sejersted, ha anunciado este martes al ganador del Premio Abel 2017: el matemático francés Yves Meyer, de L’École normale supérieure Paris-Saclay.
Nacido hace 77 años en el seno de una familia sefardí y educado en Túnez y Francia, Meyer ha sido “el líder visionario” en el moderno desarrollo de la teoría de las ondículas, unas funciones o pequeñas oscilaciones que se encuentra en la intersección entre las matemáticas, la tecnología de la información y las ciencias de la computación.
El término original francés ondelette (traducido como wavelet en inglés y ondícula en español) fue introducido por el geofísico Jean Morlet y el físico teórico Alex Grossmann, cuyo trabajo conoció Meyer por unos papeles que le enseñaron en 1984 mientras esperaba su turno en una fotocopiadora, según cuenta en una entrevista a Mathematics-in-Europe: “Después tomé el primer tren a Marsella para encontrarme con ellos (y la matemática Ingrid Daubechies). Fue como un cuento de hadas. Me enamoré del procesamiento de señales. Sentí que por fin había encontrado mi hogar".
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Ejemplo de una ondícula. / Meyer/JonMcLoone
Tras haber hecho importantes contribuciones en el campo de la teoría de números a principios de su carrera, la energía y curiosidad ilimitadas de Meyer lo incitaron a trabajar en métodos destinados a dividir objetos matemáticos complejos en componentes de estructura más simple similares a las ondas; una materia denominada análisis armónico. Esto, a su vez, le llevó a ayudar a construir una teoría destinada al análisis de señales complicadas, con importantes consecuencias para la informática y las tecnologías de la información.  
La teoría y el análisis de ondículas ha encontrado aplicaciones en una amplia gama de campos, como el análisis armónico aplicado y computacional, la compresión de datos, la eliminación de ruido, las imágenes médicas, el almacenaje de datos, el cine digital, la deconvolución (restauración matemática de señales) de las imágenes del telescopio espacial Hubble e incluso en la reciente detección por el experimento LIGO de ondas gravitacionales generadas por el choque de dos agujeros negros.
Una vida para traspasar los límites
“Durante mi vida profesional he intentado traspasar límites”, comenta el galardonado  Premio Abel, considerado el ‘nobel' de matemáticas. La relevancia de sus estudios abarca desde las áreas teóricas de las matemáticas hasta el desarrollo de herramientas prácticas de ciencia de la computación y tecnología de la información. Es un ejemplo perfecto de la pretensión de que el trabajo en matemática pura, frecuentemente, resulta tener numerosas y amplias aplicaciones en el mundo real.
Meyer ha inspirado a toda una generación de matemáticos que también han hecho contribuciones importantes al procesamiento de señales y otros ámbitos. Su colaborador en la teoría de las ondículas, Stéphane Mallat, lo define como un visionario cuyo trabajo no puede ser etiquetado de matemática pura, ni de matemática aplicada, ni tampoco de informática, sino simplemente de asombroso.
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Entre los cinco miembros del Comité Abel figura la española Marta Sanz-Solé (sentada a la izquierda), junto a Luigi Ambrosio, Ben J. Green, John Rognes y Marie-France Vignéras. / Anne-Marie Astad/The Abel Prize
Yves Meyer recibirá el Premio Abel de manos del rey Harald V en la ceremonia que se celebrará en Oslo el 23 de mayo. Este galardón reconoce las contribuciones de extraordinaria profundidad e influencia en las ciencias matemáticas, se concede anualmente desde 2003 y está dotado con 6 millones de coronas noruegas (unos 675.000 euros).
La elección del candidato premiado se basa en la recomendación del Comité del Premio Abel, compuesto por cinco miembros: John Rognes (presidente), Luigi Ambrosio, Marie-France Vignéras, Ben J. Green y la matemática catalana Marta Sanz-Solé (una especialista en la teoría de la probabilidad adscrita a la Universidad de Barcelona). De hecho, la decisión sobre el 'nobel' de matemáticas de este años se tomó el pasado mes de enero en el Institut d’Estudis Catalans de Barcelona. 

Un matemático sefardí

Yves Meyer nació el 19 de julio de 1939 en el seno de una familia sefardí (según su entrada en francés e inglés en Wikipedia). Su nacionalidad es francesa, aunque creció en Túnez, en la costa norteafricana. En 1957 ingresó en el centro de élite École Superieure Normale de la rue d’Ulm de París, sacando la mejor nota en la prueba de admisión. Después de graduarse en el centro, Meyer cumplió el servicio militar como profesor en una escuela militar. Obtuvo el doctorado en la Universidad de Estrasburgo en 1966.
Después pasó a ser catedrático de matemáticas, primero en la Université Paris-Sud (nombre con el que se conoce actualmente) entre 1966 y 1980, luego en la École polytechnique (1980-1986) y en la Université Paris Dauphine (1986-1995). En 1995, se trasladó a la ENS Cachan (renombrada recientemente como ENS Paris Saclay), donde trabajó en el Centro de Matemáticas y de sus Aplicaciones (CMLA) hasta que se jubiló formalmente, en 2008, aunque sigue siendo miembro asociado del centro de investigación.
Meyer es miembro de la Academia Francesa de Ciencia, la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, la Sociedad Estadounidense de Matemática y ha sido ponente en diversos congreso internacionales de matemáticos. Además del Premio Abel, ha recibido los premios Salem (1970) y Gauss (2010), otorgados conjuntamente por la Unión Matemática Internacional y la Sociedad Matemática Alemana

Sus estudios revolucionaron la imagineria medica,radiografias,ecos,resonancia,TAC,etc.
Ha salvado millones de vidas