sábado, 25 de marzo de 2017

CUANTA SANATA,VERSO,RELATO,CUENTO,TODO UN ENREDO

¿Adiós al diván?

En el país con más psicólogos per cápita del mundo, las terapias alternativas como EMDR, coaching ontológico o bioenergética ganan cada vez más adeptos
LA NACION
Javier Giardinoto y Susana Fleischmann durante una sesión de terapia bioenergética
Javier Giardinoto y Susana Fleischmann durante una sesión de terapia bioenergética. Foto: Santiago Cichero/AFV

En el país con más psicólogos per cápita del mundo -hay 82.776 activos, es decir, casi 200 profesionales de la salud mental por cada 100.000 habitantes, según la información publicada en el Atlas de Salud Mental de 2014, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)-, las terapias alternativas ganan terreno entre las más tradicionales, dentro de las que se cuenta el psicoanálisis. Aunque muchas de estas nuevas terapias dicen tomar los conceptos acuñados por Sigmund Freud -algo que les aporta una gran cuota de credibilidad- la realidad es que lo que las hace populares es que proponen un abordaje totalmente distinto: tratamientos más cortos, focalizados en cuestiones puntuales y que en su mayoría incorporan el cuerpo como elemento fundamental de trabajo.
Una cabaña alejada en medio de un bosque silencioso. Es el lugar calmo que Silvina Icardi visualiza cada vez que necesita bajar sus niveles de ansiedad. Una suerte de refugio mental donde ella descansa cuando algo la agobia, la inquieta o la atormenta. Y es una de las tantas herramientas que incorporó de la terapia Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, según sus siglas en inglés) que inició luego de años de deambular por consultorios de psicólogos y psiquiatras que no llegaban nunca a sanar esas heridas abiertas y profundas que arrastraba desde su adolescencia. "A los 16 años empecé con ataques de pánico y de ansiedad. Me traté con varios profesionales, pero siempre sentía que algo faltaba, que salía del consultorio peor de cómo entraba. Y entonces empecé a buscar alternativas, a investigar por mi cuenta. Así llegué a la EMDR, que es la que realmente me ayudó", asegura Silvina, de 39 años.
Desde EMDR, pasando por bioenergética, constelaciones familiares, memoria celular, coaching ontológico hasta mindfulness, la búsqueda del bienestar o de sanación emocional es amplia y muchas veces complementaria de las terapias psicoanalíticas formales. En otros casos, en cambio, es consecuencia de una ruptura (producto del desencanto) de los métodos más tradicionales. "El EMDR va directo a lo que te pasa, te hace salir más rápido de esa zona de oscuridad -plantea Silvina-. Lo que te demanda tres años de psicoanálisis convencional, acá te lleva uno. Y cuando dejás el consultorio no te vas angustiada o sintiendo que te dieron una paliza. Antes de «cortar» se hace una relajación que busca bajar la mente a un estado de paz. Es ese lugar calmo que uno se construye psíquicamente", dice Silvina, que ahora empezó a estudiar Psicología.

Alejandra Ferreiro, psicoterapeuta miembro de EMDR Iberoamérica Argentina, sostiene que son todas miradas del psiquismo. En su propuesta terapéutica abierta busca ampliar esa mirada sobre la psiquis: "Los avances en el campo de las psicoterapias permiten ofrecer hoy a los pacientes un abordaje multidimensional que respete la complejidad humana. Hay gente que llega desgastada, desesperanzada con lo tradicional. Pero estas nuevas herramientas crecen de a poco porque es un país donde está muy arraigado el psicoanálisis tradicional. Y está el prejuicio de que para que algo funcione, sea serio o efectivo, tiene que durar años", dice Ferreiro, que inscribe esta terapia dentro de las 2.0.
Silvina Icardi asegura que con el EMDR terminaron sus ataques de pánico y de ansiedad
Silvina Icardi asegura que con el EMDR terminaron sus ataques de pánico y de ansiedad. Foto: Victoria Gesualdi/AFV
En todo caso, lo que sobrevuela debajo del auge de estar terapias alternativas es una necesidad de aggiornamiento por parte del psicoanálisis convencional. El mundo evolucionó, los problemas cambiaron, pero la práctica terapéutica no acompañó del todo esos cambios, reconocen por lo bajo varios especialistas consultados.
Sin embargo, la mayoría de los profesionales que trabajan en salud mental asegura que es el psicoanálisis tal y como lo desarrolló en el siglo XIX Freud el que permite un autoconocimiento profundo de la persona. "En contraste con otras técnicas terapéuticas el psicoanálisis es una estrategia no directiva, no conduce al paciente a objetivos prefijados por el terapeuta. Desarrolla una compleja indagación que permite que surjan los conflictos y deseos inconscientes del paciente. Pero hacer consciente lo inconsciente puede generar angustia y dolor psíquico -reconoce Andrés Rascovsky, ex presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)-. Aunque la terapia es prolongada, costosa y dolorosa, el psicoanálisis ha brindado una perspectiva del ser humano que sigue nutriendo de un modo aún insuperable el conocimiento de quiénes somos."
Sin embargo, son muchos los profesionales que, atentos a las críticas que surgen del método tradicional, buscan sumar otras herramientas. Es dentro de esa necesidad de aggiornarse que Ferreiro se acercó al EMDR. "Esta herramienta es revolucionaria y sirve para curar heridas emocionales. Siempre digo que se puede vivir con cicatrices, pero no con heridas abiertas -dice la psicoterapeuta-. Este método considera al cerebro un procesador de información que procesa en función de lograr la supervivencia. Pero cuando hay una vivencia negativa o traumática el sistema «archiva» esa información en bruto, en bloque. Es tan dura la vivencia que no lo puede procesar, y es como si el sistema «se colgara». Eso produce secuelas y síntomas. En EMDR identificamos esos eventos que fueron archivados defectuosamente y los desensibilizamos. Desensibilizar significa bajar el impacto y reprocesar la información para que ese bloque de información ya no duela."
En la década del 80 se descubrió que cualquier estimulación bilateral desensibiliza o destraba una estructura cerebral. Por eso, una de las técnicas más utilizadas en EMDR es hacer mirar al paciente los dedos del profesional pasando delante de sus ojos. Mientras sigue el movimiento con la mirada, el paciente comenta el material que va surgiendo. "La persona mueve los ojos de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Este movimiento hace que el material pase de un hemisferio cerebral al otro, lo cual provoca que las cosas se miren desde distintas perspectivas. Pero el terapeuta no interpreta lo que surge, es la misma persona la que llega a esa interpretación. Esto cuesta mucho al paciente que viene del psicoanálisis, que siempre busca la interpretación del terapeuta."
Hace algunos años, Flavia Sotelo, psicóloga recibida en la UBA, sintió que necesitaba un cambio en su carrera. "Estaba con la mirada muy puesta ahí, en el inconsciente, en el pasado, en la interpretación -cuenta-. Hasta que llegué al coaching y me enamoré de él y de sus posibilidades de cambio. Porque, por empezar, el psicoanálisis trabaja desde el pasado y el coaching desde el futuro. Y yo quiero trabajar con la mirada puesta en el futuro. En cómo lograr que la gente, desde una conversación, pueda lograr cosas. En lugar de preguntarse por qué, se pregunte para qué. El coaching te interpela sobre lo que querés lograr, te muestra dónde estás parado y te da herramientas para hacerlo. Tiene que ver con cómo ves la realidad y cómo transformarla", plantea la directora de la Escuela Latinoamericana de Coaching, que tiene una concepción ontológica, sistémica y constructivista del proceso de cambio.
Después de años de pensar que las dos vertientes eran incompatibles entre sí y que tenía que decantarse por una u otra, Sotelo asegura que ha logrado en el ámbito del consultorio un abordaje integral. "Hoy no me paro en ningún lugar; me paro en la escucha del otro y voy eligiendo qué herramientas tomar en función de quien está adelante. Hay cuestiones que no son abordables por el coaching. Si hay una patología, el abordaje es desde el psicoanálisis. Pero si la persona viene al espacio de terapia para aprender, para lograr cosas, entonces me paro del lado del coaching", sostiene Sotelo, que aclara que no hay soluciones mágicas y que la transformación personal requiere un esfuerzo enorme y no llega de un día para el otro. "La gente viene buscando resultados inmediatos, en el corto plazo. Pero una cosa es lograr algo puntual y otra es hacer un proceso de transformación. Son dos espacios distintos. Me parece que los psicólogos hemos perdido la capacidad de poder contarles a las personas la importancia del proceso", dice, a modo de autocrítica, Sotelo.
Para Mirta Petrollini, psicoanalista, docente y supervisora de la Fundación Fernando Ulloa, las llamadas terapias alternativas "presentan un modo terapéutico desde una óptica distinta: algunas más centradas en el aquí y ahora, otras en una historización con tiempos acotados, hay una proposición de soluciones en el orden de lo inmediato". El psicoanálisis implica trabajo psíquico y tiempo, pero en definitiva también apunta a la acción. "Es frecuente que se escriba sobre la crisis del psicoanálisis, la falta de aggiornamiento, el tiempo que requiere, el costo que implica... pero el psicoanálisis no trata solamente de descifrar el sentido de ese dolor, sino que se obtenga un nuevo modo de poder hacer algo con eso. Éste es el margen de libertad que cada persona obtiene en el trabajo psicoanalítico."

Escrito en el cuerpo

Dentro de las terapias que utilizan el cuerpo como elemento o vehículo de sanación están el análisis bioenergético y el mindfulness, dos prácticas muy en boga por estos tiempos. La primera es una rama del psicoanálisis. A partir del relato de la persona, hay un abordaje corporal con ejercicios de descarga y de provocación. "Es un método desarrollado por Wilhelm Reich, discípulo y contemporáneo de Freud, que se basa en el lenguaje corporal. Se le puede mentir al analista con palabras, pero no con el cuerpo. El cuerpo es espontáneo, transparente. A medida que crecemos, va compensando pérdidas, es el receptáculo de heridas emocionales. Son los famosos bloqueos o contracturas que, mediante ejercicios, van desarmando esas estructuras. Lo que se busca es poner en movimiento la energía, porque cuando fluye trae a la conciencia algo que estaba en el inconsciente", dice Susana Fleischmann, facilitadora en la práctica de la bioenergética.
En las sesiones, que pueden ser grupales o individuales, se trabaja a partir de la historia del paciente unida a su corporalidad. "La persona se para -generalmente descalza- y empieza a poner el cuerpo en movimiento. También se utilizan elementos de descarga, como almohadas o pelotas, para trabajar el tema de «soltar». Con estos ejercicios se busca provocar reacciones y sensaciones que son diferentes en cada uno. Y también se le da mucha importancia a la respiración", cuenta Fleischmann, que dice que no suele trabajar procesos largos. "No estoy a favor de la dependencia del terapeuta. Después de uno o dos años, sugiero el pasaje a lo grupal."
Luego de un problema de salud, Javier Giandinoto, empleado de 36 años, decidió cambiar el diván por la terapia bioenergética. "No estaba muy conforme con el psicoanálisis. Yo analizaba todo el tiempo todo, era muy analítico, muy mental. De hecho, me salió un tumor en el cerebro que terminó siendo benigno, pero que era todo un símbolo de quién era yo en ese momento -recuerda-. El cuerpo habla por uno. Con la bioenergética aprendí a ponerles nombres a los sentimientos, a diferenciar mis emociones, mis sensaciones corporales. Y si me duele algo, reconocer de dónde pudo surgir. Como paciente la lectura es más clara. Y la respiración te ayuda a bajar un cambio."
Clara Badino, referente del mindfulness en la Argentina, dice que quien llega a ella por moda no dura nada
Clara Badino, referente del mindfulness en la Argentina, dice que quien llega a ella por moda no dura nada. Foto: Gentileza
La necesidad y la búsqueda de pausa son una de las claves que acercan cada vez más gente al mindfulness, una práctica ancestral oriental que ha calado hondo en el mundo occidental. Clara Badino, una de las principales referentes de esta práctica en la Argentina, asegura que "no es una terapia porque no persigue objetivos, pero es terapéutica. Es una práctica introspectiva que hace drenaje profundo del inconsciente y que pone el foco en la manera en que la mente se relaciona. No es alternativa, sino complementaria", define Badino, que comenzó con sus grupos en 1993, mucho antes de que el mindfulness se volviera la moda que es hoy. "El que llega por moda no dura nada. Es una práctica que genera incomodidad porque cultivamos la paciencia, aumentamos la medida de tolerancia."
Badino sostiene que de un tiempo a esta parte llegan personas cada vez más "detonadas". "Somos una sociedad del agotamiento. Vienen personas con un estrés sostenido en el tiempo que detonan síntomas que les impiden desarrollar una vida sana. La gente llega con síntomas muy severos y derivados de psicólogos y psiquiatras, que empiezan a ver que es un complemento poderoso. Hoy no hay un congreso médico donde no se nombre el mindfulness", asegura Badino, que resume en una sola frase estas prácticas de tercera generación: "Son las que ponen foco en la parte sana de la persona, para potenciarla y mejorar su calidad de vida".

SERA ESTO LA POSVERDAD APLICADA A FREUD?

ESTAN AGRAVIANDO A LACAN?

MAMMA MIA,QUE CUENTO!!!!!

LOS RICOS...¿SUFREN?


Richard Wilkinson, epidemiológo social

“La salud de los ricos es también más frágil en una sociedad desigual”imprimir este contenido

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La pobreza está vinculada a una peor salud, mayor índice de delitos y altos niveles de embarazos en adolescentes. El trabajo de Richard Wilkinson y Kate Pickett, que se sustenta en datos estadísticos, ha demostrado que una sociedad desigual es peor para todos, los que están en lo alto y en lo más bajo de la escala social, y que tiene profundos efectos en la salud psicosocial del conjunto de sus componentes

Patricia Luna .
<p>Richard Wilkinson, profesor emérito de Epidemiología Social de la Universidad de Nottingham. / Patricia Luna</p>
Richard Wilkinson, profesor emérito de Epidemiología Social de la Universidad de Nottingham. / Patricia Luna
Richard Wilkinson (Reino Unido, 1943) lleva más de 35 años estudiando el efecto de la desigualdad en la salud y en la sociedad en general. Pero desde la publicación en 2009 de su exitoso libro  Desigualdad: Un Análisis de la Infelicidad Colectiva, coescrito con su compañera Kate Pickett, ambos se han convertido en mensajeros de los efectos transversales e inesperados que tiene la desigualdad en el conjunto de una sociedad, un tema que volvió a introducir en la agenda global, inspirando varios documentales como el recientemente estrenado en Inglaterra The Divide.
“La noción de que la desigualdad es corrosiva y divisoria existe desde antes de la Revolución Francesa, lo que ha cambiado es que ahora contamos con la evidencia. Podemos comparar sociedades más o menos desiguales y ver cómo impacta este factor en cada nivel de la jerarquía social”, explica a Sinc Wilkinson.
En un mundo desigual, las relaciones humanas se vuelven más estresantes y violentas
El investigador pone sobre la mesa una paradoja: en los países desarrollados la expectativa de vida no tiene ninguna relación con el producto nacional bruto de un país o los ingresos per cápita. Es decir, una vez alcanzado cierto nivel de desarrollo, los países más ricos, como Noruega, y los más pobres, como Grecia, no muestran una diferencia en su esperanza de vida aunque el país nórdico sea más próspero que el mediterráneo. 
Sin embargo, el paisaje cambia drásticamente en cada una de esas sociedades. ¿Por qué el ingreso no importa entre países sino dentro de los países? “Si miramos dentro de los países, vemos el efecto del estrato social y de las relaciones que se derivan de él. Una vez entendamos que estamos hablando de sentimientos de superioridad o inferioridad, tendremos la clave”, señala. En un mundo desigual, las relaciones humanas se vuelven más estresantes y violentas.
Wilkinson y Pickett tomaron los datos del Informe de Desarrollo Humano de la Organización de Naciones Unidas –los mismos que maneja el Banco Mundial– y compararon la diferencia en ingresos de los pertenecientes al grupo de los 20% más ricos con respecto al 20% más pobre. Comprobaron que en países más igualitarios, como Japón, Finlandia o Noruega, el estrato adinerado ganaba tres o cuatro veces más que el desfavorecido. En sociedades más desiguales, como Reino Unido, Portugal, Estados Unidos o Singapur, las diferencias se disparaban hasta siete, ocho y nueve veces o más. Y esto tiene consecuencias.
Todos se benefician de la igualdad
Así estudiaron índices como la esperanza de vida, el éxito en pruebas de matemáticas y en alfabetización, la mortalidad infantil, la tasa de homicidios, la proporción de la población en prisión, la obesidad, la tasa de embarazos adolescentes, los niveles de enfermedades mentales (incluidas las adicciones a drogas y alcohol) y la movilidad social.
La inequidad afecta a la confianza en el vecino: “La gente está menos dispuesta a ayudar a los demás porque tiene miedo”
“Los países más desiguales poseen peores tasas en todos estos indicadores. A medida que la desigualdad aumenta, además, los problemas afectan sorprendentemente al conjunto de la sociedad; es decir, en una sociedad más igualitaria es más posible que nuestros hijos tengan un mejor rendimiento escolar. En las más desiguales el bienestar infantil empeora a lo largo de toda la escala”, señala.
La igualdad beneficia a los más desfavorecidos de la sociedad, pero también a los privilegiados. “La salud de los ricos es también más frágil en una sociedad desigual”, señala. “En el caso de las enfermedades mentales, las sociedades más desiguales registran hasta tres veces más desórdenes mentales que las más igualitarias. Esto se debe a la desconfianza que genera la depresión”. Son efectos asociados a la ‘ansiedad del estatus’.
La inequidad afecta a la confianza en el vecino. En las sociedades más desiguales solo un 15% de la población siente que puede confiar en los demás, frente al 60 o 65% que opina lo mismo en sociedades igualitarias. “Esto alimenta la violencia. Cuanto mayor es la brecha de ingresos, más alta es la tasa de homicidio”, explica. En EE UU hay diez veces más homicidios que en Canadá.
“La gente está menos dispuesta a ayudar a los demás. Se construyen más barreras, se pasa de una sociedad cohesionada a otra donde se tiene miedo del otro”, explica Wilkinson. “La desigualdad provoca disfunción social generalizada: no empeoran uno o dos aspectos, sino la mayoría”, argumenta.
Desprecio y falta de respeto
Las diferencias materiales aumentan la distancia entre las clases de manera crucial: “En una sociedad en la que se percibe a algunas personas como extremadamente importantes mientras que otras no valen nada, se juzga por el estatus. Prestas más atención a lo que otros piensan de ti. Se fortalecen prejuicios como que los pobres son pobres porque son vagos y estúpidos; y los ricos son ricos porque son inteligentes y brillantes”, explica.
Para el investigador, la razón de que la violencia sea común en sociedades desiguales se debe a que las personas se sienten despreciadas. “Por supuesto, esta competición por el estatus desata el consumismo, agudiza el juicio social y despierta el temor a ser juzgado”.
Existe un efecto conocido en estudios sociológicos como ‘la amenaza del estereotipo’. A estudiantes blancos y negros en EE UU se les da un cuestionario. O no se les explica nada o se les informa de que es un test de inteligencia. Cuando ocurre lo segundo, los negros se sienten observados como menos inteligentes y obtienen resultados mucho peores que si responden a las mismas preguntas sin esa presión.
“La competición por el estatus desata el consumismo, agudiza el juicio social y despierta el temor a ser juzgado”
Lo mismo ocurre en India: los resultados difieren si se conoce o no a priori a qué casta pertenece cada uno. Y sucede con las mujeres. Hay diferencias notables en los resultados de los test si a los participantes se les pregunta por su género al principio o al final de un cuestionario, sobre todo en tareas que la sociedad considera tradicionalmente masculinas.
Clichés que bloquean mentes
Cualquier pequeño recordatorio de una situación en la que uno asume estar en posición inferior desata un estrés que influye en los resultados. Wilkinson y Pickett realizaron en sus estudios varios sets de repeticiones para medir la desigualdad entre varios países internacionales y entre los diferentes estados de EE UU. Todos ellos arrojaron idénticos resultados.  
Se les ha criticado por seleccionar datos, “pero jamás elegimos ni filtramos información –se defiende Wilkinson–. Tenemos una norma absoluta: si nuestra fuente de información tiene datos de uno de los países que observamos, entonces se incluye en el análisis. Es nuestra fuente de información la que decide si esa información es fiable o no”.
“La calidad de la democracia también se deteriora, la gente confía cada vez menos en los políticos”
Y señala también el problema de la causalidad. La correlación en sí misma no demuestra causalidad, pero si eliminamos la desigualdad, ¿cuál es la razón de que EE UU tenga la esperanza de vida más baja en los países desarrollados, más presos, más violencia, más embarazos de adolescentes y más problemas psiquiátricos? ¿Y por qué es justamente en esos parámetros donde los países escandinavos destacan?
Desconfianza en los políticos
Sus ideas se han expandido entre grupos de izquierda, pero también de derecha. “Incluso los que están interesados en preservar una democracia basada en la economía de mercado deberían interesarse por la equidad. La desigualdad puede ser extremadamente destructiva. No solo se trata de problemas de salud o sociales, la calidad de la democracia también se deteriora. La gente confía cada vez menos en los políticos”, explica Wilkinson en una entrada del blog de TED que acompaña a su charla.
“A veces el sistema político parece bloqueado en desacuerdos imposibles y es incapaz de tomar decisiones. Cuando hay más desigualdad, vota menos gente. Creo que la desconfianza en los políticos y el sentimiento de que ‘esta gente rica no tiene nada que ver conmigo’ han aumentado. La gente siente que los unos son tan malos como los otros”, concluye.
Sin embargo califica como sorprendente lo que ha ocurrido en Estados Unidos. “Es una paradoja extraordinaria que la gente a la que la desigualdad dejó fuera del sistema –aunque no fueron solo ellos los que votaron por Donald Trump, ya que en una sociedad tan desigual la gente en general se vuelve más antisocial– haya terminado con un gobierno de ‘superricos’. No ha habido nunca antes un ejecutivo tan multimillonario como este en el país”, señala, afirmando que no cree que esto solucione las cosas.
“La democracia no puede funcionar sin buena información, y por supuesto, las disputas sobre la información, la evidencia,  y los hechos,  son absolutamente esenciales en el conflicto que se está produciendo en EE UU”, añade.
“Estoy convencido de que en nuestra forma de democracia es muy peligroso la combinación de grandes desigualdades con medios de comunicación masivos controlados a menudo por unos pocos multimillonarios”, concluye.  

La fundación por la igualdad

Profesor emérito de Epidemiología Social de la Universidad de Nottingham, en el norte de Inglaterra, la vida de Wilkinson cambió radicalmente desde la publicación de su libro en 2009 con Kate Pickett, que, como él mismo ha definido, fue su último intento por sacar del mundo académico décadas de investigación sobre los efectos profundos de la desigualdad. A ello colaboró una charla TED que lo lanzó al estrellato de las ideas diferentes, esas que pueden cambiar la concepción del mundo que vivimos. 
Desde entonces él y Pickett, la cara no tan visible del proyecto, fundaron una organización sin ánimo de lucro llamada The Equality Trust que se dedica a reducir la igualdad en el Reino Unido mediante la educación y la difusión de sus estudios. “Hacemos campaña para que se conozcan los estudios y las evidencias”.