miércoles, 10 de mayo de 2017


Un sistema ayuda a predecir si el parto será espontáneo o inducido

Un nuevo sistema de ayuda al diagnóstico, diseñado por investigadores valencianos, contribuye a reducir riesgos en los embarazos prolongados –más allá de la semana 40– y permite al mismo tiempo optimizar los recursos hospitalarios. Se trata de un equipo portátil y compacto que monitoriza la señal del músculo uterino y que, a partir de la información registrada, ayudaría a predecir si se va a producir un parto espontáneo o si, por el contrario, tendría que inducirse.
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<p>Mediante dos electrodos, el sistema recoge la señal del músculo uterino. / UPV</p>
Mediante dos electrodos, el sistema recoge la señal del músculo uterino. / UPV
El nuevo equipo portátil, desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y del Hospital Universitari i Politècnic La Fe, ayudaría a los médicos y a las mujeres a tomar una decisión, basada en información clínica, sobre la prolongación del embarazo. “En definitiva, lo que permite es saber si hay que adelantar las inducciones, evitando que la gestación avance innecesariamente hacia la semana 41 o 42 porque no se vislumbre que el parto vaya a ser espontáneo”, apunta Javier García Casado, investigador del CI2B de la UPV.
El doctor Alfredo Perales, director del área clínica de la mujer del hospital valenciano e investigador asociado del grupo de Medicina Reproductiva del IIS La Fe asegura que, “el parto espontáneo siempre es mejor que el provocado, pero si aun con ese tiempo adicional, el embarazo acabará en inducción es mejor hacerlo en la semana 40 y evitar los riesgos adicionales derivados de una gestación tardía, como hipoxia, taquicardias, etc.”. Los resultados de este dispositivo se recogen en un artículo publicado en la revista Computer Methods and Programs in Biomedicine.
El equipo incorpora dos electrodos como los utilizados en los electros del corazón y una unidad central que recibe toda la información que se envía de forma inalámbrica al médico. Una de sus principales ventajas es que no afecta ni interrumpe la práctica clínica habitual en las sesiones de monitores. Mientras que otros equipos registran frecuencia cardiaca, y contracciones, entre otros, los electrodos se colocan sobre el abdomen de la paciente para registrar así la señal del músculo uterino.
“Actualmente, los clínicos valoran en qué estado gestacional se encuentra la madre y si se requerirá la inducción del parto fundamentalmente con el índice Bishop, que evalúa desde la dilatación, consistencia y posición cervical hasta el encajamiento del feto. Sin embargo, este método presenta bastantes deficiencias. La información derivada del músculo uterino complementa dicho indicador mejorando significativamente la capacidad de predicción”, destaca por su parte Javier García Casado.
"La información derivada del músculo uterino complementa dicho indicador mejorando significativamente la capacidad de predicción”, recalca
Los investigadores han desarrollado y evaluado modelos predictivos utilizando tanto datos obstétricos tradicionales, como parámetros electrofisiológicos derivados de la señal del útero. “A partir de las señales registradas, estos modelos son los que permiten adelantar si habrá o no parto espontáneo”, añade García Casado.
Predicción del éxito en la inducción del parto
El trabajo de los investigadores se centra ahora en ser capaces de predecir si la inducción al parto será exitosa o si, por el contrario, el embarazo acabará en cesárea. “Para ello, se colocan los sensores, y viendo la respuesta al fármaco de inducción durante las tres primeras horas, se podrá predecir su resultado. Bastará con ver la evolución de diferentes parámetros. Nuestro objetivo final, en cualquier caso, es mejorar el bienestar materno-fetal”, añade García Casado.
Respecto a la optimización de recursos hospitalarios, el doctor Perales señala que la razón es sencilla: este sistema aporta más información a ginecólogos, matronas y personal implicado en el parto. “Con ella, adelantaríamos partos que sabemos que se darán de manera espontánea. Además, al poder predecir si una inducción tendrá éxito o no, evitamos el gasto derivado de aquellas que finalmente acabarían en cesárea”, concluye.

¿Cómo lo sabes?

Sobre el motor del conocimiento médico y la implicación de pacientes y médicos
Autor: Gonzalo Casino Fuente
Se habla mucho de involucrar a los pacientes en la toma de decisiones sobre su salud. De que hay que dejar atrás el viejo paternalismo y de que los enfermos, si quieren, deben colaborar con su médico para elegir el tratamiento más adecuado. Se habla, en fin, de que el paciente ha de ser el centro de la investigación y de la asistencia, pues está claro que todavía no lo es. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo vencer las inercias, las resistencias, los intereses creados?
Todavía no tenemos una respuesta clara, pero lo más parecido a una hoja de ruta es el libro Testing Treatments: Better Research for Better Healthcareuna obra para todos los público escrita en 2006 por cuatro autores entre los que figuran el médico Ian Charlmers, uno de los inspiradores de la Colaboración Cochrane, y Hazel Thornton, una paciente de cáncer de mama que en 1991 rechazó participar en un ensayo clínico porque no se consideraba lo bastante informada como para firmar el preceptivo consentimento informado. El libro está disponible en español (Cómo se prueban los tratamientos) y desde hace poco cuenta también con una edición en catalán (Els tractaments, a prova), a cuya reciente presentación en Barcelona acudió el propio Chalmers (aquí puede leerse una interesante entrevista con él de Blanca Blay).
La medicina es en buena medida un acervo de soluciones técnicas, continuamente puesto al día, para todo tipo de problemas de salud. La cuestión de cómo sabemos si funciona realmente una determinada intervención médica –ya sea un tratamiento farmacológico, una prueba de cribado o cualquier otra– es la piedra angular de la medicina basada en la evidencia. Y este libro es un acopio de respuestas sobre una pregunta aparentemente sencilla y casi infantil: ¿cómo lo sabes? Su intención es estimular el pensamiento crítico y científico para ser capaces entre todos de generar y difundir conocimiento médico de mayor calidad.
“El conocimiento no es puro ni absoluto y por eso necesitamos del método científico para depurarlo continuamente”
“El conocimiento es un bien que casi nunca aparece por sorpresa y ni lo hace de una manera definitiva y tampoco se distribuye libremente ni equitativamente por todas partes”, escribe en el prólogo a la edición catalana Xavier Bonfill, director del Centro Cochrane Iberoamericano. Y añade: “El conocimiento no es puro ni absoluto y por eso necesitamos del método científico para depurarlo continuamente”. Lo que ocurre con el método científico es que ni es intuitivo ni fácil de aplicar. Por eso resulta ajeno a tanta gente y, a la vez, hay tanta mala ciencia. Pero si las preguntas esenciales se plantean con claridad y buenos ejemplos, como hace este libro, todo el mundo puede entender por qué hacen falta pruebas imparciales para conocer los riesgos y beneficios de una intervención, por qué buena parte de la investigación no se centra en las necesidades de los pacientes y de la sociedad sino que responde a otros intereses, y por qué es tan importante que los pacientes se involucren más en la orientación de la investigación.
La medicina ha cambiado quizá más en los últimos 30 años que en toda su historia. El movimiento de la medicina basada en la evidencia y el abandono gradual del paternalismo médico son las dos caras de este cambio en ciernes pero todavía incipiente. Hay todavía demasiada inercia y demasiadas resistencias al cambio, como advierte Daniel Flichtentrei en su último editorial de IntraMed JournalPosverdad: la ciencia y sus demonios, en el que disecciona algunos de los diablos del pensamiento médico. Este libro es un buen antídoto. “Debe leerse en todas las escuelas, y en todas las salas de esperas”, dice de él Ben Goldacre. Si es médico, recételo a sus pacientes. Y, si no lo ha leído, recéteselo también a sí mismo.