sábado, 22 de julio de 2017

Qué tienen en común las galletitas y las metanfetaminas?

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(Illus­trati­on by Josh Cochr­an for the New York Times­)

POR Richard A. Friedman

Como psiquiatra, nunca he conocido a un paciente que disfrute ser drogadicto o comedor compulsivo. ¿Por qué alguien continúa consumiendo drogas a pesar de las consecuencias médicas y la condena social? ¿Qué hace que alguien coma cada vez más, aunque corra el riesgo de afectar su salud?
Una respuesta a estas preguntas es que los humanos modernos han diseñado el ambiente perfecto para generar ambas adicciones.
A nadie le sorprenderá saber que el estrés posibilita que la gente busque consuelo en las drogas o en la comida. Sin embargo, persiste el mito de que la adicción es una falla moral o una conducta para la que se nace con una predisposición: que los adictos tienen el control por completo o que están mal de la cabeza.
Ahora contamos con un corpus de investigaciones que establece definitivamente la relación entre el estrés y la adicción. Además, muestra que podemos cambiar el camino hacia la adicción si modificamos nuestro entorno. Los neurocientíficos han descubierto que la comida y las drogas tienen por objetivo común el “circuito de recompensa” del cerebro, y que el cerebro de los humanos y otros animales estresados sufren cambios biológicos que pueden tornarlos más susceptibles a las adicciones.
En un estudio realizado en 2010, Diana Martinez y sus colaboradores de Columbia escanearon los cerebros de un grupo de sujetos de referencia sanos, y descubrieron que un bajo estatus social y el menor grado de apoyo social percibido —ambos considerados factores de estrés— estaban correlacionados con menos receptores dopaminérgicos D2 en el circuito de recompensa del cerebro.
Todas las recompensas —el sexo, la comida, el dinero y las drogas— causan una liberación de dopamina, lo que genera una sensación de placer y le dice al cerebro algo como: “Esta es una experiencia importante. ¡No la olvides!”. El circuito de recompensa evolucionó para ayudarnos a sobrevivir empujándonos a ubicar comida o sexo en nuestro entorno. Hoy en día, mientras más receptores D2 tengas, mayor será tu nivel natural de estimulación y placer, y menor la probabilidad de que busques drogas o comida reconfortante para compensarlos.
Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Drogadicción de Estados Unidos, y sus colaboradores lo demostraron en un estudio sobre el medicamento Ritalin. Los sujetos sanos que no consumían drogas pero que tenían menos receptores D2 experimentaban al estimulante como algo placentero, mientras que quienes tenían más receptores lo consideraban desagradable.
La cantidad de receptores no solo predice el consumo de drogas, sino que también se ven afectados por estas. En ese mismo estudio, Volkow descubrió que las personas adictas a la cocaína, la heroína, el alcohol y las metanfetaminas presentan una reducción significativa en los niveles de receptores D2 que persiste mucho tiempo después de que se ha detenido el consumo de drogas. Estas personas son mucho menos sensibles a las recompensas, tienen menos motivación y pueden considerar el mundo un lugar aburrido, lo que los hace susceptibles a buscar un medio químico para mejorar su día a día.
La exposición a las drogas también contribuye a la pérdida de autocontrol. Volkow encontró que los niveles bajos de D2 estaban vinculados con una actividad menor de la corteza prefrontal, lo que afectaría la capacidad de pensar de manera crítica y resistir.
La misma neurociencia nos ayuda a entender por qué se come compulsivamente. La comida, como las drogas, estimula el circuito de recompensa del cerebro. La exposición crónica a alimentos ricos en grasas y azúcar se asocia igualmente con niveles más bajos de D2, y también es más probable que a la gente con niveles bajos de D2 se le antoje este tipo de alimentos. Se trata de un círculo vicioso en el que una mayor exposición da pie a más antojo.
Volkow y sus colaboradores demostraron que las personas con obesidad mórbida tenían niveles de receptores D2 reducidos, y que la reducción era proporcional a su índice de masa corporal. Las implicaciones de este circuito de recompensa disminuido es que el consumo de comida normal no les parece recompensa suficiente.
Al mismo tiempo, cuando se les expone a fotografías u olores que predicen una recompensa de comida, experimentan antojos más intensos que las personas sin obesidad. Así, al igual que los drogadictos, los obesos con menos receptores D2 también muestran una actividad reducida de la corteza prefrontal, lo que hace más difícil que tengan autocontrol.
En este punto tal vez te estés preguntando qué es lo que controla el circuito de recompensa en primer lugar. En parte es genético. Sabemos que ciertas variaciones de genes elevan el riesgo de caer en la adicción a determinadas drogas. Sin embargo, los estudios realizados con monos sugieren que nuestro entorno puede derrotar a la genética y reprogramar el cerebro, es decir: aunque no podemos cambiar nuestra genética, sí podemos modificar nuestro ambiente.
Michael Nader, de la Facultad de Medicina Wake Forest, demostró lo anterior en un estudio realizado con monos y cocaína. Cuando se transfiere a monos de jaulas individuales y se les aloja en un grupo, algunos se tornan dominantes y otros adoptan un papel de sumisión. Para los que se vuelven dominantes —lo que significa que obtienen más atención, se les acicala más y tienen mayor acceso a comida y lujos—, este es un cambio positivo. Ahora tienen más receptores dopaminérgicos D2 y están menos interesados en ingerir cocaína. Por el contrario, para los sumisos estar en el entorno grupal es un cambio estresante, y responden incrementando su consumo de cocaína.
De manera impactante, los efectos del ambiente son fácilmente reversibles: si se estresa al mono dominante regresándolo a una jaula solitaria, sus receptores D2 caerán… y su gusto por la cocaína se incrementará. En otras palabras, simplemente cambiando el entorno se puede aumentar o disminuir la probabilidad de que un animal se convierta en drogadicto.
Parece que lo mismo sucede con los humanos. Incluso la gente sin predisposición innata a las adicciones puede volverse dependiente de las drogas si está estresada. ¿Debería sorprendernos, entonces, que la situación económicamente aterradora en la que están muchos estadounidenses pueda convertirlos en adictos? Literalmente tendríamos distintos cerebros dependiendo del código postal, las circunstancias sociales y el nivel de estrés.
El último componente importante de la adicción es el acceso. Sin importar lo estresado que estés, obviamente no te convertirás en adicto a menos que estés expuesto a las drogas. Lo mismo se aplica a la sobreingesta compulsiva.
A lo largo de la historia la comida fue escasa, así que atiborrarte de tantas calorías como pudieras mientras estaban disponibles representaba una gran ventaja para sobrevivir. En la sabana no había torta de chocolate sin harina.
Evolutivamente nada nos ha preparado para el doble embrujo de la comida moderna, llena de calorías, y las poderosas drogas recreativas. Su poder para activar nuestro circuito de recompensas, reprogramar nuestro cerebro y empujarnos hacia el consumo compulsivo no tiene precedentes.
La industria de los alimentos procesados ha transformado nuestra comida en una especie de droga, mientras que la industria farmacéutica sintetiza drogas cada vez más potentes que se han desviado hacia un uso recreativo. Extrajimos opio de la amapola y pronto descubrimos cómo hacer opiáceos miles de veces más potentes y adictivos. No contentos con fumar marihuana, dimos origen a cepas más potentes de la planta, extrajimos los cannabinoides activos y llegamos a versiones sintéticas más peligrosas. La lista puede continuar.
Por último, la industria de la publicidad también puede desempeñar un papel en esto. Volkow dice que ella y sus colaboradores ahora están “analizando cómo responde el cerebro a los mensajes subliminales” sobre la comida y las drogas. Su hipótesis es que los drogadictos y los obesos son más susceptibles a esos mensajes.
Por fortuna, nuestro cerebro es notablemente moldeable y sensible a las experiencias. Aunque es mucho más fácil decirlo que hacerlo, el simple hecho de limitar nuestra exposición a alimentos con alto contenido calórico y drogas reconfiguraría nuestro cerebro de manera natural para encontrar placer en alimentos más saludables y tener una vida sin drogas.
Mientras tanto, vale la pena recordar que no podemos controlar nuestros genes ni las desgracias que nos suceden, mucho menos su impacto en nuestro cerebro. Con la mezcla adecuada de adversidad y estrés, hasta las personas más disciplinadas pueden caer presas de una adicción a las drogas o la comida.
Richard A. Friedman es profesor de psiquiatría clínica y director de la clínica de psicofarmacología en Weill Cornell Medical College, y escribe artículos de opinión.

Los mayas y su  sexualidad

Lujuria, amor, placer y sexualidad tuvieron un profundo valor entre los mayas, que solían identificarse con ciertas artes como la plumería o con cierto tipo de flores.

Los mayas no constituyeron un conglomerado estable y homogéneo, sino que cada ciudad era en sí un Estado gobernado de manera independiente. Sin embargo, la lujuria, el amor, el placer y la sexualidad tuvieron un profundo valor entre los mayas, que solían identificarse con ciertas artes como la plumería o con cierto tipo de flores.
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La exaltación de los sentidos y la carnalidad se veían reflejadas de tal manera que la rubicundez y la gordura fueron apreciados como atractivos sexuales.
La sexualidad de los mayas estaba estrechamente ligada con todo lo referente a la naturaleza, el mundo así como su orden y funcionamiento. El deseo sexual formaba parte de los ritos de guerra y religión. Los mayas decían que el cuerpo es pasajero y el cuerpo sexual solamente conoce lo que siente.
La diosa de la Luna era la encarnación de la identidad maya, era un símbolo de generación, de maternidad Esta diosa mantenía relaciones sexuales con otros dioses y de esa manera surgió el pueblo maya.
La concepción de la sexualidad en este pueblo no discrimina entre heterosexuales y homosexuales, la misma diosa Luna, siendo una fuente de creación, es bisexual. Su identidad con el todo que los rodea, impregna cada aspecto de su cultura y su sexualidad con esta adoración a la deidad, realizada por hombres y mujeres.
El hombre, entre los mayas, era el proveedor, padre, sustentador del poder, activo y público. Los hijos varones abandonaban la casa paterna a la edad de doce años para habitar en las casas comunales, donde eran entrenados en el arte de la guerra y la religión. Allí solían permanecer hasta que sus padres le buscaban esposa para que se casaran.
En dichas casas comunales eran sometidos a una rigurosa disciplina militar para que desarrollasen sus cuerpos; la destreza del manejo de las armas era indispensable. Eran sometidos a pruebas de valentía, como capturar un determinado animal con sólo un cuchillo o permanecer varios días encerrados en una caverna oscura, etc. Eran instruidos en los diversos ritos para mantener complacidos a los dioses, practicaban el ayuno y el autosacrificio.
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Grabado de la gruta de Naj Tunich, en el Petén Guatemala
El uso de ciertos alucinógenos era consentido bajo supervisión de los sacerdotes, pero en ningún caso se les permitía la embriaguez, que sólo se permitía a la nobleza y en unos pocos actos rituales. Adquirían esclavos masculinos en sus incursiones o guerras para que cumpliesen la función de servidores sexuales. Otros investigadores piensan que hacían uso de prostitutas sagradas.
La misma práctica fue recurrente en la aristocracia, donde se hacía la adquisición de esclavos sexuales para los hijos varones de los nobles. Era mal visto el sexo heterosexual antes del matrimonio incluso con las esclavas.
Una de las principales obligaciones de los padres en la civilización maya era seleccionar una pareja homosexual para sus hijos varones tan pronto alcanzaban la adolescencia. Vivían juntos hasta que se casaban con una mujer en torno a los 20 años de edad.

LA MUJER MAYA

La mujer era generadora de vida, proporcionaba los alimentos, mantenía la relación afectiva de la familia, se encargaba de las tareas domésticas. Desde su nacimiento estaba destinada a sostener la vida, a aprender a mantener complacidos tanto a su familia, la sociedad y los dioses.
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Fray Diego de Landa hace mención en su obra "relación de las cosas de Yucatán", decía: “que las indias de Yucatán son en general de mejor disposición que las españolas, y más grandes y bien hechas (pero) no son de tantos riñones como las negras. Préciense de hermosas las que lo son y a una mano no son feas;… tenían por costumbre aserrarse los dientes dejándolos como dientes de sierra y eso tenían por galantería y hacían ese oficio unas viejas limándolos con piedras y agua…; los indios de Yucatán son gente bien dispuesta, altos, recios y de mucha fuerza… Tenían por gala ser bizcos, lo cual hacían, por arte, las madres, colgándoles del pelo, desde niños un pegotillo que les llegaba al medio de las cejas… y tenían las cabezas y frentes llanas, hecho también por sus madres…, no criaban barbas y decían que les quemaban el rostro sus madres con paños calientes siendo niños, para que no les naciesen”.
En la cultura maya, las mujeres jugaron un papel importante dentro de la sociedad en todos los ámbitos de la vida política, social y religiosa. Eran fundamentales para dar el equilibrio necesario en la vida. Se ocupaban espacios distintos que no implicaban inferioridad o superioridad. No se ve un antagonismo entre lo femenino y lo masculino, no hay una lucha de ambos sexos, que se desarrollan separados para unirse en el cumplimiento del destino de la generación y el equilibrio del mundo y su cosmos.
Su formación se encontraba bajo el seno familiar especialmente la de sus padres. Las niñas al igual que los niños a partir de los tres años empezaban a desarrollar sus actividad con respecto a su sexo, la niña permanecía dentro de la casa ayudando a la madre con los labores domésticas, relegándola casi de todas las actividades que implicaran o concernieran al ser masculino.
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Su papel como madre era sumamente importante desde que tenía hijos. La mujer maya era cuidada y asistida por las mujeres de la familia y asistida en el parto. En su función de cuidar de los hijos era ayudada por su madre, suegra o demás familiares femeninos. Estaba terminantemente prohibido embriagarse o incurrir en actitudes escandalosas.
El papel que desempeña la mujer dentro de esta sociedad es consecuencia de la educación recibida desde la niñez, porque desde esa edad todo se reduce al hogar, a las labores domésticas cotidianas, como preparar la comida, tejer, abastecer de ropa a la familia, ocuparse de los hijos y ayudar en momentos determinados a los hombres como sucedía en las siembras o en la recolección. La mujer tuvo posiciones elevadas en la sociedad y algunos casos fueron gobernantes como la reina roja de Palenque y Seis Cielo en el Naranjo Guatemala, así como en las representaciones de las deidades femeninas de importancia en el panteón maya.
Fray Diego de Landa consideraba que la mujeres mayas eran “grandes trabajadoras y vividoras porque de ellas cuelgan los mayores y más trabajos de la sustentación de sus casas y educación de sus hijos y paga de sus tributos, y con todo esto, si es menester, llevan algunas veces carga mayor labrando y sembrando sus mantenimientos”.
La virginidad poseía una alta estimación, llegando a equiparar el himen con una joya preciosa. A partir de la niñez se les colocaba una concha atada con un cordón debajo de la cintura, como símbolo de virginidad. Si una mujer dejaba de ser virgen muy joven o sin tener un varón con quien casarse, se decía que los dioses pudrirían sus carnes. El ideal era que hombres y mujeres vivieran su vida adulta dentro del matrimonio.
Cuando la mujer maya llega a la tercera edad es reconocida como sabía y tratada con gran respeto por su comunidad, de hecho en algunos casos era la encargada de velar por la salud de sus familiares y mantener complacidos a los dioses. Por otro lado, con respecto a su vida sexual se pensaba que las mujeres continuaban teniendo deseo sexual hasta la vejez, idea diametralmente opuesta a la que se da en el mundo occidental actual.
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Los hombres y las mujeres han sido creados dentro del pensamiento prehispánico en igualdad de circunstancias. Cada uno de ellos tiene en la tierra una serie de funciones con las cuales ha de cumplir. Por lo tanto, no manifestaban desigualdades y sojuzgamiento evidente entre hombre y mujeres; simplemente se ocupaban espacios distintos que no implicaban inferioridad o superioridad, es decir se era diferente mas no desigual.
Los papeles femeninos no son en absoluto inferiores a los masculinos, ambos son complementarios del otro y tan necesarios en la vida de la sociedad tradicional mesoamericana que no existen distinciones. Lo femenino y lo masculino constituían un todo indisoluble, creadores indispensables de la vida.

EL MATRIMONIO

La unión matrimonial tenía como primer objetivo mantener y reproducir la especie, es decir para poblar la tierra de seres humanos. Posteriormente, se producen cambios y el matrimonio se volvió una estrategia social y política para llevar a cabo alianzas o uniones con otros grupos de familia o linajes dentro de la clase alta, de la misma forma para la gente común dentro del mismo grupo social perteneciente. Al convertirse el matrimonio en una estrategia, más que una unión de acuerdo mutuo, se convierte un asunto de familia y no de los que se iban a casar, “los padres tenían cuidado en buscarles con tiempo a sus hijos, mujeres de estado y condición, y si podían en el mismo lugar”.
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Existía la figura del concertador de matrimonio que se aseguraban que los contrayentes pertenecieran al mismo estrato social y reunieran virtudes para tal unión, normalmente este papel lo desempeñaban mujeres mayores.
A veces se concertaban los casamientos entre las familias cuando el muchacho y la muchacha eran todavía muy jóvenes y cuando llegaban a la edad conveniente se llevaba a cabo el matrimonio. Por ser acuerdo pactado por los padres existían en su mayoría casos donde “no siempre eran felices en sus amores, porque generalmente se les daba por esposos a los que elegían sus padres”.
El matrimonio era acordado por los padres, pero si un hombre soltero había tenido relaciones con una mujer debía casarse con ella, por lo que existió un tipo de matrimonio por obligación. EL matrimonio dentro de los antiguos mayas era de tipo monógamo. Sin embargo, se describen casos donde la poligamia está presente.
La poliginia se refiere a la práctica de un hombre de contraer matrimonio o simplemente unión con más de una mujer, es un fenómeno social que ha existido a lo largo de toda la historia. Dentro de los mayas esta práctica no era rechazada pero tampoco aceptada en su totalidad, al contrario, existía como medio para justificar hechos políticos o sociales, como alianzas con otros linajes, para mantener un alto porcentaje de la descendencia familiar o como obtención de mano de obra dentro de la familia ya que cuantos más miembros más producción.
No se conocen casos de hombres que tengan más de tres mujeres. En este caso, todas viven juntas y se comparten las tareas. En esta situación, hay una esposa favorita, usualmente es la primera y es quien le trae los alimentos preparados por todas.
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En la cueva de Aktún Usil en Yucatán, México, se han encontrado esculturas en forma de falo y de vagina
Esta práctica no estuvo difundida dentro de todos los estratos sociales, la evidencia demuestra que únicamente dentro de la clase alta maya se llevaba a cabo. Sin embargo, también estaba reservada a los guerreros que se distinguían en los campos de batalla.
Este hecho es apoyado por varias imágenes en murales, dinteles o cerámica, en las cuales los señores nobles aparecen rodeados de varias mujeres, aparentemente podrían ser sus esposas o concubinas, que al ostentar poder poseían el derecho de disfrutar de cuantas mujeres quisieran.
Dentro del matrimonio las relaciones sexuales que se suscitaban debían de ser muy complacientes, es decir, se buscaba la satisfacción sexual para ambos, debido a que el deleite erótico en la pareja era algo obligatorio para uno y otro cónyuge, puesto que dar y recibir placer era necesario para conservar la armonía con el cosmos.
Las relaciones sexuales eran entendidas de dos formas distintas. Primero como la unión corporal del hombre y la mujer, algo solamente físico, y, segundo, como la unión divina en el intercambio de lo femenino y lo masculino, ya que ambas son partes fundamentales para la reproducción biológica y social. Las relaciones sexuales matrimoniales son el inicio de una vida.
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A parte de buscar la satisfacción y el placer, la concepción de los hijos era otra parte principal para llevar a cabo las relaciones sexuales. La mujer le oraba a la Diosa Ixchel para que le concediera muchos hijos, síntoma de prosperidad. Los mayas preferían concebir hijos varones, pues ellos garantizaban la supervivencia familiar. Si resultaba estéril, podía ser repudiada por su esposo.
Los antiguos mayas tenían varias creencias en el caso de que se diera la esterilidad, una de ellas era la de acudir a la oración y penitencias, así como a determinadas prácticas como bañarse en cierta fuente de agua de mal olor y de peor sabor que eran calentadas para contrarrestar la frialdad de la matriz y lograr ser fecundada, también tomaban brebajes hechos con hierbas.

LA HOMOSEXUALIDAD

Los mayas eran tolerantes con la homosexualidad. La consideraba preferible al sexo prematrimonial heterosexual, por lo que las elites conseguían esclavos sexuales para sus hijos.
Para estudiar las prácticas homosexuales en el mundo prehispánico maya se dispone básicamente de dos fuentes: la primera es a través de los relatos de los primeros cronistas que entraron en contacto con los habitantes de estos pueblos. Es difícil evaluar el grado de objetividad de estos relatos, ya que en algunos casos, ellos tendían a exagerar los hábitos sexuales de los nativos, siendo así narraciones muy subjetivos, todo ello debido a sus creencias cristianas.
La segunda fuente son los registros prehispánicos como los manuscritos tradicionales hechos por las mismas personas del lugar, donde relatan los sucesos de su vida y su pueblo, sus costumbres y tradiciones, así como a través de su arte, elemento fundamental para dar a conocer su visión del mundo.
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El códice de Dresde, documento maya del Posclásico
Fray Bartolomé De Las Casas relata la presencia de este tipo de comportamiento, en su descripción los asocia con los hombres que sufren de impotencia pero no clarifica de que tipo: “... hay en alguna parte unos hombres mariones impotentes y que andan cubiertos como mujeres y hacen los oficios como ellas, y que no tiran ni arco ni flecha. Son muy membrudos y por eso llevan muy grandes cargas; de estos se vio uno casado con un hombre de los otros. No se sabe si aquella impotencia se causan ellos por ceremonia y religión, como los gallos dedicados a la diosa Bericintia, o porque la naturaleza, errando, haya causado aquella monstruosidad...”.
El sistema fue más permisible en el pueblo maya en comparación de otros pueblos mesoamericanos, reconociéndole alto carácter social al creer que la homosexualidad era preferible al sexo prematrimonial, donde al joven se le enseñaba todo lo relacionado al sexo, para que cuando se casara llegara con conocimiento del placer carnal, al mismo tiempo, la mujer joven no corría el riesgo de perder su virginidad, ni de caer en actos que transgredieran su cuerpo.
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Las relaciones entre seres de un mismo sexo estuvieron presentes a lo largo del desarrollo de la civilización maya, y no fueron uso exclusivo de un cierto estrato social. Debemos tener claro, que el concepto de una identidad homosexual o heterosexual fue creado durante la era moderna.
En las cuevas de Nah Tunich (la casa de piedra) en el Petén (Guatemala) se encontró en sus paredes una imagen de dos hombres mayas abrazados de frente en un preludio de acto sexual. Fray Bartolomé de las casas afirma en sus escritos que: "los jóvenes enviados a los templos practican en grave pecado de la sodomía". Esta práctica era permitida para preservar la virginidad de las jóvenes y evitar los embarazos no deseados. Se sabe de fiestas sexuales entre los mayas que incluían el sexo homosexual.
La sexualidad que practicaban los pueblos prehispánicos fue duramente censurada por los conquistadores ya que la consideraban un pecado. Fray Bartolomé de las Casas escribe.”El sodomismo y la zoofilia eran demasiado libertinaje para ser admitidos por la Iglesia Católica”.

EL ADULTERIO

Era castigado como adulterio la relación de un hombre con una mujer casada, asimismo la mujer casada con un varón soltero, por otro lado, no era penada la relación que podía darse entre un hombre casado y una mujer soltera y no se consideraba como adulterio el tener esclavas o concubinas.
Los pueblos mayas tenían leyes que sancionaban los actos ilegítimos que perjudicaran bienes fundamentales, las aplicaban de manera significativa al adúltero. Para ser castigado debía ser capturado el adultero consumando el hecho o simplemente cuando existían sospechas fundamentadas.
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López de Cogolludo en su libro “Historia de Yucatán”, describe parte de los castigos: “El hombre o mujer que cometía adulterio, tenía pena de muerte, que se ejecutaba flechándolos. Así se dice aborrecían este pecado contra quien hubo castigos en personas muy principales, porque no había perdón, para quien hallaban culpado, con que había mucha honestidad en los casados... El que corrompía alguna doncella, o forzaba cualquier mujer tenía pena de muerte, como el que acometía a mujer casada, o hija de alguno, durante el dominio de sus padres, o le quebrantaba la casa. Dícese que un señor de la ciudad de Mayapán, cabeza del reino, hizo matar afrentosamente a un hermano suyo, porque corrompió una doncella”.
De igual manera lo describe Fray Bartolomé de las Casas: “El mancebo que fornicaba con alguna doncella, no le daban otra pena sino compelelle a que la tomase por mujer. Si la doncella estaba desposada con otro, no la tomaba su esposo ni la vía más, sino pedía que le restituyesen su dote o arras o precio que había dado, el cual pagaba el que había corrompido y adulterado la doncella, dando al padre y a la madre della. El que cometía fornicación con viuda y con esclava hacíanle pagar luego, algunas veces sesenta plumas, otras veces ciento, o otras cosas semejantes. El que adulteraba con mujer casada, le daban la misma pena de las cien plumas; pero si lo tenía de costumbre, a ambos ahogaban en pena”.
En general, las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran mal vistas dentro de esta sociedad, ya que se creía que el bien individual no está por encima del colectivo, siendo el adulterio penado por trasgredir y perjudicar el bien comunitario.
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El Códice Laud donde se ve la vagina telúrica

LA PROSTITUCIÓN

Es muy poco lo que se sabe sobre la prostitución en tiempos prehispánico, al igual que la homosexualidad son temas que no han sido abordados con la seriedad que se merecen, dejando un gran vacío sobre estos fenómenos sociales que podrían ayudar a comprender de una manera más concreta la vida de los antiguos pueblos mayas.
La felación es asociada en su mayoría a las mujeres, principalmente por que se creía más sexual que al hombre. Dentro de los pueblos nahuas a las mujeres que se dedicaban a esta actividad se les conocían como “Ahuiani o Maqui” que significan “alegres, alegrarse, tener lo necesario y estar contento”.
Las Ahuianime aparecen como mujeres jóvenes y bellas, participantes de varios tipos de eventos religiosos y culturales, generalmente relacionados con el baile, en los cuales acompañan a los guerreros más destacados. Su presencia en las fiestas relacionadas con la fertilidad, tenía un valor sumamente simbólico.
Las llamadas maqui acompañaban a los soldados a los campos de batalla. Los guerreros tenían un elevado estatus social y se les permitía convivir con prostitutas, cosa que el sistema social normativo de la época sancionaba como ilícito.
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Sahagún lo describe de la siguiente manera: “En este mes llamado quecholli, se manifestaban las mujeres públicas y deshonestas, y se ofrecían al sacrificio en traje conocido y moderado, que eran las que iban a las guerras, como la soldadesca, y las llamaban maqui, que quiere decir, las entrometidas, y se aventuraban en las batallas, y muchas de ellas se arrojaban a morir en ellas”.
La prostitución se pudo dar de manera constante dentro de la sociedad maya, pero esta actividad no funcionaba como en la actualidad, pero sí la forma de utilizar a estas personas, en su mayoría mujeres para complacer sexualmente a un hombre en diferentes contextos de la vida. Desempeñando un papel que era socialmente aceptado dentro de la sociedad.
En el siguiente canto prehispánico de puede apreciar la idiosincrasia maya prehispánica: “recuerda el canto de la fornicación, que se cante diez veces [...] ve a atravesarla, a quitarle la virginidad, la belleza, a tu venadita. Ve a colocarte sobre lo placentero de tu venadita hasta la décima capa del inframundo, donde se desvanece el viento”.
Los mayas usaban adornos, afeites, depilación de cejas, escarificaciones, tatuajes, limadura e incrustaciones dentales que junto con el consumo de afrodisíacos naturales jugaron un papel relevante en el sofisticado sistema de cortejo y seducción de los mayas.
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Como vemos para finalizar, los mayas no reprobaron el placer ni practicaron el ‘antisexualismo’ como la cultura occidentalizada.
Había grandes diferencias sexuales entre los mayas y los conquistadores españoles. Estos consideraban el sexo como pecaminoso y solo debía tener una finalidad reproductiva, mientras que para los mayas, la sexualidad era aceptada de forma natural y con flexibilidad mental.
Para los españoles, la mujer maya debía ocultar su cuerpo tras las ropas y negarse al placer sexual, pues como estamos viendo solo debía tener una finalidad reproductiva. Sin embargo, tanto para los mayas como para los otros pueblos mesoamericanos que hemos visto (incas y aztecas) la sexualidad era algo deseable. El placer forma parte de la transcendencia espiritual.