martes, 1 de agosto de 2017

¡¡¡toma chocolate!!!!


Más evidencia sobre los beneficios del chocolate para el corazón

Un amplio estudio asoció su consumo moderado con un riesgo menor de fibrilación auricular.
Más evidencia sobre los beneficios del chocolate para el corazón
El chocolate negro tiene mayor cantidad de cacao que el chocolate con leche.


El consumo moderado de chocolate se asoció con un riesgo significativamente menor de sufrir fibrilación auricular (FA), la arritmia más frecuente y riesgosa, según un amplio estudio dirigido por investigadores de la Escuela de Salud de Harvard (HSPH), que suma evidencia sobre los efectos protectores del cacao para el corazón.
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"Nuestro estudio se suma a la acumulación de pruebas sobre los beneficios para la salud de la ingesta moderada de chocolate y pone de relieve la importancia de los factores de comportamiento para reducir potencialmente el riesgo de arritmias", explicó Elizabeth Mostofsky, del Departamento de Epidemiología de la HSPH y una de las autoras del trabajo difundido recientemente en Heart, una publicación del British Medical Journal (BMJ).
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Un antioxidante que tiene el cacao puede mejorar el flujo sanguíneo al cerebro

Estudios anteriores ya habían asociado al cacao y a los alimentos que lo contienen con beneficios cardiovasculares debido a su alto contenido de flavanoles, el principal tipo de flavonoide que, además de tener efectos antioxidantes, tiene potencial influencia sobre la salud vascular al promover un buen funcionamiento de los vasos sanguíneos. Sin embargo, según Harvard Gazette, hasta el momento sólo había un número limitado de investigaciones sobre la asociación entre el consumo de chocolate y la aparición de fibrilación auricular, que afecta a más de 33 millones de personas en todo el mundo y está relacionada con un riesgo cinco veces mayor de sufrir un accidente cerebrovascular, además de insuficiencia cardíaca, deterioro cognitivo, demencia y muerte. Se calcula que su prevalencia se duplicará para 2050 por el envejecimiento de la población.
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El trabajo realizado en Dinamarca incluyó a 55.502 hombres y mujeres. Los investigadores consideraron el índice de masa corporal, la presión arterial y el colesterol, que se midieron en el momento en que los participantes fueron reclutados, entre diciembre de 1993 y mayo de 1997. También examinaron las condiciones de salud de los participantes, incluyendo hipertensión arterial, diabetes o enfermedad cardiovascular. Además, indagaron a partir de cuestionarios en datos sobre su alimentación y estilos de vida.
Los resultados arrojaron que en comparación con los participantes que comían menos de una porción de chocolate (de unos 30 gramos) al mes, aquellos que ingerían de una a tres tenían una tasa 10% menor de FA. El riesgo era un 17% menor en quienes comían una porción por semana, y un 20% más bajo en los que comían de dos a seis porciones por semana.
Por su alto contenido de cacao, que es el que le confiere los efectos protectores para el corazón, el consumo de chocolate negro es más aconsejable que el de chocolate con leche.
"A pesar de que la mayor parte del chocolate consumido por los participantes del estudio probablemente tenía concentraciones relativamente bajas de ingredientes potencialmente protectores, observamos una asociación significativa entre comer chocolate y un menor riesgo de fibrilación auricular, lo que sugiere que incluso pequeñas cantidades de cacao pueden tener un impacto positivo en la salud ", señaló Mostofsky, sobre el trabajo cuyo autor principal es Kim Overdad. "Comer chocolate en exceso no es recomendable porque muchos productos son altos en azúcar y grasa, lo que puede conducir al aumento de peso y otros problemas metabólicos. Pero la ingesta moderada de chocolate con alto contenido de cacao puede ser una opción saludable", añadió.

Interdisciplinas y nuevas ciencias

Sobre los objetos de estudio científico a lo largo de la historia
Autor: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed /
¿Por qué tenemos una ciencia para el estudio de la luz, la óptica, y no la tenemos para el estudio de las sombras? ¿Por qué hay una ciencia de la materia, la física, y no hay otra dedicada a las formas? ¿Por qué y desde cuándo dividimos las ciencias en humanas, sociales y naturales? ¿Por qué no clasificamos las áreas de conocimiento en ciencias de lo visible y de lo invisible? ¿O en ciencias terrenales, celestiales y de lo que se sitúa entre el cielo y la tierra? Preguntas como estas no tienen una respuesta sencilla y homogénea, como advierte la eminente historiadora de la ciencia Lorraine Daston en su librito Breve historia de la atención científica. La ciencia ha ido seleccionando sus objetos de estudio no tanto de forma caprichosa, que también, sino sobre todo como resultado de las ideas, los problemas y los intereses de cada época histórica.
La biología, por ejemplo, se nos antoja a primera vista una ciencia fundamental, compacta, indiscutible, como si hubiera existido desde que la ciencia es ciencia. Al fin y al cabo, los seres vivos siempre han estado ahí y parece plenamente justificado que constituyan un objeto de estudio. Sin embargo, la biología apenas tiene dos siglos de existencia. Y, si la examinamos con detenimiento, advertimos zonas menos firmes, especialmente en sus fronteras e intersecciones con las disciplinas que se ocupan de la materia y de la mente, o con las biotecnologías. Y también muchas lagunas: ¿por qué tenemos una disciplina que estudia las anomalías y monstruosidades del organismo animal o vegetal, la teratología, y no tenemos otra disciplina análoga que se ocupe de los seres más bellos y perfectos?
Con la sociología ocurre algo parecido. También es una ciencia joven, con apenas un par de siglos de existencia. Si realmente siempre han existido sociedades humanas, ¿por qué no se ha considerado antes que la familia, la empresa y otras organizaciones sociales podían ser objeto de estudio científico? Siendo como son enormemente complejas las sociedades humanas, no es difícil imaginar la infinidad de asuntos relevantes que quizá merecerían no solo ser objeto de conocimiento científico sino tener una disciplina propia. ¿Tenemos acaso una ciencia de la amistad? De momento no, pero no es descartable que exista en el futuro.
Los nuevos objetos de estudio y las nuevas disciplinas parecen ir surgiendo sin orden ni concierto, como excrecencias en un cuerpo monstruoso
Lo que ahora llamamos biomedicina o biología médica es un conglomerado de ciencias básicas, sociales y humanas en el que se integran las disciplinas clínicas y otras tan diversas como la citología, la nanobiotecnología, la genética, la toxicología, la nutrición, la antropología médica, la enfermería… y así hasta más de 70, según la clasificación del Journal Citation Reports de 1996. Pero en estos 20 años han aparecido la proteómica, la metabolómica y la nutrigenómica, por citar solo algunas de las nuevas ciencias ómicas.
La biomedicina es un buen ejemplo de cómo va desarrollándose un campo de conocimiento. Los nuevos objetos de estudio y las nuevas disciplinas parecen ir surgiendo sin orden ni concierto, como excrecencias en un cuerpo monstruoso. La propia biomedicina podría ser ella misma un digno objeto de estudio de la teratología o, ya puestos a especular, de lo que podríamos llamar teratología ontológica. Porque lo que existe y lo que no existe como objeto científico cambia con el tiempo; o, como dice Daston, la historia de la ciencia es una historia de la ontología. Como no podía ser de otra manera, la anatomía, la embriología y la bioética son hijas de su tiempo, pero es importante conocer por qué. La actual efervescencia interdisciplinaria que viven la investigación y los estudios universitarios no es ninguna moda, sino una fase del desarrollo de las ciencias para alumbrar, por hibridación, fusión o desgajamiento, nuevas disciplinas.