viernes, 23 de marzo de 2018

DEVUELVAN LO ROBADO PEPEROS LADRONES

El hospital de Alzira y todo el departamento sanitario de la Ribera que da servicio a una población aproximada de 257.000 habitantes volverá a la gestión pública a partir del 1 de abril tras 18 años en manos de la empresa Ribera Salud.
La compañía ha tratado de paralizar por la vía judicial el proceso de reversión a la sanidad pública iniciado hace un año, cuando  la Conselleria de Sanidad Universal y Salud Pública que dirige la socialista Carmen Montón anunció que asumiría la tutela de dicho departamento una vez finalizada la concesión dentro de nueve días.
Sin embargo, hasta ahora, los ocho recursos judiciales interpuestos por Ribera Salud contra la decisión de Sanidad de no prorrogar el contrato y contra las normas de reversión previstas y ejecutadas para tomar el control del hospital de Alzira y del resto de dependencias sanitarias han sido rechazados por los tribunales.
Pese a todo, fuentes de la Conselleria de Sanidad han informado a eldiario.es que la empresa ha presentado un nuevo escrito, esta vez presentado por registro de entrada en las dependencias del departamento, solicitando la paralización del proceso.
Las mismas fuentes han comentado que la conselleria tiene ahora un plazo para contestar antes de que se materialice la reversión, pero en cualquier caso han asegurado que la hoja de ruta de la reversión sigue adelante.
La compañía ha recurrido así a la vía administrativa como un último intento de paralizar un proceso que no ha logrado frenar por la vía judicial.
En una de las resoluciones (auto del pasado 27 de abril de 2017), el juzgado dejaba claro que la administración está en su pleno derecho de no prorrogar el contrato."La extraordinaria complejidad del acto de la reversión no solo es el fin lógico de un contrato que nació con el mismo predeterminado, sino que –por ello- no se trata de una situación sobrevenida, inesperada, improbable o imposible, sino previsible y cierta en su realidad, lo que no se altera por el hecho de que hubiera podido acordarse una prórroga que, en cualquier caso y dependiendo de la concurrencia de voluntades, nunca es segura, sino más bien al contrario", reza la resolución.
En otros autos posteriores, el TSJCV alega que Ribera Salud no menciona en su recurso "ningún hecho nuevo, ni ninguna circunstancia sobrevenida, distintas de las ya examinadas en los distintos pronunciamientos de esta Sala", en los cuales ya se rechazaba la suspensión cautelar de la reversión.
Además de estos recursos,  Ribera Salud ha interpuesto casi medio centenar más de procedemientos judiciales desde que Sanidad anunció su intención de rescatar para la gestión pública el hospital de Alzira.

Quiénes somos depende de nuestra genética y del entorno
Quiénes somos depende de nuestra genética y del entorno - Fotolia

El cariño de una madre cambia el ADN de su hijo

Las atenciones recibidas en la infancia implican diferencias en los genes de una zona del cerebro relacionada con las emociones y la memoria, según un estudio con ratones




Nos enseñan que nuestro ADN es algo estable e inmutable, lo que nos hace ser lo que somos, pero en realidad es mucho más dinámico», afirma Rusty Gage, profesor del Laboratorio de Genética de Salk. «Resulta que hay genes en nuestras células que son capaces de copiarse y moverse, lo que significa que, de alguna manera, nuestro ADN sí cambia», subraya.
Los profesionales de los campos de la psiquiatría, la neurología y la medicina pediátrica insisten desde hace tiempo en la importancia de las experiencias de los primeros años en el desarrollo cognitivo y emocional del niño. Famosos son los casos de orfanatos en los que bebés privados de cariño acababan muriendo inexplicablemente a pesar de tener satisfechas todas sus necesidades vitales básicas. Todas, menos el amor. Nadie les acariciaba ni les hablaba. Este jueves, un nuevo estudio publicado en la revista «Science» incide en cómo esos primeros cuidados pueden cambiar cómo somos de una manera insospechada. Según han comprobado investigadores del Instituto Salk de California (EE.UU.) en un experimento con ratones, las atenciones que una madre procure a su hijo pueden cambiar incluso su ADN.
Durante al menos una década, los científicos han sabido que la mayoría de las células en el cerebro de los mamíferos experimentan cambios en su ADN que hacen que cada neurona, por ejemplo, sea ligeramente diferente de su vecina. Algunos de estos cambios son causados por genes saltarines o transposones (LINE, por sus siglas en inglés), que se mueven de un punto del genoma a otro. En 2005, el laboratorio de Gage descubrió que un gen saltarín llamado L1, que ya se sabía que se copiaba y se pegaba en nuevos lugares en el genoma, podía saltar en el desarrollo de las células neuronales.


El equipo había planteado la hipótesis de que tales cambios crean una diversidad que podía ser útil entre las neuronas, un especie de ajuste fino, pero también podría contribuir a determinadas afecciones neuropsiquiátricas.
«Si bien hemos sabido por un tiempo que las células pueden adquirir cambios en su ADN, se ha especulado con que tal vez no sea un proceso aleatorio», dice Tracy Bedrosian, primera autora del estudio. «Tal vez haya factores en el cerebro o en el entorno que provoquen cambios con mayor o menor frecuencia», explica.
Para averiguarlo, los investigadores comenzaron observando las variaciones naturales en el cuidado materno entre los ratones y sus crías. Después, observaron el ADN del hipocampo de la descendencia, una región del cerebro que está involucrada en la emoción y la memoria. El equipo descubrió una correlación entre el cuidado materno y el número de copias L1: los ratones con madres amorosas tenían menos copias del gen L1 saltarín y los que tenían madres negligentes tenían más copias y, por lo tanto, más diversidad genética en sus cerebros.
Para asegurarse de que la diferencia no era una coincidencia, el equipo llevó a cabo una serie de experimentos de control. Finalmente, cambiaron a la descendencia, de modo que los ratones nacidos de madres negligentes fueron criados por madres atentas, y viceversa. Los resultados iniciales de la correlación entre los números de genes L1 y el estilo de maternidad se mantuvieron: los ratones nacidos de madres negligentes pero criados por madres atentas tenían menos copias de L1 que los ratones nacidos de madres atentas pero criados por negligentes. Es decir, el modelo de crianza es clave.

Más estresados

Los investigadores plantearon la hipótesis de que los descendientes cuyas madres eran negligentes estaban más estresados y que de alguna manera esto estaba causando que los genes se copiaran y se movieran con más frecuencia. Curiosamente, no hubo una correlación similar entre el cuidado materno y el número de otros genes saltarines conocidos, lo que sugirió un rol único para L1.
Entonces, el equipo analizó la metilación: el patrón de marcas químicas en el ADN que indica si los genes deben o no copiarse y cuáles pueden estar influenciados por factores ambientales. En este caso, la metilación de los otros genes de saltarines conocidos fue consistente para todas las crías. Pero en los L1, los ratones con madres negligentes tenían notablemente menos genes metilados L1 que aquellos con madres atentas, lo que sugiere que la metilación es el mecanismo responsable de la movilidad del gen L1.
«Este hallazgo concuerda con los estudios de negligencia infantil que también muestran patrones alterados de metilación del ADN para otros genes», dice Gage. «Eso es algo esperanzador, porque una vez que entiendes un mecanismo, puedes comenzar a desarrollar estrategias para la intervención».

¿Y en qué se traduce todo esto en la práctica? ¿Las crías de ratón peor atendidas son más torpes o menos inteligentes? Los investigadores reconocen que este punto no está claro. Un trabajo futuro examinará si el rendimiento de los ratones en las pruebas cognitivas, como recordar qué camino en un laberinto conduce a una recompensa, se puede correlacionar con el número de genes saltarines. En cuando al ser humano, el trabajo respalda los estudios sobre cómo los entornos de la niñez afectan el desarrollo del cerebro y podría proporcionar información sobre los trastornos neuropsiquiátricos como la depresión y la esquizofrenia. «No sabemos cuánto de lo que somos se debe a la genética y cuánto al ambiente, pero nosotros proponemos una combinación de las dos», concluye Gage.