miércoles, 28 de marzo de 2018

EL SUICIDIO DE MARX


Karl Marx
La acusación de los desesperados
Acaba de editarse el volumen Acerca del suicidio de Karl Marx, con textos tempranos y prácticamente desconocidos en nuestro país. El joven Marx piensa e investiga el suicidio y lo conisdera un síntoma de la lucha social general. Tambié
Karl Marx, a los veintiocho años, en 1846, al entrarle a su investigación sobre el suicidio y sus causas, anota: “La crítica francesa, la crítica francesa de la sociedad, tiene una gran superioridad en cierto aspecto: el ser capaz de dar cuenta de lo contradictorio y antinatural de la vida no sólo en las relaciones entre clases particulares, sino en todos los circuitos y figuras del intercambio cotidiano de hoy”. Para el joven Marx investigar significa lectura, interpretación y análisis de materiales de procedencia diversa, ya sea novelesca como periodística. Si la teoría literaria, según Terry Eagleton, es teoría política, cabe entender las exploraciones literarias del joven Marx como disparadores y derivas de su actividad filosófica, económica y sociológica. La literatura, un interés constante, le permitirá adentrarse en los entretelones del sistema capitalista, penetrar tanto en la intimidad de las alcobas como en el submundo miserable de los hospicios y asilos donde se destierran la pobreza y la demencia. “No es sólo de los escritores propiamente socialistas de Francia que se espera una caracterización crítica de las condiciones sociales”, escribe Marx. Desde su óptica, el folletín resulta un intento bonapartista de igualar los sujetos, ricos y pobres, mediante un armado efectista. Contemporánea suya, la producción narrativa de Eugene Sue se convierte, no obstante los reparos de Marx, en alegato contra la miseria y la opresión llegando a conquistar la simpatía de un periódico fourierista. En su documentada y precisa introducción de Marx y el suicidio (tres artículos tempranos y prácticamente desconocidos de Marx en nuestro país), Ricardo Abduca informa que en París, un trabajador desesperado llegó a colgarse en las inmediaciones del domicilio de Sue declarando que elegía morir cerca de alguien que “nos quiere y nos defiende”. A Sue lo seguirán en su pseudorealismo, pródigo en complicaciones de argumento y tremendismo, Víctor Hugo y Alejandro Dumas. La relación entre ficción y sociedad se tensa en las novelas por entregas que cautivan un público lector voraz necesitado de reconocerse en los dramones, aunque la compensación moralista de los finales felices nada tenga que ver con la realidad y responda a la moral burguesa. Reforzando esta perspectiva, Gramsci llegará a plantear que el superhombre populista de Dumas –en alusión a El Conde de Montecristi– debería leerse como una reacción democrática a la concepción del racismo de origen feudal. 
En este sentido, es lúcido el rescate que Marx hace de Jacques Peuchet, un ex militante de la Revolución Francesa, más tarde partidario de la Restauración, que pasó de las letras a la medicina, para dedicarse luego a la jurisprudencia, la administración y el “rubro” policial como archivista y también director del servicio fotográfico de la prefectura de París. Su importancia literaria no es menor y un detalle que cita Abduca lo pone de relieve: un texto de Peuchet, “Le diamant et la vengeance” es la fuente de El Conde de Montecristo. En “Peuchet: sobre el suicidio”, Marx valora en el archivista su crítica a la vida privada. “Peuchet sólo permitió la difusión de sus memorias una vez fallecido”, cuenta Marx, “para que nadie pudiera contarlo en el bando de los atropellados socialistas y comunistas que, como es sabido, carecen por completo de la formidable profundidad y los conocimientos universales de nuestros escritores, funcionarios y prácticos ciudadanos”. Peuchet, un riguroso de las estadísticas, establece las conexiones entre la explotación, la injusticia, el robo, las enfermedades y el suicidio en un tiempo donde “es más fácil conseguir la pena de muerte que un empleo”. Y registra: “Muy a menudo encontré que entre las causas de suicidio estaba el ser destituido de un puesto, el ser rechazado en un trabajo y la baja súbita de los salarios”. A los críticos del suicidio les contesta: “El suicidio no es más que uno de mil y un síntomas de la lucha social general”. Si hay una víctima que se recorta clara en las estadísticas de esa época, la de Emma Bovary, es la mujer, considerada, según Peuchet, como “parte del inventario” masculino, y también como “el ser al que el legislador le da menos garantías”. Consecuencia del doble discurso y la hipocresía del Poder, las causas del suicidio femenino suelen ser un embarazo no deseado, el rechazo, la humillación, el desamparo. Estudiando un caso de suicidio inducido por un marido, apunta: “El celoso es, ante todo, un propietario privado”. La lectura del matrimonio por conveniencia como variante de la prostitución salta a la vista. A Peuchet no se le escapa tampoco la poética contenida en los escritos que dejan las almas suicidas, “incluso entre las clases más desprovistas de educación”. Los escritos desesperados conmueven al revelarse como acusación.
El segundo artículo, “El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton”, seguido de “El aumento de la demencia en Gran Bretaña” (1858) es, por su parte, un análisis y una denuncia periodística contra la situación de la mujer, su sometimiento y la situación de asilos y “work houses”. Ahora Marx escracha a uno de “los líderes de la camarilla literaria del momento”, Sir Edward Bulwer-Lytton, quien, mediante una maniobra político-judicial, y con la complicidad de su hijo Robert, despacha a Rosina, su mujer, a un asilo recurriendo a la recomendación oficial de los “Comissioners in Lunacy” (Comisionados sobre Demencia). Los vericuetos del escándalo, que alteró la prensa londinense, y Marx cubrió como periodista, se detonaron con la publicación de semblanzas críticas que Rosina había escrito sobre la conducta doméstica de Bulwer-Lytton, político influyente y autor de varios novelones, entre los que figura Los últimos días de Pompeya. “Qué puede hacer un hombre encantador, sino encarcelar a una pobre infeliz en un loquero, que es el único lugar para esposas no queridas”, escribió Rosina, El motivo del escándalo fue que Rosina, separada de Bulwer Lytton, al narrar los secretos de su ex, había dado pasto a la oposición. Marx ataca con nombre y apellido a los médicos que bajo la influencia del marido diagnosticaron la demencia de la mujer y trazaron su suerte trágica. Rosina habría de quedar finalmente en libertad condicional en una residencia familiar bajo la mirada vigilante de su hijo. Es decir, de un confinamiento a otro.
Los ribetes y vueltas del caso encienden a Marx y se lanza más allá en un tercer artículo sobre el aumento de la demencia. Al suministrar estadísticas, robustece su hipótesis: “el aumento de la demencia marcha al ritmo de las exportaciones y ha superado el aumento de la población”, escribe exigiendo una investigación parlamentaria. A la vez, ataca los secretos del negocio manicomial, las casas privadas y los internados públicos, las “work-houses”, correccionales donde el hacinamiento y la crueldad son trato cotidiano. Marx, todo un antecedente foucaultiano, no retacea la descripción del horror y es claro al explicar el funcionamiento de estas instituciones: la economía. 
A la luz de la historia reciente, en más de un aspecto, estos escritos del joven Marx, además de presentar una reverberación trágica en el presente, son pioneros en enfocar cuestiones que hacen a la liberación de la mujer. Su percepción de la mecánica del capitalismo y la lucha de clases sugiere una complejidad que sólo puede captarse en las contradicciones. En una nota anterior a estos artículos, fechada en 1844, reflexionando sobre la bajeza de la propiedad privada ya había anticipado y definido su dialéctica: “La prostitución es sólo una expresión particular de la prostitución generalizada del trabajador, y dado que la prostitución es una relación en la que no sólo cae quien se prostituye, sino también quien prostituye –cuya bajeza es mayor aún–, también el capitalista, cae en esta categoría”.n toma nota de la situación de la mujer, su sometimiento y la situación de los asilos para dementes.

NOS GOLEAN EN FÚTBOL Y LES GANAMOS EN CIENCIA

Juan Martín Maldacena recibió la prestigiosa Medalla Lorentz
Un físico argentino en la puerta del Nobel
Imagen: Instituto Balseiro

El físico argentino Juan Martín Maldacena fue galardonado ayer con la Medalla Lorentz por "su innovador trabajo en física teórica en las últimas dos décadas" y su gran contribución a la comprensión de la física cuántica de los agujeros negros.
La Medalla que otorga la la Real Academia Neerlandesa de las Artes y las Ciencias desde 1925 cada cuatro años es en memoria de Hendrik Antoon Lorentz (1853-1928), considerado padre de la física teórica en los Países Bajos. Muchos de los premiados con la Medalla Lorentz resultaron luego ganadores del Premio Nobel.
Nacido en Argentina en 1968, Maldacena comenzó su carrera académica en la Universidad de Buenos Aires y el Instituto Balseiro -Universidad de Cuyo-, en Bariloche. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Princeton, y continuó su investigación en Rutgers y Harvard. Desde 2001 es profesor en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, consigna la Real Academia.
La "Conjetura Maldacena” propone "una relación fundamental entre las dos teorías más importantes de la física moderna: la teoría cuántica de campos y la gravedad cuántica", en 1997.



DEMENCIA EPIDÉMICA

Un estudio de la Fundación Maragall halla singularidades cerebrales en personas con riesgo de alzhéimer

En la investigación han participado 533 voluntarios sanos y es la más amplia realizada hasta ahora

El hipocampo de los que reúnen dos variantes de un gen implicado tiene menos volumen de materia gris


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El doctor José Luis Molinuevo (izquierda) en la Fundació Pasqual Maragall. / FERRAN NADÉU
La demencia de alzhéimer, la enfermedad neurodegenerativa más devastadora y extendida entre los humanos -en España afecta a unas 800.000 personas-, una de las menos investigadas hasta hace apenas un decenio, va quedando al descubierto a medida que se estudian sus vinculaciones biológicas, genéticas y epigenéticas (influencia social y ambiental), sin que eso suponga augurar una solución eficaz a corto o medio plazo, dado el complejo entramado de causas que la motivan.
Un estudio clínico realizado por el BarcelonaBeta Brain Research (BBRC), centro de investigación sobre el alzhéimer de la Fundación Pasqual Maragall, ha observado que personas sanas portadoras del gen que confiere el máximo riesgo de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa, el APOE-e4, muestran unas significativas diferencias en la morfología de sus cerebros, sin que eso permita presuponer si enfermarán o no.

Bolsa de voluntarios

La investigación es la más extensa, en relación al número de personas analizadas, que se ha realizado hasta ahora en el mundo, indican sus autores. Han participado 533 voluntarios sanos, adscritos al estudio Alfa que impulsa la Fundación Maragall, una exclusiva bolsa de voluntarios sanos, nutrida con 2.743 personas de 45 a 75 años, la mayoría de ellas vinculadas a alguna persona afectada por el alzhéimer, pero que no manifiestan síntomas de la enfermedad.     
La investigación ha detectado por medio de pruebas de imagen, en concreto de una resonancia magnética, que el número de alelos o variantes e4 del gen APOE observado en los analizados determina el volumen de sustancia gris de que disponen en determinadas áreas cerebrales. En las personas que tienen dos variantes e4 de dicho gen el volumen de materia gris en el hipocampo es inferior al de la media de la población. En el hipocampo se inicia la neurodegeneración que define a la demencia de alzhéimer. También han observado en esas mismas personas un aumento en el volumen de la sustancia gris en el tálamo, el lóbulo occipital y el córtex derecho frontal.
Este mayor volumen podría estar inducido por los procesos inflamatorios que sufren las neuronas cuando acumulan placas de la proteína betaamiloide, fenómeno que se produce en la fase previa a la aparición de síntomas del alzheimer.

No es un mal hereditario

Estos hallazgos se publican este miércoles en la revista científica Alzheimer’s and Dementia. “La diferencia morfológica observada en los analizados no implica que tengan que desarrollar la enfermedad. Es un factor de riesgo que será objeto de nuevas investigaciones”, ha indicado José Luis Molinuevo, director científico del BBRC. El alzhéimer no es una enfermedad hereditaria, ha insistido, excepto para un 1% de la población portadora de una concreta herencia genética autosómica dominante.
Recientes investigaciones ya indicaron que las alteraciones en el volumen de la sustancia gris del cerebro en las personas con alto riesgo genético de sufrir alzhéimer se empiezan a desarrollar a partir de los 60 años, edad que coincide con el inicio de acumulación de la proteína betaamiloide en el cerebro, una de las pruebas más sólidas de que se dispone para determinar un diagnóstico de esta demencia.
La investigación del BBRC, que financia La Caixa, se inció obteniendo el genotipo –descripción del mapa genético- de los voluntarios participantes. Se les distribuyó en tres grupos: uno reunió a los analizados que no tenían ninguna copia del alelo e4 del gen APOE; en un segundo grupo se situó a los que mostraban una copia de dicho alelo, y en el último colectivo se situó a quienes mostraban dos copias del e4. Al comparar sus imágenes cerebrales se observó que la reducción de masa gris era superior en el grupo que tenía dos variantes e4 del citado gen.
"No sabemos por qué unas áreas del cerebro aparecen aumentadas y otras no. No asociamos esas diferencias con la edad de los participantes. Pensamos incluso que esas diferencias morfológicas tal vez siempre han sido así en esas personas. Los mecanismos involucrados en estas observaciones serán objeto de nuevos estudios", indicó Juan Domingo Gispert, responsable de investigación con neuroimagen en el BBRC. 
Estos hallazgos permitirán trazar programas de detección precoz de la enfermedad, e incentivar su prevención. De momento, insistió Gispert, la mejor forma de pevenir el alzheimer es manteniendo una alimentacion sana y saludable, habiendo ejercicio físico regular y preservando una vida social que ersulte confortante. También es fundamental conservar una cierta actividad intelectual. "Con eso, se puede evitar hasta un tercio de casos de alzheimer", indicó Gispert. 

El olvido de la identidad 

La demencia de alzhéimer conduce a la pérdida más absoluta de referencias individuales o colectivas que pueden afectar a los humanos. En las fases avanzadas de la enfermedad, los afectados olvidan incluso los mecanismos fisiológicos que permiten la supervivencia, como son masticar y deglutir los alimentos. Su mente retrocede hasta niveles imposibles de describir aunque, salvo en las últimas etapas del proceso, conservan una peculiar captación de los afectos que se les ofrecen. Se dice que los enfermos de alzhéimer no se olvidan de besar y agradecen ser besados.
A medida que aumenta la supervivencia de la población, crecen las cifras de afectados por alzhéimer. En Occidente, se considera que será la peor epidemia de la segunda mitad del siglo XXI, un fenómeno ante el que no están preparados los sistemas sanitarios.  

Cómo detectar posibles civilizaciones extraterrestres con sus satélites


Uno de los métodos utilizados para descubrir exoplanetas es la huella que dejan cuando transitan por delante de su estrella. Usando la misma técnica, un investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias plantea la posibilidad de localizar hipotéticos cinturones de satélites artificiales alrededor de otros mundos con seres inteligentes. Eso sí, ellos también nos podría detectar a nosotros alrededor del año 2200 si para entonces la órbita geoestacionaria de la Tierra está repleta de satélites.
<p>Ilustración de un exocinturón de Clarke con hipotéticos satélites artificiales orbitando alrededor de un mundo desconocido. / Caro Waro</p>
Ilustración de un exocinturón de Clarke con hipotéticos satélites artificiales orbitando alrededor de un mundo desconocido. / Caro Waro

Sin embargo, una cosa es localizar formas de vida y otra muy distinta, civilizaciones inteligentes o con capacidad tecnológica. En este contexto, el investigador Héctor Socas del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) plantea un método para buscar esa inteligencia no humana usando tecnologías que ya tenemos.
La comunidad científica tiene esperanzas de encontrar vida en otras partes del universo gracias a la nueva generación de telescopios gigantes en construcción. A través de ellos, se espera analizar en detalle las atmósferas de otros planetas.  Actualmente ya se dedican grandes esfuerzos a la investigación de lo que se conoce como 'biomarcadores', evidencias observacionales que podrían detectarse en otros planetas y que nos permitirían afirmar con certeza que existe vida.
Desde los años 80 se han efectuado búsquedas de señales de radio procedentes de otras civilizaciones, hasta ahora sin éxito. Esto no es sorprendente considerando que estas emisiones procedentes de una sociedad como la nuestra serían indetectables a distancias interestelares, salvo que fueran intencionadamente focalizadas en la dirección del receptor.
En la literatura científica se ha propuesto buscar otros tecnomarcadores, como las populares 'esferas de Dyson', que serían hipotéticas megaestructuras artificiales construidas alrededor de una estrella para recoger su luz y alimentar las necesidades energéticas de una civilización muchísimo más avanzada que la nuestra.
La propuesta de Socas, que detalla en la revista The Astrophysical Journal, plantea un nuevo tecnomarcador, cuya peculiaridad reside en que estaría producido por conocimientos y métodos accesibles hoy y centrados en una región del espacio muy interesante llamada 'cinturón de Clarke', en homenaje a Arthur C. Clarke, escritor que trató sobre el uso de órbitas geoestacionarias para telecomunicaciones. A su alrededor, a unos 36.000 km de altura, orbitan los satélites geoestacionarios utilizados en un gran número de aplicaciones prácticas.

El cinturón de Clarke


Las condiciones óptimas de observación se dan en planetas que orbitan en torno a estrellas enanas rojas, las más idóneas para su búsqueda. Además, el artículo detalla cómo podrían distinguirse, mediante observaciones, estos cinturones artificiales y los anillos naturales.
En la investigación se muestran diferentes simulaciones de 'exocinturones de Clarke' para determinar cuál sería la huella que dejarían, cuando el planeta al que rodea transitara por delante de su estrella disminuyendo su brillo, uno de los métodos habituales para detectar exoplanetas.
De esta manera, los actuales proyectos espaciales, cuya misión es descubrir tanto exoplanetas como sus lunas y anillos, servirían para detectar este marcador.
"Es una búsqueda que nos sale gratis", explica Héctor Socas. "Simplemente tenemos que mantener los ojos abiertos, por si acaso detectamos estas huellas en los datos".
De momento el cinturón de Clarke de la humanidad (nuestros satélites geoestacionarios y geosíncronos) está demasiado despoblado como para ser detectable a distancias interestelares, al menos con nuestra capacidad de observación actual.
Aproximadamente dos tercios de los satélites que existen se encuentran en la región llamada 'órbita baja', que comprende los primeros cientos de kilómetros de altura y es donde la basura espacial resulta un problema importante.

¿Debemos mandar mensajes al espacio?
La órbita de Clarke se encuentra más alta y está más despoblada, acogiendo un tercio de los satélites en un espacio mucho mayor. Sin embargo, los datos de la publicación muestran que, a lo largo de las últimas décadas, la densidad de satélites en esta órbita ha ido aumentando exponencialmente. De continuar este ritmo, en el año 2200 nuestro cinturón de Clarke sería detectable desde otras estrellas.
El proceso podría acelerarse si se abarata el acceso a la órbita con los nuevos cohetes reutilizables o mediante la construcción de un futuro ascensor espacial. Sin embargo, también podría ralentizarse si el avance tecnológico dictara otras necesidades.
En cualquier caso, existe un debate abierto sobre si la humanidad debería enviar activamente mensajes al espacio o si, por el contrario, debería escuchar discretamente sin revelar su presencia. "En este contexto, el aumento exponencial de nuestra población de satélites puede acabar convirtiéndose en una señal que nos delate, queramos o no. Es un elemento a tener en cuenta en este debate", señala Socas.
Ante la pregunta de si se descubrirá algún día un exocinturón de Clarke y, por tanto, una civilización extraterrestre, el investigador indica: “Parece poco probable, pero no cuesta nada mirar. Es como si alguien te hubiera regalado un billete de lotería. Sabes que lo más probable es que no te haya tocado pero, ya que lo tienes, lo compruebas por si acaso".